Dejé salir un largo suspiro mientras veía el letrero que había a un lado de la carretera. De alguna forma, Amston nos daba la bienvenida y a partir de ahora sería mi hogar o eso esperaba.
Quería proyectar felicidad para que mi mamá no se sintiera culpable de este nuevo cambio. Ella lo hizo por nuestro bien y no podía odiarla por eso, al contrario, la admiro por cada una de las decisiones que ha tomado. Lástima que no podía decir lo mismo de mi padre.
Con solo suspirar, mi aliento fue visible por las bajas temperaturas de inicios de enero, aún con calefacción mis manos se sentían un poco entumecidas.
Dirigí mi mirada a mi mamá, que solo movía su cabeza de un lado a otro al ritmo de la música mientras manejaba. Después de estos meses tan desastrosos para nosotras, era placentero verla sonreír de nuevo.
Por instinto, me volteé para ver qué está haciendo Boky, un gran perro que adopté de un refugio para mascotas. Según el cuidador, era una mezcla entre Husky y Golden retriver, sus ojos eran de un tono azul claro parecidos a los míos, su pelaje iba entre lo blanco, negro y café, pero lo que más me gusta eran sus orejas caídas.
Llevé mi mano hacia el asiento trasero, acaricié el lomo de Boky y él me agradeció moviendo la cola y su pata derecha. Estaba contento y eso me daba la esperanza de que todo iba a estar bien. Este cambio es lo mejor para nosotras.
Saqué mi celular del bolsillo del pantalón, abrí la única red social donde tenía una cuenta. Pasé mis dedos por la pantalla, observando cómo mis antiguos compañeros de escuela eran felices en esas fotografías.
Por un momento, me cuestioné si alguien me extrañaría, pero tampoco estaba segura de si yo los extrañaría. Pensé que tenía amigos, los típicos con los que hablas cuando esperas una clase, haces equipo para algún proyecto escolar o con los que pasas tiempo en los descansos, pero en las últimas semanas me he dado cuenta de que tal vez yo los consideraba mis amigos, pero en realidad no lo eran. Tal vez debí pasar más tiempo fuera de clases con ellos y no encerrada en mi casa con mi arte y mis videojuegos.
Una pequeña sacudida me hizo notar que mi mamá se había detenido en la entrada de su antigua casa. Apenas bajé, me di cuenta de que la construcción frente a mí era igual a cómo la vi en las fotografías, las cuales se tomaron cuando mi mamá era más joven.
Las paredes eran de un tono de beige claro, el techo a dos aguas le hacía contraste con un acabado en gris, la puerta de la cochera se perdía con lo blanco de la nieve.
Mientras mi mamá revisaba la caja de carga donde estaban nuestras cosas, Boky golpeaba con sus patas la ventana del auto para que lo dejara libre. En cuanto lo hice, salió corriendo, y fui detrás de él para asegurarme de que no destruyera nada. Empujó la puerta de metal que daba directamente al patio trasero de la casa.
Boky no se detuvo y siguió su camino hasta que paró frente a otra puerta de cristal. Detrás de ella estaba un hombre mayor que proyectaba calma, se balanceaba de un lado a otro con la ayuda de su silla mientras admiraba las nubes.
—No las escuché llegar —dijo mi abuelo cuando me vio.
No recordaba mucho su apariencia, solo su voz suave que perduró durante los años en los que las llamadas telefónicas eran nuestro único contacto, gracias a la infinidad de trabajo que tenían mis padres.
—En realidad, acabamos de llegar, pero digamos que alguien es muy impaciente —dije mientras el calor del interior me golpeaba en el rostro.
Tomé del collar a Boky e intenté que no se lanzara a mi abuelo. Era un perro travieso a quien le gustaba socializar y no dudaba que en algún descuido se levantara en dos patas para lamerle la cara.
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🚫 No me conoces 🚫
RomanceUna traición hizo que Tamara Ferrer tuviera que reconstruir su vida al lado de su madre, lo que las hizo mudarse a Amston, una ciudad que guarda viejos y nuevos amigos. Mara tendrá que adaptarse a la universidad, conocer a más personas, salir de su...