Abigaíl Rossie
Apenas bajamos del auto, Ren y Leo tomaron mis manos y me guiaron por el centro de Amston hasta que nos detuvimos enfrente de un establecimiento que tenía como decoración cintas de advertencia.
En cuanto entramos, Ren se acercó al mostrador y dio su nombre para el espacio que tenía reservado. Mirando por el negocio me pude dar una idea de lo que íbamos a hacer. La pared que estaba detrás de mí estaba llena de cascos de distintos colores y a un lado de ella overoles azules.
Detrás de la chica había una placa de metal con las indicaciones sobre qué hacer dentro. Una de ellas decía que no debíamos golpear directamente las paredes.
—¿Por qué estamos aquí? —le pregunté a Leo, pero él se quedó callado. Miré a Ferrer en busca de respuestas, pero ella estaba entretenida recorriendo el lugar y tocando cualquier cosa que había en las paredes.
A veces se quedaba parada observando los grafitis, algunos eran dibujos de caricaturas o personajes famosos de la televisión, pero otros eran palabras que no tenían sentido alguno.
Estaba a punto de acercarme a ella, pero a Ren le entregaron una tabla de madera donde habían varias hojas con algo impreso. La primera en firmar fue ella y después Leo; mientras él lo hacía, pude leer lo que decía.
Era un documento donde los librábamos de cualquier responsabilidad en caso de algún accidente o lesión dentro del establecimiento. Si no supiera en qué me estaba metiendo, me hubiera ido hace tiempo, pero, en cambio, firme y me acerqué a Ferrer para que hiciera lo mismo.
Ella tomó la pluma de mis dedos, ese pequeño contacto provocó un hormigueo en esa zona. Estaba poniendo más atención en lo que hacía, en sus gestos, en cómo me tocaba o me trataba y no entendía el por qué. Lo quise asociar con que estaba agradecida por lo que había hecho por mí aquella noche en que me emborraché, pero algo dentro de mí me decía que había algo más.
Apenas Ferrer terminó de llenar los papeles, los entregó en la recepción y no pasó mucho tiempo para que nos guiaran a una habitación, donde habían varios lockers y elementos de protección. Ren nos entregó a cada uno una llave para poder abrirlos; en el interior colocamos nuestros zapatos y cualquier objeto que se pudiera dañar.
El overol fue fácil de poner, los zapatos eran mucho más pesados de lo normal y por los letreros que informaban sobre su uso, puede entender que era por la punta de metal que tenían para evitar que nuestros pies se lastimaran.
No me puse el casco hasta que entramos a otra habitación donde ya empezaba a sonar una canción que retrataba completamente lo que había pasado con mi fallida relación.
Apenas el empleado dejó los electrodomésticos en el centro de la sala, salió para dejarnos solos.
—Venimos aquí, porque queremos que no te guardes nada, Abby. —Leo me entregó un bate de metal y me giro para estar frente a frente con una televisión antigua—. Solo piensa en ese imbécil cuando golpees.
Incluso con los guantes puestos, podía sentir cómo mis manos temblaban. No quería pensar en él, ni en lo que me dijo, ni en lo que hice después, solo quería olvidar y en ese momento me paralicé, mientras me veía en el reflejo de la televisión.
Di un paso hacia atrás, porque no me sentía lista, pero fue cuestión de un parpadeo para que alguien tomara el bate de mis manos y empezara a golpear la tele con toda su fuerza y enojo. Ferrer gritaba sin guardarse nada, pensé que con los minutos ella se cansaría, pero fue todo lo contrario y al final solo había pedazos de plástico y vidrio por todos lados.
—Listo, tu turno. —Su voz era amortiguada por la careta y pude percibir un toque de cansancio en ella, pero aun así ayudó a Leo a subir a la mesa de metal la otra televisión.
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🚫 No me conoces 🚫
RomanceUna traición hizo que Tamara Ferrer tuviera que reconstruir su vida al lado de su madre, lo que las hizo mudarse a Amston, una ciudad que guarda viejos y nuevos amigos. Mara tendrá que adaptarse a la universidad, conocer a más personas, salir de su...