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Ahí estaba Chiara riendo en el sofá viendo atenta la serie junto con aquella pelirroja de ojos avellana a pesar de que ésta ni siquiera la notara, de vez en cuando la miraba sólo para poder encontrar esa hermosa sonrisa, no estaba enamorada, ella no podía sentir esas cosas y menos por una humana. Aunque últimamente dudaba que esto fuera cierto.

Como cada día, la ojiverde observaba a Violeta; no porque fuera una acosadora ni nada por el estilo, sino que le gustaba cuidarla, así esa no fuera su tarea. 

Aún no tenía permitido cuidar a un ser humano, aunque pronto podría. Esta responsabilidad la tenía emocionada y a la vez un poco triste porque ya no podría pasar su día con la pelirroja.

Por muy irónico que sonara, a los ventiún años ella tendría que cuidar a un humano, la misma edad en la que ellos salen de fiesta a beber. Increíble, ellos toman whisky mientras ella tenía que evitar que murieran; no eran responsabilidades muy equitativas si se lo preguntaban.

Los pensamientos de Chiara se vieron interrumpidos para prestar atención a la conversación que tenía la pequeña niña con su mejor amiga. 

Almudena le agradaba, era graciosa. Algo promiscua para su gusto, pero cuidaba a Violeta de una forma que ella no podía. La ayudaba a mantenerse cuerda y feliz, y eso era más importante para Chiara que cualquier otra de las actividades nocturnas de la rubia. 

No es que fuera una prostituta ni nada parecido, pero se divertía de maneras que ella no podía entender. Aparte tenía que darle el beneficio de ser una increíble madre a pesar de su corta edad. No muchas chicas de diecisiete años aprenden a hacer su vida luego de ser echadas de su casa con una niña en su vientre.

Admiraba las pocas amistades que poseía Violeta, su vida había sido tan dura que el simple hecho de saber que tenía buenas personas a su lado la hacía feliz. Por fin encontraba algo de aprecio desinteresado.

Volvió su atención a la televisión para ver cómo el logo de Netflix aparecía de nuevo para dar comienzo a otro episodio, aunque podría conocer el final en un abrir y cerrar de ojos, le gustaba la incertidumbre, aparte de que se sentía como una amiga más de Violeta viendo una serie juntas, aunque claro, no podía comentar sus partes favoritas con ella.

A pesar de sus veinte años, casi veintiuno, Violeta se seguía comportando como una adolescente, claro, cuando no estaba presente su familia o en su trabajo. En la oficina ella tenía que ser profesional. Aún le molestaba el hecho de que siendo tan joven tenía que lidiar con los errores de una familia que ni siquiera se preocupó por ella. Esa estúpida familia que ponía en riesgo su vida.

Aunque tenía que aceptar que la chica no era ninguna niña indefensa aunque su cara lo aparentase; era una de las humanas más hermosas que había en la tierra, y Chiara, siendo un ángel, tenía todo el derecho de decir eso.

Al día siguiente tendría su asignación, por eso quiso pasar su último día de "libertad" con Violeta. Con su simple presencia, sus nervios se iban y eso le ayudaba mucho para su nueva etapa. Sus preocupaciones, en cambio, no se iban del todo. ¿Qué tal si no le agradaba su humano? ¿O si tenía tres neuronas en la cabeza y ninguna era suficiente para alejarlo de hacer estupideces contra su vida? ¿O si no sabía qué hacer en un momento de peligro? ¿Y si se moría en su primer día?

Sentía que iba a explotar. De fondo escuchó la risa de Violeta que la hizo dejar de la sus preocupaciones y poner de nuevo su atención en la serie, y obviamente, en ella.

Por fin los protagonistas se iban a besar, pero claro tenía que llegar alguien a interrumpir, típico, y no era la única molesta.

—Oh, vamos, ¿es en serio? Esa estúpida llega en el mejor momento y habla de sus estupideces. ¿Me ves con cara de que me importe? —, se quejó la motrileña, lo que hizo reír a Chiara.

My Guardian Angel | kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora