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Chiara volvió al cielo como si nada hubiera pasado. 

Las puertas se abrieron, dejando ver al Guardián un poco asustado mientras la miraba con un poco de lástima; los dos sabían que habían hecho algo mal.

—Te acompaño en el sentimiento, pequeña—, dijo con una sonrisa de medio lado. 

—¿Podrías perdonarme? Te acabo de meter en muchos problemas—, dijo Chiara con arrepentimiento en sus ojos. 

Él negó con la cabeza.

—También es mi culpa y tú eres una niña muy lista—, respondió el Guardián. Los dos rieron un poco antes del caos. —A la próxima, si te quedan ganas de volver, me dices, así podría cubrirte.

El rostro de Chiara se iluminó, asintiendo con la cabeza fuertemente. Al menos sacó algo bueno de eso. Abrazó al hombre antes de salir corriendo al templo de su padre.

Al entrar, vio a todos sus hermanos y hermanas reunidos alrededor de sus padres. Nadie notó su llegada, así que sólo se acercó y se quedó de pie, escuchando atenta el regaño que le daban a su hermana favorita.

—Ruslana, no debiste dejarla sola. Sabes cómo es Chiara, siempre se sale con la suya de una manera u otra. Puede ser una dulce pequeña, pero nunca acepta un no como respuesta—, decía su madre, mientras Rus miraba el suelo. 

La pelinegra se sintió mal de inmediato, sin saber qué hacer.

—No tiene la edad para bajar aún. ¿Qué esperabas que hiciera? Es la única vez que no rompo una de tus reglas y te enfadas.

Chiara quería reír, porque su hermana tenía razón, y al parecer sus hermanos pensaban lo mismo, ya que los vio tratando de ocultar una sonrisa. Su padre la miraba con la boca abierta y el ceño fruncido.

—¡No lo sé, quedarte con ella hubiera sido una opción, pero igual decidiste irte!—, gritó Dios, su voz resonando por todo el lugar, haciendo que todos agacharan la cabeza. Su madre le puso una mano en el hombro para calmarlo, cosa que siempre funcionaba.

—Chiara es increíble. ¿Dónde estará?—, preguntó la pelinegra con inocencia.

—No lo sé—, respondió su padre de nuevo. Vio cómo todos giraban sus cabezas lentamente hacia ella, mirándola.

La niña solo sonrió dulcemente.

Hubo unos segundos de silencio, para luego escuchar cómo Rus y algunos de sus hermanos reían. Su padre simplemente la miraba con los ojos entrecerrados y negando con la cabeza, y alcanzó a ver una suave sonrisa. Su madre se acercó con preocupación y la abrazó con delicadeza, sin importar lo sucia que estuviera su pequeña.

—Creo que soy tu fan número uno—, escuchó a su hermano Martin decir mientras reía. Él era cinco años mayor que Chiara.

—Eres terrible, pequeña—, dijo Ruslana chocando su mano con la de ella. 

Rus tenía trece años, seguía siendo una niña pero tenía muchas responsabilidades.

—¿Por qué la animáis a seguir así?—, decía su madre, fingiendo enojo. Nadie podía enojarse con Chiara por mucho tiempo.

—¿Qué tal tu viaje a la tierra, pequeña?—, preguntó su hermana Naiara emocionada. Ella solo era dos años mayor que Chiara.

—Hice sonreír a una niña que lloraba porque su familia no la quería. Hasta jugamos y reímos, fue divertido—, la ojiverde, recordando esos intensos ojos avellana llenos de lágrimas.

—¿Podrías ser más tierna?—, preguntó con una sonrisa el mayor de sus hermanos, Juanjo.

—Nos tenías preocupados, pero me alegro de que estés bien. No es como si te pudieran hacer daño, pero igualmente, me asusté al no verte aquí—, apareció su hermano favorito, Alex. La alzó en sus brazos haciéndole cosquillas.

—¡Para, Alejandro!—, dijo entre risas. Su hermano rió, dejándola de nuevo en el suelo.

—Sí, sí, sí, muchas risas por aquí y por allá, pero sigues estando castigada—, dijo su padre luego de estar un rato sin hablar, observando toda la situación. Sus hermanos protestaron sin poder hacer nada.

—Pero...-

Dios la hizo callar.—Ningún pero. Sé que si te dejo hablar, me convencerás de no castigarte. Sabes que no puedes salir sola y menos a tu edad, por mucho que hayas hecho un buen trabajo con la pequeña Violeta Hódar—, dijo, para después tomar la mano de su esposa y desaparecer. 

Esa fue la señal para que todos se retiraran.

Ruslana se acercó y la abrazó. A pesar del regaño de su padre, ella sabía que Chiara no lo había hecho con mala intención, y por su mirada supo lo mal que se sentía.

—Lo siento mucho, Rusli—, las lágrimas llenaron los ojos de la pelinegra. —Yo pensé que no se darían cuenta. Soy una tonta egoísta.

—¿Cómo no nos íbamos a dar cuenta de que te habías ido, si eres nuestro solecito aquí en el cielo? Tu presencia siempre hace falta. Además, tú y yo sabemos que el 'egoísmo' no existe en ti—, dijo su hermana, limpiando las lágrimas.—No quiero decirte cosas que ya sabes, pero no puedes mostrarte a los humanos. Sé que ayudaste a esa pequeña porque tienes un corazón puro, y eso es una de tus tantas virtudes, pero la tierra es un lugar peligroso.

Chiara asintió, dándole la razón a Ruslana.

—No lo volveré a hacer sin permiso, lo prometo—, le dio una sonrisa a su hermana.

Durante todos estos años Chiara visitaba a Violeta, pero como le prometió a Rus, no se volvió a mostrar ante ella. De todas formas, no es como si la pelirroja fuera a recordar a esa pequeña niña con la que jugó un par de horas para luego desaparecer. El Guardián siempre la cubrió hasta que cumplió la edad para salir a su gusto.

Ella también le había prometido a Violeta que nunca estaría sola, y lo estaba cumpliendo al pie de la letra. Ahora se preocupaba un poco menos por la soledad de su amiga, porque ya había encontrado buenas personas.

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yo con estas kivi

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My Guardian Angel | kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora