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Por ahora todo seguía tranquilo, no habían vuelto a atentar contra la vida de Violeta en un mes. 

Podía verla un poco más relajada cuando salíamos. Habíamos tenido un montón de quedadas (que yo consideraba citas) y ella había ido al club para oírme cantar algunas veces, pero aún no nos habíamos dado el primer beso. 

Yo no sabía cómo hacerlo, pero igual sabía que ella no tomaría la iniciativa.

—¿Cómo es posible que no le hayas dado un beso? —preguntó mi hermana algo indignada—. Sé que no sabes cómo, pero cuando llegue el momento solo tienes que dejarte llevar por tus emociones y el resto será historia.

—Me pone nerviosa, es que es tan perfecta... Y ella ya ha besado a alguien antes. ¿Qué pasa si no le gusta cómo lo hago? —Me estaba desahogando con Rus.

—Si te quiere, no le importará. También puedes decírselo, estoy segura de que lo entendería. Hasta podría darte unas clases cuando se entere y las dos estaréis felices —guiñó el ojo, la verdad es que era una buena idea.

—Eres una mente maestra —dije haciéndola reír.

—Inclínate ante mí —dijo fingiendo superioridad.

—Sigo siendo mejor que tú en el resto de cosas, así que arrodíllate tú —le respondí seria, pero su rostro enfadado me hizo reír—. Sabes que es broma, nunca me he sentido más que nadie. Sigo siendo tu hermanita.

—Lo sé, pero no dejas de tener razón —levantó los hombros y me sonrió—. Siempre serás mi pequeña a pesar de los cientos de años que pasen —hice un puchero.

—No me digas esas cosas, me pondré a llorar en cualquier momento. Te amo, Rusli.

—Y yo a ti, nunca lo dudes —me dio uno de esos abrazos que sientes que te van a romper los huesos.

...

—¿Cómo haces para verte más hermosa cada día? —le pregunté cuando llegué a su oficina.

—Eso te digo yo a ti —se levantó de su silla y se acercó a mí. Agaché mi cabeza para darle un beso en la mejilla y un abrazo.

—No puedes usar mis propios halagos conmigo, Hódar —dije sonriéndole.

—Déjame pensar en uno entonces —tocó su barbilla—. Olvídalo, no se me ocurre ninguno bueno ahora, solo quiero que sepas que alegras mi día cada vez que te veo, te pienso o te escucho.

—Oh créeme, en ese sentido nos pasa exactamente lo mismo. Y no te preocupes por lo otro, yo tengo para las dos si es necesario. Tú mereces que todos los días te digan cosas bonitas. 

La tomé de la cintura, los centímetros de diferencia se notaban mucho más ahora que nuestras respiraciones se mezclaban. Tomé su collar rozando su cuello, podía sentir su corazón latir fuertemente contra mi pecho, y creo que ella también podía sentir el mío. Mi mano viajó hasta su mejilla, comencé a acariciarla con mi pulgar suavemente.

—Violeta, quiero besarte —dije en un susurro mirándola a los ojos y luego a sus labios rojos.

—Hazlo, por favor —me respondió en el mismo tono. 

Sentía su mirada sobre mí. Puso sus brazos alrededor de mi nuca, produciéndome un escalofrío.

No hubo más distancia, nuestros labios se unieron. No había movimiento, pero se sentía como el cielo. Empecé a mover mis labios suavemente y ella seguía mi ritmo. Apreté un poco más su cintura y sentí un jadeo en mi boca. El beso iba subiendo su intensidad, su lengua con la mía peleaban por un poco de control y cuando no quedó más aire en nuestros pulmones nos separamos solo unos milímetros. Nuestra respiración era pesada.

My Guardian Angel | kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora