Prefazione.

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; The beginning of everything

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; The beginning of everything.

Crecer en una familia disfuncional, violenta y manipuladora es el castigo más horrible.
Y al parecer la vida era mala con Andy Lindberg.






























———————— UN ADORMILADO Y PEQUEÑO ANDY de seis años se levantaba a duras penas de su cama, pasó una mano por todo su rostro para poder despertarse mejor y así buscar el despertador que había sonado hace cinco minutos atrás junto con las voces, o mejor dicho, los gritos de sus padres.

Al encontrarlo pudo estirarse mejor y sentarse cómodamente, quedó en la misma posición por unos segundos antes de abrir sus ojos con grandeza al escuchar algo estrellarse contra el suelo y luego el golpe de la puerta principal al cerrarse; como si algo lo hubiese jalado bajó las escaleras corriendo, casi cayéndose en el proceso, cuando estuvo en la sala de estar escuchó el bajo llanto de una mujer.

— ¿Mamá qué sucede? —el pequeño se acercó con cuidado, pisando con cuidado al ver vidrio roto.— Mami, no llores.

La mujer se limpió torpemente las lágrimas que bajaban por sus orbes, sorbio su nariz para poder mirar a su pequeño con un semblante deprimente.

Por el lado de Andy, él entendía porqué su mamá siempre discutía con su papá y terminaban así, era muy consciente a tan corta edad; posó ambas manos en el rostro de la mayor para poder limpiar sus mejillas inocentemente.

— ¿Qué ha pasado con Walter? —rompió el silencio, mirándola con sus inocentes ojos.

— Mi pequeño, lo siento mucho... —respondió ella con la voz rompiéndose levemente.— Sabes cómo es papá, ¿Si?

— ¿Es por mí? ¿Ó por mi hermanito? —el niño cuestionó algo serio, su madre se sorprendió al escuchar lo último.

— ¿Cómo sabes del embarazo, hijo? —el nombrado se encogió de hombros, bajando su cabeza con tristeza.— Todo estará bien, lo prometo.

Acercó a su hijo para poder rodearlo con ambos brazos en un abrazo cálido luego de prometerle aquello. Andy se aferró con cuidado a la anatomía de su madre y a su vez, a aquella promesa, queriendo sentirse protegido.


A veces aferrarse a las promesas que son mentiras destrozan.

No entendía cómo alguien como su mamá, tan bonita, inteligente, amable y maravillosa era muy infeliz.
A

unque le decía siempre lo contrario, el pequeño se daba cuenta, su papá antes era el mejor padre del mundo pero algo cambió en él, no sabía exactamente cuándo, pero ya eran constantes las discusiones y peleas. El faltar a la escuela y ayudar a su madre en la casa por el dinero, ver la ausencia de su papá y entre más.


Solo quería darle una mejor vida a su querida madre y a su futuro hermano.


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Sabía todo lo que pasaba en la calle, vivir en el ghetto era como conocer la palma de su mano, el lado sur de Chicago era, lamentablemente, su hogar y tuvo que adaptarse a él desde una edad temprana, culpa por el ambiente familiar también.

En la escuela era uno de los prodigios, siendo un blanco para el bullying, por supuesto que sabía defenderse de cualquier idiota junto a su mejor amigo: Philip Gallagher, lo conoció cuando unos chicos mayores le jodían la vida por ser alguien inferior a ellos y Andy los golpeó, saliendo corriendo junto con Lip al instante, comenzando así una linda amistad.

— ¿Creés que algún día podremos salir de éste lugar? —preguntó Andy mientras veía el sol ocultarse, ambos niños estaban sentados en el techo de su casa.

— La veo muy, muy, muy lejos esa posibilidad. —respondió mientras miraba a la misma dirección que su amigo.— Ahora solo tenemos ocho años, no podemos hacer mucho que digamos.

— Sí... —fue lo único que musitó luego de un suspiro el niño.

El pequeño no dijo más nada, siguieron admirando el hermoso atardecer que les daba ese verano.
Ambos niños se habían dado cuenta hace muy poco tiempo, luego de dos años de amistad, de que eran vecinos.

Andy ya había conocido a la familia de Lip, los Gallagher eran personas agradables, energéticas y sobretodo agitados, así también Lip conocía a su propia familia, ambos niños conocía lo que pasaban en cada familia.

Un grito en llamada al Gallagher hizo que el bonito momento se rompiera, Andy reconoció esa voz, lo identificó al instante por su irritante vocecita; ambos niños bajaron del techo y al salir de la casa se encontraron con una cabellera pelirroja y una cara repleta de pequeñas manchitas, así las había nombrado a las pecas el pequeño Lindberg.

— ¿Qué pasa, Ian? ¿Fiona m-... Nos necesita? —cuestionó mientras se cruzaba de brazos, llevándose una mirada divertida de su amigo.

— Ew, no —lo miró asqueado para después dirigirse a su hermano.— Lip, Monica y Frank dijeron que vayas a casa.

— ¿Qué tontería quieren hacer ahora? —vió al pelirrojo encogerse de hombros.— Bien, nos vemos luego Andy. —se despidió de él, el nombrado le devolvió el gesto de manos viéndolo alejarse, pero teniendo al pecoso aún allí.

— ¿Y tú qué? —frunció el ceño, el otro niño se acercó amenazante haciendo que se tensará en su lugar.— Wow, mantente alejado, pecas.

— Deja de querer conquistar a mi hermana, no se fijará en un niñito como tú, Lindberg. —dijo y le causó una pequeña sonrisa al ajeno.— ¿Qué te causa gracia?

— Eso ya lo veremos, pelirrojo, ahora vete a casa. —con esto dicho se dió la media vuelta, dejando con las palabras en la boca a Ian, cerrando la puerta en su cara.

En el paso del tiempo los niños seguían creciendo aún más y junto a ellos su amistad, el lazo entre los hermanos Lindberg y Gallagher se hacía cada vez más fuerte al pasar los años.
Siendo para Andy y Luka los Gallagher su segundo hogar, con esto también la irritación entre dos niños crecía mediante ambos lo hacían.

Mientras que para Andy su relación con sus progenitores cada vez era más lejana, sumando cada día y año un maldito problema.































































© nocturnius.

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