Capítulo 9

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Tom

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Tom



Me obligué a apartar la mirada de aquellos ojos almendrados que tantos recuerdos del pasado me traían. Las manos de Alessandra temblaban bajo las mías, era extraño que mi corazón se sintiera vivo con su presencia.

—¿Quién te hizo creer que lograrias escapar de mi tan fácilmente? ¿Acaso olvidaste que te conozco a la perfección, Alessandra?—Con un fuerte suspiró, apreté sus muñecas y eché un vistazo al final del pasillo. La situación estaba bastante jodida con los infiltrados en la discoteca.—Intenté comportarte amable contigo, realmente lo intenté. Pero eres terca, y Gally un idiota.

—Y tú un maldito imbécil, Tom Kaulitz.—Frunci mi ceño al escucharla, odiaba que me hablara de esa manera. Odiaba que ella se mostrará indiferente.—Puedes irte al demonio, no pienso agradecerte por haberme "salvado" de Luc.

En un instante, su mano se disparó hacía mí con rapidez, sin siquiera darme tiempo de responder. Su frustración fue evidente cuando agarré su muñeca con fuerza para detenerla.

Nuestras miradas se encontraron y por un momento, el tiempo pareció detenerse. Sus ojos eran un torbellino de emociones; ira, tristeza, frustración, pero también había algo más. Algo que no había visto en mucho tiempo. Un destello de la chispa que solíamos compartir, un recuerdo de los viejos tiempos.

—Eres un mentiroso, Tom...—Sentí una punzada molesta en el estómago y una necesidad de acercarme a ella.—¿Por qué no estuviste ahí cuando te necesitaba? ¿¡Por qué!? ¡¡Prometiste que me protegerias del mundo entero y lo único que hiciste fue lastimarme con tus propias manos!!.

—Tenía que hacerlo...

Está vez, logró golpearme en la cara. Me tambaleé hacía atrás, sorprendido y aturdido. Mi mano se levantó para tocar mi mejilla, sintiendo como el calor se extendía por mi piel en cuestión de segundos. Un bufido escapó de mis labios, más por el shock que por el dolor.

Levanté la mirada, justo a tiempo para ver como salía corriendo por el lado contrario del salón principal. A pesar del golpe, lo único que quería era seguirla. No estaba seguro de qué iba a hacer cuando la alcanzara, pero sabía que tenía que detenerla.

—¡¡No trates de huir!!—No entendía como podía ser más rápida que yo. Las horas de ejercicio parecían ser un chiste en ese momento.—¡¡Alessandra, te juró que te arrepentirás si no te detienes en este instante!!.

Ignoró mis palabras y aumentó la velocidad. El pasillo parecía interminable, una extensión sin fin de puertas cerradas y paredes descoloridas. Los disparos acompañaban el sonido de los gritos, por suerte, mis hombres se estaban encargando del asunto.

Justo cuando pensaba que la noche no podía ponerse más intensa, una figura oscura emergió de las sombras. Un hombre, grande y amenazador, bloqueaba nuestro camino. La luz lunar brillaba en el filo de un cuchillo que sostenía en su mano, dándole un brillo siniestro.

𝔸𝕡𝕒𝕣𝕚𝕖𝕟𝕔𝕚𝕒𝕤 𝕀𝕀 ; 𝕋𝕠𝕞 𝕂𝕒𝕦𝕝𝕚𝕥𝕫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora