Capítulo 21

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Narrador

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Narrador



El alemán se encontraba de pie junto a una mesa metálica, fumando. Sus ojos brillaban con una furia contenida, reflejo de su estado mental deteriorado. El hombre amarrado a la silla frente a él estaba cubierto de sudor y sangre.

En sus manos, Tom sostenía dos cables conectados a una batería de automóvil. Sin previo aviso, acercó los cables al cuerpo del prisionero. El primer contacto arrancó un grito desgarrador por parte del hombre, mientras su cuerpo se arqueaba y se convulsionaba violentamente.

—Te lo diré una vez más...—Tom respiró pesadamente, cansado del silencio de su rehén. Lentamente, apartó el cigarrillo de sus labios y exhaló el humo—Dime en donde carajos se llevará a cabo la reunión. Sé perfectamente que el imbecil de tu jefe busca nuevos aliados, ex militares y policías con cargos legales en su contra. Solo señala el lugar en el mapa y tu sufrimiento terminará.

—Pudrete...

El masculino, fuera de sí, volvió a encender la corriente eléctrica. Las convulsiones del prisionero se volvieron más violentas, casi inhumanas. Los presentes observaban la escena en silencio, conscientes de que cualquier intervención podría convertirlos en el objetivo de la furia desatada del pelinegro.

Tom se había transformado en un ser consumido por la violencia, una bestia salvaje que buscaba respuestas a través del dolor ajeno. Todos notaron el cambio en su líder. Antes, su violencia era calculada, pero ya no era de esa manera. El alemán estaba cegado por el deseo de venganza.

—Así que no quieres hablar....—Tom agarró el martillo de la mesa y subió las mangas de su camisa holgada. Una sonrisa sádica apareció en su rostro justo antes de levantar el arma.—Ya veo, en ese caso, tendrás que abrir el hocico a mi manera.

Sin decir nada más, dejó caer el martillo sobre su muslo con fuerza. Un crujido sordo, seguido de un grito desgarrador, resonó en la habitación. Tom levantó el arma una vez más, ahora apuntando a las costillas del hombre. Gally intercambió miradas con Christopher, pero este último se mantuvo impasible.

Los golpes cayeron sin piedad, primero en sus extremidades, luego en el torso, y finalmente en su rostro. La sangre comenzó a manchar el suelo de concretó, mezclándose con el sudor y las lágrimas del hombre. Ni siquiera sus gritos de agonía pudieron detener a Tom, ya nada podía hacerlo.

—¡Te diré lo que quieres saber!—El rehén, sin opciones ni salidas, decidió romper el silencio. Ese grito le había arrancado la poca fuerza que conservaba. Sentía que perdería el conocimiento en cualquier momento, y que no volvería a despertar.

Tom dejó caer el martillo al suelo y con mano firme, apretó las mejillas del hombre, obligándolo a levantar la cabeza y mirarlo a los ojos. Christopher le alcanzó un mapa arrugado, mismo que su líder le arrebató para mostrárselo al enemigo.

𝔸𝕡𝕒𝕣𝕚𝕖𝕟𝕔𝕚𝕒𝕤 𝕀𝕀 ; 𝕋𝕠𝕞 𝕂𝕒𝕦𝕝𝕚𝕥𝕫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora