Capítulo 32 (Parte II)

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Narrador

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Narrador

El dolor punzante en el brazo de la pelinegra se intensificaba con cada segundo que pasaba. La sangre brotaba de la herida de bala, descendiendo en un flujo constante que recorría su piel, hasta gotear en la punta de sus dedos.

Con la respiración entrecortada y el corazón martilleando en sus oídos, apretó la venda improvisada contra su brazo, intentando detener el flujo de sangre. Los dedos temblorosos apenas le respondían, pero sabía que debía apresurarse.

A su alrededor, el polvo en el aire era denso, levantado por la caída de varios escombros viejos que habían cedido bajo la fuerza del impacto. Las piedras y los pedazos de concreto cubrían el suelo, mientras un agujero enorme se había abierto en el piso a pocos metros de ella, revelando los cinco pisos de abajo como una boca abierta al vacío.

Sus ojos, todavía nublados por el dolor, recorrieron el desastre en busca de algo o alguien. Entre el polvo que flotaba en el aire, logró distinguir una silueta. El rubio. Estaba allí, moviéndose entre los escombros, su figura apenas era visible en medio del caos.

Ryan levantó el arma con calma, apuntando brevemente hacia arriba antes de inclinarla para observar la punta del cañón. Con una tranquilidad casi despreocupada, sopló el humo que aún salía de ella, dejando escapar un suspiro apenas audible.

Sin apartar la vista de ella, Ryan deslizó la pierna hacia un lado y empujó un trozo de madera astillada que había caído cerca de sus pies, quitándolo de en medio con un movimiento casual pero controlado.

—He intentando responder una pregunta durante tres años. Una pregunta que suena bastante irónica para la situación. ¿Y cuál es la razón? Es simple, no terminó de entender por qué te usaste de carnada la misma noche que Tom fue envenenado...—Ryan caminó lentamente, sin intenciones de usar su arma hasta escuchar una respuesta por parte de la chica.—Tampoco comprendo por qué tu amor por él no cambió, a pesar de que fue el causante de la muerte de Abraham. Un hombre que amabas demasiado, y que ese imbecil asesino delante de ti.

Alessandra sintió una punzada en el pecho al escuchar las palabras de Ryan. Sus manos temblaron por un breve instante antes de que apretara los puños con fuerza. Sin pedirlo, recordó como la sangre esparcida en el suelo, densa y oscura, formaba un charco alrededor del cuerpo de Abraham.

La imagen estaba grabada en su mente. El frío en la mirada de Tom, mientras la cabeza de aquel hombre se destrozaba con cada impacto. No había ni un indicio de arrepentimiento en sus ojos, solo un vacío que la consumía de rabia y dolor. Pues claro, Abraham llevaba una gran parte de la culpa en el asesinato de Simone.

—No te debo ninguna respuesta...—respondió, con la voz baja pero firme, casi un susurro cargado de veneno. Su mirada se endureció mientras tomaba aire, preparando las palabras que sentía que debían ser dichas.—Abraham… fue un hombre que cometió demasiados errores por su lealtad a Zack, y eso le costó la vida.

𝔸𝕡𝕒𝕣𝕚𝕖𝕟𝕔𝕚𝕒𝕤 𝕀𝕀 ; 𝕋𝕠𝕞 𝕂𝕒𝕦𝕝𝕚𝕥𝕫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora