Capítulo 10

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Alessandra

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Alessandra




Estaba parada en el interior del elevador, justo detrás de aquel hombre imponente y serio. Dylan era alto, bastante. Por más extraño que sonará, me recordaba a Zack. Incluso al padre de los gemelos.

Observé detenidamente la cicatriz en línea recta que atravesaba su nuca, lo cual me intrigó. La situación me parecía irreal, era demasiado para procesar. Ni siquiera podía ver a Dylan como una figura paterna.

Mientras el elevador se desplazaba, mis ojos se dirigieron hacia los vidrios que rodeaban el habitáculo. La luz exterior se filtraba a través de ellos, permitiéndome ver los subniveles. Nunca me imaginé que la base de los desterrados estaría bajo tierra.

—Puedes preguntar lo que quieras, Alessandra. Estoy dispuesto a responder tus dudas, incluso las más simples—Dylan me miró de reojo, con el rostro relajado y las manos en sus bolsillos delanteros.—Si prefieres mantener distancia, lo entenderé. La confianza es algo sagrado en estos días.

—Exactamente, ¿quienes son los desterrados?—Levantó la comisura de sus labios al escucharme. Sabía que quería iniciar una conversación conmigo, aún sin saber de qué manera.

—Personas que perdieron seres queridos en manos de la corte. Puedes imaginar cualquier situación, porque existen miles de historias realmente lamentables—Sus acompañantes no se inmutaron ni un poco. Aunque ya no me sorprendía ver el nivel de inhumanidad al que todos habíamos llegado.—Una joven de quince años vio morir a su madre cuando tenía siete años. Su familia tenía poder dentro de la clase alta, y gracias a esto se convirtieron en un blanco para los soldados de la corte. La mujer fue torturada frente a su hija porque se negó a revelar dónde se ocultaba su marido.

Tragué saliva en secó, y me obligué a romper el contacto visual con él. No entendía de donde sacaba el coraje necesario para hablar con tanta naturalidad de un tema que a mi me generaba náuseas. 

—Y todo para qué al final del día sus asesinos recibieran dinero sucio y un lugar asegurado en la clase alta—Los dientes de Dylan rechinaron debido a la precisión que ejerció en ellos. Había olvidado por un momento con quien hablaba.—El mundo es injusto, porque castiga a los inocentes y premia a los verdaderos culpables.

Salimos del elevador en silencio, sin intercambiar una sola palabra. Varias personas caminaban de un lugar a otro. Algunas de ellas llevaban batas médicas, otras ropa deportiva, y los restantes trajes de combate perfectamente ajustados a sus siluetas.

Seguía pensando que los paliacates eran su principal distintivo, y una manera de clasificarlos dentro de su grupo. Me sorprendía que Tom fuera la razón principal por la que los desterrados existían. Era aún más difícil de asimilar cuando comparaba a Tokio. La pandilla no fue ni siquiera la mitad de esa asociación.

—Tom buscaba crear a un grupo de asesinos que estuvieran dispuestos a cometer las peores atrocidades con un simple fin... y ese era la venganza—Dylan se colocó a mi lado, sin apartar su mirada de la mía. No podía sentirme más incómoda con toda la atención que estaba recibiendo. Eran demasiadas personas las que se estaban dando cuenta de mi presencia, y eso no me gustaba.—Esta gente encontró un motivo para levantarse y dejar el miedo de lado después de que él decidiera tomar un puesto que yo abandoné. Sabía que Tom se convertiría en una verdadera amenaza desde el día en el que despertó del coma.

𝔸𝕡𝕒𝕣𝕚𝕖𝕟𝕔𝕚𝕒𝕤 𝕀𝕀 ; 𝕋𝕠𝕞 𝕂𝕒𝕦𝕝𝕚𝕥𝕫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora