Capítulo 28

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Tom

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Tom


La frialdad de la sala me golpeaba como una bofetada en el rostro, y podía sentir las miradas de mis subordinados clavadas en mi espalda. Todo estaba en silencio, excepto por el zumbido lejano de las luces fluorescentes y el sonido sordo de mis propios pensamientos. Mis ojos se posaron en la bandeja con las herramientas de tortura, cada una cuidadosamente seleccionada y dispuesta.

La llave inglesa destacaba entre ellas. La agarré con firmeza, sintiendo su frío contra mi piel, y la presioné sobre mi mano, dejando que el dolor físico se mezclara con el dolor emocional que había llevado dentro durante tanto tiempo.

Había esperado tanto por ese momento. Había esperado poder vengar todas las vidas que mi peor enemigo se llevó, todas las familias que destrozó y todos los pecados que cometió. Las imágenes de aquellos a quienes había perdido desfilaban ante mis ojos, cada rostro era una llama que alimentaba mi furia.

Me di la vuelta y me acerqué a Luc. Incluso en ese estado, molido a golpes y amarrado a la silla, me miraba con esa maldita arrogancia, una sonrisa en sus labios que mostraba su hilera de dientes. Sus ojos brillaban con una mezcla de desafío y desprecio, como si aún tuviera el control de un dios.

—¿Esto es todo lo que tienes, Tom? Creí que serias más creativo. Ya sabes, tus métodos de tortura son todo un caso...—Luc se inclinó hacia adelante lo mejor que pudo debido a las ataduras. Su voz, aunque débil por los golpes, llevaba una burla clara.

La ira burbujeaba dentro de mí, pero la mantuve controlada. No quería darle el placer de verme perder el control. Me acerqué más, hasta estar justo frente a él, y dejé que nuestras miradas se encontraran. Su confianza desbordante era como un veneno, y sabía que tenía que romperlo.

—Crees que eres duro, ¿no? Bueno, quiero ver cuanto te dura el placer—hablé en un tono bajo, cargado de emociones contenidas que estaban fuera de si. Su risa fue breve, aunque suficiente para desatar todo control en mi cuerpo.—Mataste a mi amigo y heriste a la mujer que amo. Te voy a lastimar de una manera que no puedas imaginar. Y voy a disfrutar cada minuto de ello.

Sin decir una palabra más, levanté la llave inglesa y la dejé caer con toda mi fuerza sobre su rostro. El primer golpe resonó en la sala, un sonido sordo y húmedo que hizo que algunos de mis hombres dieran un paso atrás. La sangre brotó de inmediato, pero no me detuve. Cada golpe que seguía se sentía como una liberación, una forma de expulsar todo el odio y el dolor que había acumulado durante años.

Mi mirada se oscureció, y toda emoción se desvaneció de mi rostro. La rabia se convirtió en una necesidad cruda de verlo sufrir, de hacerle pagar por cada vida que había destruido. Golpe tras golpe, sentía cómo mi ira crecía, cómo la necesidad de justicia se transformaba en una sed de venganza implacable.

Luc intentó mantener su sonrisa, pero con cada impacto, su expresión de arrogancia se desmoronaba. Su rostro, desfigurado por los golpes, se convirtió en una masa de sangre y huesos rotos. La visión de su sufrimiento, de su impotencia, alimentaba mi furia.

𝔸𝕡𝕒𝕣𝕚𝕖𝕟𝕔𝕚𝕒𝕤 𝕀𝕀 ; 𝕋𝕠𝕞 𝕂𝕒𝕦𝕝𝕚𝕥𝕫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora