Capítulo 32 (Parte I)

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Nueva York, Primavera 2005Perspectiva Alessandra

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Nueva York, Primavera 2005
Perspectiva Alessandra



Alessandra sentía sus manos temblar incontrolablemente, como si su cuerpo ya no le perteneciera. Todo a su alrededor parecía extraño. Los murmullos de las voces, los susurros y el sonido del ambiente eran ecos lejanos, distorsionados a su alrededor. Repentinamente, levantó la mirada y notó cómo su padre la observaba de reojo.

Su mirada, fría y distante, la atravesó como una cuchilla. Intimidada por Zack, sus ojos se movieron rápidamente hacia otra figura en el lugar. Allí estaba Joel, rodeado por los guardaespaldas de su padre. Su postura estaba tensa, su rostro era una mezcla de miedo y resignación.

Zack se había transformado en un hombre consumido por la venganza. La noticia de la violación sufrida por su hija en aquel hospital lo sumergió en una rabia fría y calculada. Desde ese instante, no hubo descanso para él. No hasta que encontró a Joel al ser uno de los principales culpables.

Por su parte, Alessandra se había distanciado de todo, apartándose de la vida que alguna vez conoció. Había tomado la decisión de dejar atrás a la chica que fue, a aquella rubia que había sido víctima, para transformarse en algo mucho más implacable. Por lo que comenzó sus entrenamientos con Abraham en el momento que sus piernas sanaron.

El padre de Alessandra caminó hacía ella con pasos firmes y cuando estuvo lo suficientemente cerca, le extendió el bate sin decir una palabra al principio. La atmósfera se llenó de una tensión espesa, como si el aire mismo hubiera dejado de circular mientras ambos intercambiaban miradas.

—Si quieres sobrevivir en este mundo, no debes tener piedad. Te encontrarás con muchos individuos como Joel, muchos monstruos que intentarán acabar contigo... y por eso, no debes permitir que el miedo te domine.

El significado detrás de sus palabras era claro. Zack no solo le estaba pidiendo que tomara justicia en sus propias manos, sino que le estaba enseñando la cruel lección de que, en su mundo, la compasión era una debilidad. Alessandra sintió el frío metal del bate cuando lo tomó de las manos de su padre, con su mente inundada por una mezcla de emociones.

La rubia comenzó a caminar hacia el hombre. Sentía cómo la mano que sostenía el bate temblaba, un temblor involuntario que la invadía, recordándole aquella noche en el hospital. Era el mismo temblor que había sentido cuando tomó el trozo de vidrio, con las manos ensangrentadas y temblorosas, para apuñalar a su violador.

Dentro de ella, una pequeña parte, un resquicio de la antigua Alessandra, aún luchaba por salir a la superficie. Esa parte, que una vez había sido capaz de perdonar, incluso a la ciudad que la culpó injustamente del asesinato de Simone, aún trataba de aferrarse a algún tipo de humanidad. Pero esa parte de ella, esa última chispa de compasión, de misericordia, sabía que iba a morir esa noche.

𝔸𝕡𝕒𝕣𝕚𝕖𝕟𝕔𝕚𝕒𝕤 𝕀𝕀 ; 𝕋𝕠𝕞 𝕂𝕒𝕦𝕝𝕚𝕥𝕫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora