Capítulo 5

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Helena

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Helena





Mis ojos se posaron en él, nuestro líder. Su figura destacaba en la multitud, como un faro en medio de la tormenta. No recordaba la última vez que vi alguna señal de emoción en su rostro. El líder de los barrios bajos no se comparaba con ese nuevo Tom, tan inhumano y grotesco.

—Ten piedad... por favor... mis hijas me esperan en casa.

Una sonrisa notoria se formó en mis labios al escuchar los gritos del cerdo chillón, me encantaba ser testigo del dolor ajeno y las súplicas. Los soldados de la corte merecían mucho más que la muerte.

—No te di permiso de hablar, bastardo.—Tom limpió su cuchillo, ese mismo que acababa de usar para contarle una oreja a nuestro juguete de feria.—Vuelve a rogarme y te arrancaré la lengua de la boca con mis propias manos. Los imbeciles como tu me provocan nauseas. ¿Piensas que cambiaré de opinión al saber que tienes familia?.—Una risa seca se escapó de su boca, esa que siempre estaba en línea recta.—Tus víctimas también tenían familia y eso no cambió las cosas. Que situación tan lamentable, esperaba más de ti al ser un alto mando.

La hoja del arma se hundió en el estómago del anciano en un rápido movimiento. Mis subordinados no se inmutaron, ni siquiera cuando escuchamos con claridad el sonido de la carne al ser cortada.

—¿Recuerdas a los chicos que tus amigos secuestraron en Leipzig? Esos mismos que descuartizaron y colgaron de un puente como si fueran pinturas en exhibición....—Mi sonrisa se desvaneció de golpe, sabía que Tom seguía sin olvidar a las personas que le arrebataron la vida a uno de sus mejores amigos y eso volvía el asunto más personal.—Si, claro que lo recuerdas porque fuiste cómplice y testigo del asesinato de Alec. ¿Por qué no nos divertimos un poco y volvemos a los viejos tiempos? Quiero que experimentes el mismo dolor que mi mejor amigo, quiero que me supliques hasta que tu garganta se sequé y la última gota de sangre abandoné tu cuerpo.

—No, no, no, no.—Un grupo pequeño se acercó hacía nuestro enemigo y lo empujó con fuerza, provocando que cayera al piso. Todos se abalanzaron contra él y agarraron sus extremidades para inmovilizarlo por completo.—¡¡Te daré información, revelaré la identidad de mis superiores si es lo que quieres, pero por favor, no me mates!!.

—No me interesa tu ayuda, mi gente ya se encarga de investigar a la corte por su cuenta. ¿Acaso crees que llegamos a esta jodida ubicación por casualidad?.—Tom agarró las pinzas de arranque que un chico le entregaba, el imbecil terminaría con los organos quemados.—Nosotros no buscamos la aprobación ni el respeto de los ciudadanos como es el caso de las luciérnagas. ¿Por qué no le dices la razón, Helena?.

Me crucé con los ojos sombríos de mi jefe casi de inmediato. Su mirada intensa y penetrante me provocaba una extraña sensación en el estómago. Era como si pudiera leer mi mente.

𝔞𝕡𝕒𝕣𝕚𝕖𝕟𝕔𝕚𝕒𝕀 𝕀𝕀 ; 𝕋𝕠𝕞 𝕂𝕒𝕊𝕝𝕚𝕥𝕫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora