Capítulo 4

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Yugo, el Rey Selatrop, vio cómo su pequeña subordinada y protegida ocultaba el resplandor de las lágrimas en su rostro, antes de atravesar el portal.

-El placer ha sido mío, Mi Rey.

El portal de la jovencita desapareció y la vio juntarse con los otros morados y darles instrucciones.

Bien, ahora podía enfocarse en la extraordinaria criatura delante suyo.

Salida de alguna leyenda ancestral, su hermosa reina había mostrado la apariencia más cercana a su corazón, su esencia. ¡Y, oh, por la gran diosa que era su madre, si no le sentaba de maravilla!

Lo que no le agradaba era que sus ojos de brillante verde y su expresión de éxtasis estuviesen completamente vacíos, en algún lugar inalcanzable en la que su mirada pasaba a través de él.

Él había visto antes esta transformación, cuando se vinculaba con el árbol de la vida y el bosque mismo, o aquella vez en que había recibido un golpe directo de wakfu, de camino al Zinit; pero nunca a esta escala. Pero una cosa era segura: su Amalia estaba aún ahí, en alguna parte de su subconsciente.

-¿Amalia? – rozó la mejilla femenina con su pulgar, tenía una liana enroscándose junto a su ojo y surcando su frente – Querida, soy yo, Yugo. Me reconoces, ¿verdad?

El rostro de ella se ladeó levemente, pero no hubo más reacción.

Hora de aplicar algo de la persuasión que había usado con el bosque.

-Vamos, cariño – envió un menudo impulso de su wakfu, a través del contacto de su piel – siénteme, me conoces muy bien.

La silueta se estremeció y por primera vez, pareció enfocarse en él, aún sin verlo. La sonrisa en sus labios llenos se extendió de puro gozo, con una alegría tan infantil que era incluso nostálgica.

Las estructuras que se habían arremolinado a su alrededor también se habían estremecido, y las lianas comenzaron a descender alrededor de él. Las puntas de las ramas rozaron su cabeza, el relieve de su capucha y otras se estaban enroscando tímidamente por su pecho y extremidades. Una de ellas se colocó sobre su hombro y rozó su mejilla, con él mismo cuidado con que él sostenía la de ella.

No pudo evitar sonreír e inclinarse ese toque moteado con florecillas:

-Hola, preciosa, también te extrañé. Mírate, eres magnífica. – Se puso serio – Pero necesito que vuelvas conmigo ahora, te necesitamos.

Más ramas descendieron. Si no se apuraba, comenzarían a retenerlo, y aunque no le lastimasen, no podía permitirse dejarse inmovilizar, y aunque pudiese zafarse, si intentaba hacerlo, le haría daño a ella.

Puso ambas manos en su rostro, incitándola a mirarlo, una enredadera ya se había aferrado a la tela azul ceñida a su antebrazo:

-Amalia, cariño, tienes que venir conmigo, tu bosque te necesita. Sé que se siente vigorizado por la energía, pero solo tú puedes ayudarlo a recuperarse realmente. Vamos, amor, esto es lo que deseas.

Hubo otra señal de reconocimiento, al tiempo que la hiedra se adhería a su muslo con un poco más de fuerza y la que rodeaba su abdomen comenzaba a frotar los músculos que se abultaban allí.

Maldita sea, esto definitivamente no lo haría sonrojar, mucho menos si la punta estaba descendiendo hacia el sur...

En todo caso, envió otro leve pulso de su wakfu cuando dijo con más firmeza:

-Tienes que dejarla ir. Tendrás tiempo para compartir con ella tu sentir, luego, pero esta es la oportunidad que no podemos perder.

Dos gráciles manos color canela sostuvieron su rostro. Las palabras fueron dichas directamente a su mente:

Wakfu: CollisionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora