Estaba teniendo uno de esos sueños. Se había acostumbrado a ellos desde entrada la adolescencia, al menos mentalmente. Saber en qué momento había pasado los viajes y situaciones más alocadas, ya sea con sus amigos, o personas que no recordaba haber conocido, a que una hermosa chica de cabello como la vegetación más esplendorosa, tez como la madera oscura de los árboles y los ojos castaños más encantadores, comenzase a invadir sus momentos de descanso. Tan usuales eran sus muestras de cariño cuando estaba despierto, que al dormir, las aceptaba y hasta las esperaba. Tal vez había sido una forma de recrear sus recuerdos más agradables, en principio; pero eventualmente comenzó a escalar a aquellos deseos que ni él mismo era consciente.
Esos besitos cariñosos se habían vuelto cada vez más atrevidos, y esos tiernos abrazos, más largos y candentes. El toque cada vez más íntimo. En su mente, él podría cubrirla por ser más alto y robusto, y disfrutaba de sus generosas curvas contra él. Le decía y hacía lo que realmente deseaba, sin restricciones o represalias.
Sabía que era un sueño porque ella le respondía exactamente lo que quería escuchar, y cuando no lo hacía, siempre terminaba recompensado. También se había acostumbrado a la desilusión que le abrumada al despertar y saber que aun así nunca, jamás ocurriría. A medida que su cuerpo se había quedado estancado en relación a su mente, había comenzado a abandonar toda esperanza.
Hasta que ya no quedase ninguna.
Sin embargo, este, de todos sus sueños, había sido el más vívido, el más... salvaje. Y como sabía que en cualquier momento iba a despertar, aprovechó y disfrutó cada segundo, sintiendo que la tenía a ella y al resto del mundo a su merced, que ella podría tenerlo siempre que quisiera. Ya tendría tiempo de lidiar con el comienzo de otro día y verla a los ojos sabiendo que aquello se quedaría en sus fantasías, lejos de su conocimiento, o arriesgarse a que lo mirase como un depravado, que se la imaginaba en las situaciones más candentes.
Otro día de miradas acusadoras, de propios y extraños desaprobando su relación, de lidiar con cuanto reclamo de otros reinos los abrumasen, de no saber si su propuesta, lo que tanto deseaba pedirle sería bien recibida...
Sí, así estaba bien, gozaría todo lo que pudiese mientras permaneciese dormido...
Solo que no recordaba haberse ido a dormir. Y una punzada de agudo dolor le estaba taladrando la parte posterior del cráneo, en el momento en que dio el primer parpadeo.
Hizo una mueca, la claridad lo cegó por un instante y el malestar empeoró. Su estómago se estaba retorciendo, y tal vez eso que sentía eran náuseas.
Y tenía un suave peso enrollándose en su costado. Uno bastante curvilíneo.
-Buen día, rayito de sol – la melosa voz femenina en su oído lo hizo abrir los ojos como platos – creí que nos habíamos desecho de la costumbre de dormir hasta el mediodía.
Lentamente, con el corazón disparándose a mil, movió la mirada hacia el sonriente rostro recostado sobre su hombro.
-A... – tragó con fuerza – Ama... Amalia... ¿qué...?
-¿Qué hago en tu habitación? – alzó las cejas, pestañeando en gesto inocente.
-Q-Qué...
Más bien quería preguntar qué hacía en su cama, pero...
-Me hiciste prometer que me quedaría contigo, que no me iría a ninguna parte – levantó la mano para echar algunos mechones de cabello rubio oscuro hacia atrás de su oreja – y yo te prometí que estaría aquí cuando despiertes – dudó – ¿recuerdas eso?
¿Recordar?
Un flashazo de ella sentada a horcajadas sobre él lo atravesó.
Los colores se le subieron al rostro.
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Wakfu: Collision
FanfictionCon las secuelas del ataque de los necromos aun cicatrizando, solo queda una cosa por hacer: terminar de sanar. Más responsabilidades le esperan al Rey Selatrop. Ahora adulto y con su rol asumido, está decidido a velar no por uno, sino por los que a...