Capítulo 47

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Así que esta era la mejor forma de conseguir que se acercara. Pensó Yugo, conteniendo su sonrisa.

El destello de la energía de Chispita lo había despertado de sus cinco minutos de descanso sobre el escritorio, pero mantuvo los párpados cerrados. A través de ellos y tan cerca de su rostro, su silueta era aún más clara y titilante.

La había visto revolotear con cautela, tantear los objetos esparcidos por ahí, levitar alrededor de él, tal vez examinándolo también, dar menudos y cuidadosos pasitos sobre la superficie de madera, quizá para no despertarlo...

Luego acercarse a su rostro y echarse ahí, casi rozando su nariz.

Tal y como ella había hecho, él esperó, y esperó. No abrió los ojos hasta estar completamente seguro de que estaba dormida. Solo entonces, con la misma cautela y sin mover un músculo, comenzó a parpadear, dejando solo una hendidura abierta.

Tan pequeñita. Tan bonita.

Aunque su piel era del puro resplandor del wakfu puro, de seguro sus regordetas mejillas estaban sonrojadas, mientras hacía ese arrullo al respirar.

Había venido a él.

Aún si había sido de esta forma, había decidido salir de su escondrijo y quedarse a su lado, consciente de que él podría despertar en cualquier momento, y quedaría expuesta, una vez más.

Una solitaria lágrima se escapó de uno de los ojos de Yugo y al caer a la mesa, le humedeció las hebras de su cabello. Tantas ganas tenía de comprender a esta magnífica criaturita, de borrar todo el temor que pudiese llevar consigo, aún si fuese generado por él mismo.

¿Realmente era generado por él mismo?

¿Estaba bien sentirse como si esa brecha entre ellos se estuviese reduciendo?

Levantó la mano, con mucho cuidado, y con el dorso de los dedos, rozó la menuda y regordeta mejilla, no lo suficiente como para que ella lo sintiese, pero sí para sentir el suave calor que emanaba.

Entonces, pensó en la "llamarada" que tanto ella mencionaba.

Activando su visión de wakfu, examinó el wakfu emanando de su mano, contra el de ella.

Dioses, eran prácticamente idénticos, como si esa titilante presencia fuese una copia en miniatura de sí mismo, aunque no fuese más grande que la palma de su mano.

Su mano.

Ciertamente el flujo de su wakfu podría parecer una especie de fuego a la vista de una criatura que está intentando comprender el mundo. Él estaba tan acostumbrado a ello que nunca se lo cuestionó si quiera.

Cerró los ojos, y se acercó a ella, dejando que más lágrimas se escaparan.

Lo siento tanto, Chispita.

No supo que lo había susurrado, hasta que ella se revolvió y parpadeó. Antes de poder detenerse, él ya había hecho lo mismo.

Ambos pegaron un brinco al mismo tiempo, y Chispita salió volando a su escondrijo por pura inercia, mientras Yugo se levantaba, tropezando con todo:

-¡Espera! ¡Auch! – casi cae al golpearse la espinilla y farfulló. – ¡Venga ya, no otra vez!

Al incorporarse, comprobó con abatimiento que, al igual que siempre, había vuelto a ocultarse entre las flores en la hiedra.

-Espera – exhaló, completamente derrotado – por favor... No voy a – maldición, el sólo tener que decirlo en voz alta dolía, – no voy a hacerte daño.

Pero claro, ¿qué más podría esperar? Como si par de jueguitos pudiesen hacer desaparecer un temor que venía directamente de su esencia, de lo que él representaba para ella, y para el mundo.

Wakfu: CollisionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora