Capítulo 25

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-Aquí fue donde comenzó todo – dijo la princesa Amalia, viendo al horizonte con una sonrisa con tintes de nostalgia.

-¿Aquí? – dijo el pequeño Yugo, contemplándola de soslayo.

El atardecer estaba llegando a su fin y los últimos matices rojo y naranja en el cielo estaban empezando a desvanecerse sobre el reino sadida, para dar paso al manto nocturno. Los dos chicos habían pasado el resto de la tarde holgazaneando en la entrada del árbol de la princesa sadida, hablando trivialidades, bromeando de vez en cuando y disfrutando de la vista y la brisa fresca que el bosque les prorcionaba.

El joven selatrop se había quedado entre los brazos de su amiga, sentado en su regazo, ya que ella se había negado a dejarlo ir y él tampoco tenía ganas de apartarse. Disfrutaba de su presencia envolviéndolo, de sus constantes mimos, su olor, ese aroma que parecía venir del bosque, pero era de ella. Estaba frotándole el sombrero cuando ella asintió:

-Es donde vi la visión de sadida, la profecía que me llevó a Emelka – hizo una breve pausa – a conocerte.

Había una profunda emoción en aquellas palabras, pero a él le costó descifrarla:

-Oh... aquí fue...

-Había discutido con mi hermano, otra vez – lo abrazó con más firmeza, como si necesitase aferrarse a algo para continuar – había sido especialmente feo. Otra vez volvía a reclamarme por algo que había hecho y a acusarme de no cumplir con mi deber apropiadamente.

Pudo sentir que había enterrado el rostro en su gorro, y él tomó los antebrazos sobre su pecho, con intención de apoyarla.

-¿Y viniste aquí? – murmuró, incitándola a continuar.

-Huí.

La elección de palabras le encogió el corazón:

-Buscaste refugio acá.

-Escapé de las críticas de mi hermano y me escondí aquí. Eva vino a buscarme al tercer día. – El significado de esas palabras calaron en él, pero la dejó continuar – No quería volver, no me sentía capaz de volver a enfrentarme a él, o a la corte, o a nadie más, no me sentía capaz de ver a mi padre a los ojos sin encogerme de vergüenza. Nunca había extrañado tanto a mi madre. Recé y recé a Sadida con todas mis fuerzas que pasase algo para no volver – otra larga y significativa pausa – hasta que ocurrió.

Yugo esperó, sus ojos se habían iluminado con humedad:

-¿Qué fue lo que viste?

Se tomó su tiempo para responder:

-Sadida me habló, contándome sobre el Bosque Prohibido y la misión que me esperaba allá. El resto es historia: me fugué de mi reino, mi propio hogar, y arrastré a Evangeline conmigo.

Él sonrió con aprehensión:

-Ya veo – se reclinó contra ella – sé que suena egoísta, pero me alegra que lo hayas hecho. No me imagino haber hecho este viaje sin ti – se ruborizó – quiero decir, sin ustedes.

Lo apretujó, frotando la mejilla contra su cabeza:

-La verdad, yo también. Aunque sé que estuvo mal, no he podido conseguir arrepentirme. Todo mi mundo cambió en el momento en que te conocí... que os conocí, y emprendimos nuestra búsqueda.

-Apenas me conociste y decidiste unirte a nosotros. Conociéndote, no creo que haya sido solo una excusa para no volver.

-¡Claro que no, bobito! – le hizo cosquillas, a lo que él soltó una risita – Estábamos destinados a encontrarnos. No fue casualidad que justo hubieses descubierto tus poderes y comenzaste tu misión, coincidió con nuestra llegada y el ataque de los polters del Roble Blando. Aún lamento su pérdida, y el Árbol de la Vida, también.

Wakfu: CollisionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora