Capítulo 21

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Amalia estaba contemplando fijamente a Yugo, quien estaba entre beber la infusión sin quemarse, y echarle un vistazo esporádico a su escrutinio, entre pequeños sorbos. Por detrás del humeante líquido, su mirada avergonzada se clavaba en ella un segundo, y luego fingía centrarse en su taza.

-¿Seguro de que no quieres que te lo dé yo? – soltó ella de repente, a lo que él se atragantó.

Entre una tos seca, su rubor se extendió y mantuvo los ojos apartados:

-E-E-Estoy bien – se limpió con el dorso de su mano libre.

Ante esto, ella apretó los labios en un mohín:

-¿Vas a seguir evitándome?

-N-No te estoy evitando...

-Apenas puedes mirarme.

Continuaba retraído, viendo a algún punto lejos de ella:

-¿Cómo puedo hacerlo, después de lo que me has dicho...?

-¿El qué? ¿Lo coqueto que eres después doce barriles de leche de bambú? ¿O que solo entonces eres capaz de decirme lo que realmente sientes?

Él seguía tensándose con cada palabra de ella, y sintió como si él estuviese deseando enterrar la cabeza en algún lugar, para ocultar el sonrojo que, si es que era posible, aumentaba cada vez más.

-Yo... lo siento...

-¿Y ahora de qué te disculpas? ¿De todo lo que me dijiste, o de no poder decírmelo cuando estás sobrio?

Esperó a que respondiese.

Y esperó...

Cuando creyó que no lo haría, él dijo:

-No quería que te sintieras... incómoda.

-¿Incómoda de qué? – se cruzó de brazos, sin intenciones de darle tregua – ¿de que siempre has sentido más por mí de lo que quieres aparentar? ¿De que no soy la única que se ha estado reprimiendo todo este tiempo? – sus ojos se humedecieron – ¿de que no soy la única que desea algo más entre nosotros sin importarle las apariencias? – lo miró debajo del ceño fruncido – ¿o vas a decirme que fue un error... otra vez?

Lo vio tensarse, pero esta vez, fue diferente. Supo que estaba recordando lo mismo que ella.

-No – dijo él, sonando más firme – no volveré a decir eso. Nunca más, no cuando se trata de lo que siento por ti.

Amalia no tenía intención de dejarse tocar por esas palabras, pero de todas formas la alcanzaron:

-¿Entonces? – apretó los labios, preparándose para lo que vendría a continuación.

-El error en ese momento, sin importar lo que haya dicho, no fue haber sucumbido a mis emociones, a pesar de que me prometí a mí mismo no hacerlo – al alzar la vista, sus ojos se habían iluminado con humedad – sino haberte puesto en una situación tan injusta. Desde el momento en que descubrí mis sentimientos y supe que no eras para mí, también supe que no podía hacerte algo así, aunque tuviese que guardar lo que llevaba en mi corazón el resto de mi vida. Te merecías alguien que pudiese ofrecerte lo que yo no. Abrumado por la inseguridad y la impotencia, lejos de evitarte el dolor, terminé ocasionándotelo, y llevo ese peso en mi alma. No tengo excusa, ni derecho a tu perdón.

Ella se abrazó a sí misma, pero ya no podía darse chance de preguntarse si era el mejor momento para dejar caer otro de los pesos que su corazón había estado aguardando, clavado como una dolorosa espina:

-Y... - se aclaró la garganta – ¿lo que dijiste después?

Él alzó el rostro, genuinamente confundido:

Wakfu: CollisionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora