La clase de literatura estaba en pleno apogeo, las palabras de Shakespeare resonando en las paredes del aula de Nevermore. Enid estaba sentada en su lugar habitual, cerca de la ventana, su cuaderno abierto pero su mente divagando lejos de los sonetos del Bardo.
Ajax entró en el aula, su presencia inmediatamente palpable. Se acercó a Enid con una sonrisa confiada. "¿Puedo sentarme aquí?" preguntó, señalando el asiento vacío junto a ella.
Enid levantó la vista, encontrándose con sus ojos. Por un momento, la tentación de decir que sí brilló en su mirada, pero entonces recordó su acuerdo con Wednesday. "Lo siento, Ajax," dijo con firmeza, "voy a sentarme con mi novia hoy."
La sorpresa cruzó el rostro de Ajax, pero antes de que pudiera responder, Wednesday apareció a su lado. Con un movimiento lento y deliberado, tomó la mano de Enid, entrelazando sus dedos con los suyos. "Vamos, Enid," dijo con una voz que no dejaba lugar a dudas.
La clase pasó en un susurro de páginas y palabras poéticas, pero para Enid y Wednesday, era como si estuvieran en su propio mundo, un espacio compartido marcado por el contacto de sus manos.
Cuando la campana finalmente sonó, liberándolos de la atadura de la literatura, se levantaron juntas. Mientras salían del aula, Wednesday se volvió hacia Enid con una expresión inescrutable. "No era eso lo que querías, ¿no entiendo? Que Ajax se te acerque."
Enid miró hacia atrás, donde Ajax aún estaba parado, una mezcla de confusión y deseo en su rostro. "Sí," admitió, "pero tú aún no terminas tu novela, ¿no? Además, quiero que sufra otro ratito."
Llegaron a la biblioteca, un santuario de conocimiento y silencio. Se dirigieron a una mesa apartada, donde la luz del sol aún alcanzaba a bañar los libros con su calidez. Wednesday soltó la mano de Enid y comenzó a sacar varios volúmenes de poesía y prosa.
"Vamos a estudiar algunas de estas obras," dijo, señalando los libros. "Puede que encuentres inspiración en las palabras de otros."
Enid se inclinó sobre los libros, su curiosidad despertada. Pasaron las horas entre susurros y páginas, cada poema y cada historia abriendo un nuevo mundo de posibilidades.
Cuando la biblioteca anunció su cierre, las dos jóvenes se levantaron, sus mentes llenas de ideas y sus corazones, quizás, un poco más cercanos de lo que habían estado al principio del día.
Mientras caminaban de regreso a sus habitaciones, Enid se detuvo y miró a Wednesday. "Gracias," dijo simplemente.
"No hay de qué," respondió Wednesday, permitiéndose una pequeña sonrisa. "Después de todo, somos socias en este... proyecto."
Enid sonrió a cambio, sintiendo que, a pesar de la farsa, algo real estaba creciendo entre ellas. Algo que no estaba lista para definir, pero que, sin duda, quería explorar.
Enid se acercó, su presencia un contraste con la quietud de la biblioteca. "¿Cómo va la novela?" preguntó, su voz un susurro en la vasta sala.
Wednesday levantó la vista, sus ojos oscuros reflejando la complejidad de su mundo interior. "Está progresando," respondió. "Cada día añado nuevas capas a la historia, inspirada en todo lo que nos rodea."
Enid asintió, su curiosidad despertada. "¿Puedo leer lo que has escrito?"
Con un gesto de asentimiento, Wednesday pasó las hojas mecanografiadas a Enid, quien las tomó con manos temblorosas. Mientras leía, las palabras de Wednesday cobraban vida, pintando un cuadro de amor y desafío que resonaba con la realidad que ambas estaban viviendo.
"Es... es hermoso," dijo Enid, su voz llena de admiración. "Y trágico, de alguna manera."
"La tragedia a menudo es la precursora de la verdad," murmuró Wednesday, su mirada perdida en algún punto distante.