Enid se acurrucó en su cama, sintiendo el peso de la tristeza en su pecho. Las lágrimas finalmente brotaron de sus ojos, deslizándose por sus mejillas como un río de emociones reprimidas. No podía entender por qué Wednesday había rechazado su dibujo. Había puesto tanto amor y esfuerzo en él, esperando que fuera un puente hacia sus corazones.
En su mente, las palabras de Wednesday resonaban como un cruel eco: "No me gusta". Se sentía humillada, herida e insegura. ¿Acaso no era suficiente para Wednesday? ¿Acaso nunca lograría traspasar esa barrera invisible que la separaba de su amada?
Un sollozo escapó de sus labios, seguido de otro y otro. Enid se sentía perdida y sola. Anhelaba el consuelo de Wednesday, su abrazo cálido, una palabra de comprensión. Pero en ese momento, Wednesday parecía tan distante como la luna en el cielo nocturno.
Wednesday, por su parte, se debatía con su propia desesperación. La imagen de Enid llorando la perseguía, atormentándola en la quietud de la noche. Sabía que había herido a la persona que más quería, pero el miedo y la incertidumbre la paralizaban. Quería acercarse, pedir perdón, pero ¿cómo hacerlo sin empeorar las cosas?
De repente, un sonido suave la sacó de su ensimismamiento. Wednesday se encontraba de pie junto a su cama, mirándola con una expresión indecifrable.
"Enid, yo no quise.. " comenzó Wednesday, pero Enid la interrumpió con un gesto de su mano.
"No tienes que decir nada, Wednesday. Ya está hecho," dijo Enid con frialdad, sin mirarla.
Wednesday sintió cómo el pánico se apoderaba de ella. "Pero yo... quiero arreglarlo. No quise..."
"¿No quisiste qué? ¿Herirme? Bueno, lo hiciste," replicó Enid, sus palabras afiladas como cuchillos.
Wednesday se quedó sin palabras, la disculpa muriendo en sus labios. Vio a Enid salir de la habitación, su espalda erguida y su paso decidido. Se quedó sola, corazón lleno de remordimientos.
Esa noche, la habitación en Ophelia Hall estaba más fría que nunca. Wednesday se acostó en su cama, mirando el techo y preguntándose cómo podía reparar el daño que había causado. Sabía que tenía que actuar, que tenía que tomar la iniciativa si quería salvar lo que tenían.
Pero ¿cómo hacerlo cuando cada intento parecía alejar más a Enid?
Al día siguiente, Enid estaba recostada en su cama, una revista abierta en sus manos, pero sus ojos no seguían las palabras. Estaba perdida en sus pensamientos, en el eco de la discusión que aún resonaba en su mente.
Wednesday se acercó con timidez, sosteniendo un pequeño dulce entre sus dedos. "Enid," dijo suavemente, "¿te gustaría... tal vez... ver algunos videos conmigo? Podríamos buscar esos de gente cayéndose, siempre te hacen reír."
Enid levantó la vista, su expresión indecisa. "Está bien," respondió, pero su voz carecía del entusiasmo habitual, haciéndole un lugar en su cama con una sonrisa forzada.
Wednesday sintió un nudo en el estómago, pero no se dejó desanimar. Se sentó junto a Enid y sacó el celular, navegando hasta encontrar una compilación de videos cómicos. Mientras los videos comenzaban a reproducirse, Wednesday tomó la mano de Enid y entrelazó sus dedos con los suyos, buscando su mirada.
Enid no apartó la mano, pero tampoco correspondió el gesto. Su atención parecía dividida entre la pantalla y el vacío.
Con un suspiro apenas audible, Wednesday se recostó en el hombro de Enid, su cabeza encontrando un lugar cómodo en la curva de su cuello. "Enid," murmuró, "lo siento. De verdad lo siento."
Pero Enid permanecía inmóvil, su cuerpo tenso. La Enid de antes habría reaccionado con una risa, habría girado para abrazar a Wednesday y compartir el momento. Pero ahora, solo había silencio.