.009

54 12 0
                                    

.

.

.

.

.

.

.

.

𝙲𝚑𝚊𝚙𝚝𝚎𝚛 .09

𝐓𝐔𝐑𝐐𝐔𝐈𝐀
𝑀𝑎𝑛𝑖𝑠𝑎 - 𝑃𝑎𝑙𝑎𝑐𝑖𝑜 𝑝𝑟𝑜𝑣𝑖𝑛𝑐𝑖𝑎𝑙

El amanecer había llegado hace horas, su luz ya había caído, los pájaros cantaban, las criadas comían, y los ciudadanos continuaban su labor mañanero, pero un par de jóvenes solo dormían; Afet y Mehmed se mantenían inmóviles en la cama, hasta que ...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El amanecer había llegado hace horas, su luz ya había caído, los pájaros cantaban, las criadas comían, y los ciudadanos continuaban su labor mañanero, pero un par de jóvenes solo dormían; Afet y Mehmed se mantenían inmóviles en la cama, hasta que el castaño despertó.

Como un acto común, Mehmed estiro su mano en busca de algún cuerpo, y a quién encuentra es a aquella hermosa y dulce chica de la noche pasada. Sonríe al sentir su cuerpo y la abraza, despertandola en el proceso.

—Su alteza —la pelinegra apenas está consiente de lo que dice.

—Afet —murmura—, buenos días.

No hablan más, solo se quedan allí, acostado y en paz, cubiertos por las finas sabanas de seda blanca, pero entonces, como acto de algún demonio, tocan a la puerta. 

—Príncipe Mehmed, príncipe —la voz de uno de los guardias de la puerta interrumpe la atmósfera.

—Un momento —Mehmed se levanta dejando un besó en su amante, colocó una de las cobijas sobre ella y él se lleva una sabana para cubrir la parte inferior de su cuerpo.

Abre la puerta y muestra un gesto poco agradable.

—¿Qué quieres? —cierra un poco los ojos ante la luz y sujeta la puerta.

—Su alteza... Nosotros estamos esperando, Ilias dice que —el agha guardo silencio al oír hablar a su superior.

—Iré pronto —afirmó—, pero primero quiero que traigan comida.

—Cómo ordene, alteza.

Y así, tan solo un momento después, cuando la pareja se había vestido y estaban inundados en risas, la orden se cumplio; la comida llegó. Debajo de el gran festín se encontraba una bandeja de plata, llena de dibujos y patrones, se notaba pesada y gruesa.

Los olores se esparcen rápidamente, y los presentes están ansiosos por devorar todo aquello. Tanto la pelinegra como el castaño se colocaron en la pequeña mesa y empezaron a probar cada pedazo de comida.

—¿Qué tal? —Mehmed admiraba la belleza de su compañera.

—Está delicioso, su alteza —la pelinegra mantenía la mano delante de su boca, cubriendo la comida que probaba.

Un Nuevo Imperioˢᵘˡᵗᵃⁿᵃᵗᵒ ᶠᵉᵐᵉⁿⁱⁿᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora