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𝐓𝐔𝐑𝐐𝐔𝐈𝐀
𝑀𝑎𝑛𝑖𝑠𝑎 - 𝑃𝑎𝑙𝑎𝑐𝑖𝑜 𝑝𝑟𝑜𝑣𝑖𝑛𝑐𝑖𝑎𝑙

Hace un par de horas una carta había llegado a la provincia del sehzade Mehmed, y había sido recibida con alegría por parte del gobernante. Dentro de aquel papel se hallaba la petición del Sultán Suleimán. El hombre ansiaba ver a sus hijos, y lo describió en su carta, pidiendo que Mehmed y el resto de los príncipes fueran a la capital ese mismo día.

Y dentro del harem los chismes empezaron a correr, todas las muchachas susurraba entre sí, y no sólo por el comunicado, si no también por el estado de las concubinas, pasaron cuatro meses desde la llegada a Manisa y las plagas no tardaron en llegar.

—Bien, ¿qué tiene?

—No es nada, Fahkria —comentó la doctora—. Sólo es el cambio de clima, pero quiero revisar a un par de jóvenes más.

—Adelante.

La médica observo rápidamente a todas las muchachas a su alrededor. Señaló a una cuantas y terminó por revisar a Afet también, ella se notaba perdida al lado de su amiga.

—Ven —la doctora sujetó a la pelinegra, pero esta se alejó mirándola con extrañez.

—Afet —murmuró Samaya tomando de la mano a su amiga, notaba lo pálida que ella estaba.

—Está bien... —sonrió— Lamento la confusión.

Antes de ir a revisar a las mujeres Fahkria detuvo a la doctora para comunicarle un llamativo evento.

—Apurese.

—Mi trabajo es delicado, no hay como apurarlo.

—Ella se irá de viaje... Hoy.

—¿Irse de viaje? ¿Adónde? —la curiosidad de la mayor le causó risa a la Kalfa.

—A la capital, Estambul.

La médica asintió y entró a una habitación para examinar a las jóvenes. Empezó por Afet, miró su boca, sus ojos y sus oídos. Siguió por examinar su abdomen y su parte privada, luego la envió de vuelta al harem, encontrándose con Fahkria.

—El príncipe te espera.

—¿Ahora?

—Sí, ve.

Afet asintió y camino acompañada de dos odaliscas hasta la entrada de los aposentos del sehzade, los guardias la dejaron pasar y ella busco con la mirada a su amado, encontrando lo detrás de un biombo, salió mientras abotonaba su camisa.

La pelinegra estiro sus brazos abrazándolo, una sonrisa se poso en los labios de la pareja, y entrelazaron sus manos.

Mehmed besó la frente de su contraria y terminó de acomodar el cuello de su camisa. Empezó a dar pasos complicando la movilidad de Shahnaz, quien miraba hacia tras evitando caer. El castaño llegó hasta el filo de su cama y se acomodo para colocar en su regazo a la pelinegra.

Un Nuevo Imperioˢᵘˡᵗᵃⁿᵃᵗᵒ ᶠᵉᵐᵉⁿⁱⁿᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora