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𝐓𝐔𝐑𝐐𝐈𝐀
𝐸𝑠𝑡𝑎𝑚𝑏𝑢𝑙 - 𝑃𝑎𝑙𝑎𝑐𝑖𝑜 𝑑𝑒 𝑇𝑜𝑝𝑘𝑎𝑝𝑖

Esa misma tarde, dentro de los aposentos reales, la Haseki se encontraba comiendo dulces, agitaba la cabeza en tono a la música y sonreía plácidamente. Nurbanu y Afet se encuentran a su lado, sentadas con las mismas calma y alegría.

—Sultana —llamó la de ojos verdes.

—¿Si, Nurbanu? —la nombrada giro de reojo observando a su amiga, y con cierta aprobación, ella continuo.

—Tengo que darle una gran noticia... —Hürrem sonrió, y pidiendo un momento de silencio interrumpió a su pupila.

—Dime, querida Nurbanu, ¿qué noticia más grande que la llegada de mis hijos a la capital?

—Sin duda, no hay noticia igual —fue acompañada por el asentamiento de Afet—. Pero esto la hará muy feliz, su fiel criada está esperando un niño.

La cara de alegría de la pelirroja fue inmensa, sus ojos titiliaron y llamó a un abrazo a la joven, dejando un beso en su frente la felicito.

—Gracias a Allâh tendré un nieto, oh, señor, gracias —las carcajadas de la sultanas inundaron la habitación, siendo un momento acogedor y hogareño—. Ven —llamó—, come. Mi futuro nieto debe ser fuerte como su abuelo.

Nurbanu agitó la cabeza y dando una sonrisa infantil tomó los dulces con ganas. Viendo a su amiga se los ofreció, obteniendo una ligera mueca de desagrado.

—No quiero, gracias.

—Era de nuestros dulces favoritos —aviso en cogiendo el cuello y metiendo un dulce a su boca.

Al finalizar, la sultana se levantó seguida de sus alumnas, encaminándose fuera de los aposentos. Pasaron a la enfermería y las mirada recayeron en las pelinegras. Ambas se acostaron y fueron revisadas. Teniendo un poco de dudas Afet pregunto.

—No tengo nada, sultana ¿Por qué me revisan?

—Afet, querida —entrelazo sus manos—, nadie sabe lo que puede pasar.

Un par de minutos después, las enfermeras pasaron a discutir, para posteriormente felicitar a la pronta abuela.

—Felicidades —miro a las niñas sentadas en las camillas—, ambas serán madres.

Hurrem abrió su boca invocando una sonrisa, y casi sin aire abrazo a las amigas. Sus brazos se juntaron, como si madre e hijas tuvieran un momento especial, un momento que duró poco. La doctora principal tocó el hombro de la sultana, separándola del abrazo. La pelirroja envió a las niñas Arriba mientras bromeaban con entusiasmo.

—Sultana... —la amargura era notoria en su rostro.

—¿Qué pasa? ¿Acaso no es de alegrarse?, esté feliz.

Un Nuevo Imperioˢᵘˡᵗᵃⁿᵃᵗᵒ ᶠᵉᵐᵉⁿⁱⁿᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora