24.

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Miércoles por la mañana. Lisa estaba muy, pero muy risueña y amaba saber que la causante de su buen estado anímico a tan temprana hora de la mañana había sido yo.

Nuestra habitación nos brindaba una linda vista hacia fuera, hermosos árboles. Es más, llevábamos aproximadamente 10 minutos observando. Aún estaba algo oscuro y simplemente nos habíamos dedicado a mirar hacia fuera, cubiertas por la sabana, y yo sobre el pecho descubierto de Lisa, quien me daba leves caricias en la cabeza.

—Hoy quisiera ir al lago.

—Podemos ir a caminar y luego meternos un rato.

Sonreí ante la idea. Lisa tomó eso como un "sí". Sus ojos bajan hacia mi pecho y frunce confusa mirando. Hice lo mismo pensando que tenía algo, pero no encontré nada.

—¿Qué pasa?

—¿Nunca te quité el top?— su mano agarró una tira antes de mirarme.

—Pues no. No se dio. Estaba muy ansiosa de tenerte en mi cara.

Lisa rió y pude notar cómo se apenaba por mis palabras. Lucía preciosa. Lisa me robaba suspiros cargados de amor.

—Es hora de empezar el día, Jen.— sus labios se posaron en mi mejilla dejando un beso.

En realidad, luego de que dijera eso esperamos unos minutos en la misma posición. Conversando de lo espectacular que había sido venir acá junto a nuestras personas favoritas.

—Pobre, Leo. No podía dormir del escándalo que mami Lisa hacía anoche.

Ahí iba Jisoo. Lisa volteó a mirarla boquiabierta. Yo, como todos estos meses de mi embarazo, rodé los ojos. Pude ver a Chitthip esta vez ponerse incómoda a pesar de que rió.

—¡Jisoo!— exclamó mi dulce esposa roja. Lucía muy tierna.— Mamá.— jadeó con vergüenza.— Oh dios, perdón.

—Dios no te va a perdonar Lisa.

—Si soy honesta. Yo no escuché nada.— dijo la más baja riendo al ver lo avergonzada que estaba su hija.

Para Lisa, en ese momento se estaba acabando el mundo. Claro, porque estaba su madre. De seguro hubiera dicho alguna otra babosa de ser que la mayor no estuviera con nosotros.

—Por algo te pusieron una habitación después de las de ella.

—¡Chu! Ya.— regañó esta vez Rosé.— déjala.

—Esta noche es mi turno, Manoban. Hoy Leo duerme con ustedes.

—¡Jisoo!— Rosé la golpeó.

—¿Qué? ¡No me pegues, Rosie! Al menos ya no debemos aparentar que no tuvimos nuestra noche de pasión.

—No estábamos aparentando nada.— nos defendí a la vez que comía mi trozo de manzana verde.

—Ya niñas, dejen su platica sexual para un momento en donde no esté y Lisa pueda estar tranquila.

Sonreí victoriosa viendo a Jisoo guardar silencio.

{•••}

—Iremos a caminar un rato.— Lisa explicó al encontrarnos a las tres mujeres en la sala viendo una película.— regresaremos para la cena.

—Tengan cuidado, no esperen a que anochezca.

Lisa asintió ante la mirada de su madre y toma mi mano lista para salir. Eran alrededor de las tres de la tarde y estaba cálido. En realidad, el clima era perfecto para lo que habíamos planeado hacer desde temprano.

—Tal vez estas sean nuestras últimas vacaciones.

—¿Por qué?

—Bueno, no se cómo esté el octavo mes, y mucho menos el último.

Habíamos llegado al lago, la emoción me llenó al ver lo cristalina que estaba el agua y cómo en una esquina pájaros bajaban a beber. Lisa se encargó de tender una pequeña manta y colocar la cesta que Chitthip nos había preparado, para luego tener que darme sus manos y ayudarme a tomar asiento en el suelo.

Cerré los ojos disfrutando el delicado y fresco viento golpear en mi cara y mover uno que otro mechón de mi cabello. Al abrir los ojos Lisa me miraban sonrientes.

—El cuerpo de una mujer es increíble.— dijo observándome por un momento antes de tener que mirar hacia el lago.— Siempre que te veo, más allá de que me enamoro más de ti.— aclaró haciéndome reír.— no veo la hora en que nos toque estar en el hospital a horas de conocerlo y tú cuerpo preparándose para eso.

—¿Tienes miedo de algo después de que nazca?— Lisa inclinó la cabeza sin entender.— no sé, tal vez miedo a cargarlo, darle de comer, no poder dormir. ¿Haz pensando en eso?

—Mucho. ¿A ti te asusta algo?— negué.— Igual. No puedo tener temor de algo que siempre desee experimentar.

Me limité a sonreír admirándola.

—Dame tu mano.— Lisa la extendió sin tener que dudar.— acércate un poco.—pedí al notar que no me alcanzaba por completo.

—¿Qué ocurre?

—Sh.

La mandé a callar aunque no debía escuchar nada, sólo sentir. Coloco su mano sobre mi barriga, justo en el lado que había sentido esa patada. ¡Era increíble! Se estaba moviendo.

—Jen

—Lisa.— la miré consiguiendo que guardara silencio. Su mirada bajó a mi barriga descubierta aún sin entender.

—Vamos, bebé. Mamá Lisa te quiere sentir.— hablé hacia mi barriga.

—¿Qué?

Después de su expresiva confusión, fue como él hubiera hecho caso. Lisa se asombró tanto que llegó a retirar su mano de mi barriga con rapidez cubriendo su boca antes de verme con los ojos bien abiertos, sin poder creerlo. Su reacción me causó gracia. Reí levemente colocando ahora mi mano en donde había estado la suya.

—¿Pateó? ¡Jen! ¡El pateó! — ambas manos pasaron a tocar mi barriga.— ¡Oh, mi amor! Estas ahí.

Lisa no podía creerlo, acercó su rostro a mi barriga susurrando solo ella sabe qué. Sus ojitos brillaban y no dudó un segundo más en tener que sacar su móvil.
Lisa le habló por unos minutos y decidió parar luego de que le confirmara que esas patadas, aunque no eran seguidas, me dolían.

—¿Quieres entrar?

¡Claro que quería! El clima seguía perfecto y había que aprovechar que estaba así. Examino nuestro alrededor asegurándome de que seamos las únicas en el lugar. Eso me encantaba de este lago. No había algún otro huésped cerca, por lo que siempre había estado para nosotras y nuestra pequeña familia.

Luego de que Lisa recibe mi aprobación con un movimiento de cabeza, se coloca de pie y empieza a retirar su blusón y short quedando en un bikini de doble pieza color negro. Dobla su ropa antes de tener que venir a mi y extender sus manos para ayudarme.

—Ven, amor.

A diferencia de Lisa, estaba usando un interior de tiro alto y mi usual top. Ella me pide dejarla ir primero para poder asegurarse de que no vaya a resbalar y yo pueda adentrarme con su ayuda. Apreté su mano al sentir lo fresca que estaba el agua. Tanto, que mis pezones llegaron a endurecerse.

—Está algo fría.

Lisa río y asintió estando de acuerdo luego de ver la reacción de mi cuerpo. Murmuró unos cuantos "cuidado" hasta que finalmente sus brazos me rodean con el fin de sostenerme. Trata de mantenerse a mi altura, una donde a mi perfectamente el agua me llegaba un poco más arriba de mi pecho y ella casi que llegando a su cuello.

—¿Estás bien? Estás erizada.— ríe apretándome un poco más a su cuerpo, o bueno, lo que permite mi barriga.

—Si. Hasta la calentura se me fue entrando aquí.— hice un puchero.

La ojimarrón lanzó un carcajada para luego dejar un beso en mi mejilla con humor.

Mamás  •JLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora