Capítulo 3: Como un árbol pequeño.

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¿Cómo era el hecho de tener una hermana? Extraño. Aquellos primeros días estaba atenta a ella, pero mi madre era la que se encargaba de todo y me enseñaba. Observaba con atención cada una de las acciones y trataba de ayudar, siendo así que con el tiempo consiguiera ahorrarle el tiempo y hacerme cargo en su totalidad, o casi.

En aquellos días donde estaba con Aspaura en mis brazos, mi cabeza recordaba en aquellas visiones que había tenido. El impulso de gritar se adentraba en mi a la vez que las pulsaciones de mi corazón se dilataban, cayendo pequeñas lágrimas en mis ojos, pero aquello desaparecía cuando mi hermana soltaba palabras sin sentido y movía sus manos en dirección a mi cara.

Sentir sus pequeñas manos tocar mis mejillas mojadas hizo que comprendiera aquel amor incondicional que mi madre tenía por mí, aunque de aquella era complejo entenderlo, de hecho, me reía como tonta.

—Aspaura, te vas a mojar, no seas tonta —susurré.

Pero como era obvio, mi hermana no comprendía nada y seguía tomando acciones que demostraban su pureza e inocencia. De aquella me lo tomaba con calma, sabiendo que ser una cría involucraba a la curiosidad, algo que Aspaura tenía en demasía.

—¡Cuidado con los libros! —grité. En aquel entonces, mi hermana iba mucho a la estantería para agarrar uno de los grandes libros que había en el comedor—. No, Aspaura, no puedes tenerlos en tus manos.

Decir que no hiciera algo era complicado cuando me encontraba con la mirada adorable de Aspaura. Aquel ojo azulado lograba dejar hipnotizado a cualquiera, incluido a mi de no ser que poco a poco me iba acostumbrando a ello.

Con cuidado la agarraba para acercarme a mi habitación, pero Aspaura siempre lloraba cuando la alejaba y la razón de ello era porque quería que le leyera un cuento... el problema era que aquellos libros no eran comprensibles para un bebé como ella, menos para mi al ser uno de los libros que guardó mi madre cuando estudiaba de joven.

Por ello mismo... inventé mis historias.

—Bien, hermanita, tú ganas —respondí, acercándome a la estantería para sentarme en el suelo con mi hermana al lado, tomando uno de los libros y abrirlo para fingir que lo leía—. Veamos...

El asunto es que no sabía bien que cuentos relatar. Tenía claro que mi hermana no comprendía del todo, o al menos era lo que creía. Tampoco era que supiera de historias, el que mi madre siempre me contaba era sobre las hazañas de Sensibilidad, pero con Aspaura siendo tan pequeña, creía que no era lo más ideal.

Intentaba improvisar... y curiosamente funcionaba, pero no porque tuviera una mente creativa, sino porque veía imágenes, veía visiones que se repetían por aquel incidente que había ocurrido la vez que nació mi hermana. Solo gracias a ello, comencé con las historias.

—Érase una vez una joven de vestimentas rojizas —comencé a improvisar—. Era fuerte, ruda, pero en verdad ocultaba sus sentimientos por dentro, porque no quería que nadie viera aquel pilar caerse. Era el apoyo que todos necesitaban, aunque por dentro quebrara más de una vez cuando nadie la veía.

Eran... historias sin sentido, al menos era lo que me decía mientras las explicaba, viendo a mi hermana mirarme con admiración. En ocasiones se dormía, lo que me llevaba a dejarla en su habitación para luego quedarme pensando en lo que había dicho.

No tenía sentido, era obvio que no lo tenía. ¿Cómo era posible que existiera una mujer que controlara tales poderes? ¿Qué llegara a ser tan fuerte y protegiera a todos de peligros tan grandes? Lo que yo veía era una versión tan terrorífica, pero que modificaba con un final feliz para mi hermana porque después de todo era una cría. Pero eso no me quitaba ni aliviaba mis visiones. Aquello solo hacía que en algunas noches viera más sobre ellos y todos sin una respuesta clara.

II - La Galaxia Olvidada: Sentimiento [G.O]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora