El show de Duncan

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Un rodeo no está de más antes de ir al grano.

Este es mi primer Fan Fic, lo hice en tributo a Billy Joel.
Crear esta ficción melancólica fue otro de esos experimentos inéditos pues nunca había probado este género, que al parecer es tan viejo como Alicia (ya saben cuál Alicia, ustedes son lectores duros). Pensaba en Sara y Humberto mientras escuchaba "Piano Man", del homenajeado compositor. Por eso el resultado final es un regalo a estos dos grandes amigos, y agregué una dedicatoria silenciosa a -Sweethazelnut-, otra ciudadana digital que apenas y he visto pasar, calle arriba en estas tierras virtuales... Al igual que el verdadero hombre del piano, Sweet es una homenajeada que no conozco y con quien nunca he conversado. Pero escuchar de lejos sus consejos y sus historias, me inspiró a soltar mis anclas y nadar de lleno en la autoedición. Merece esta sub-dedicatoria incluso si nunca se enterase que existe. Al final, nadie sabía en realidad quién era quién en aquel Bar, y sin embargo Billy Joel les dedicó su biografía hecha canción.

Me pregunto si La Naranja escuchó alguna vez "Piano Man".

Ahora sí, "El Show de Duncan". Disfrútenlo.

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Intro rápida para piano.***

Creerían que esto sólo pasa en las películas. Ser el pianista el séptimo día, y acompañante de hornos sin descanso casi todas las noches anteriores (por nombrar nada más que un sólo tipo de jornada extra), y aún así estar feliz de no salir "nunca" del recinto. Pero aquí estoy yo en la vida real. Al respecto coincido con Gilberto: un sábado es cuando más recuerdo que hay cosas peores, que una necesidad que obliga. El sábado el micrófono me sabe a cerveza, y el grito del público huele a turbina de avión. A despegue, a vuelo. De hace un tanto para acá, el piano ha dejado de ser el recordatorio que no estaré en mucho tiempo en un mejor lugar, y se ha convertido en una forma de no estar. O sea, el mejor modo de no salir corriendo.

A veces es necesario conservar la cordura y el empleo al mismo tiempo.

Honestamente, no he tenido todo lo que quiero (aún así, lo que hoy tengo no me sorprendió en la puerta el día de mi llegada). No obstante, ahora que he convertido este trabajo en mi casa, apenas es cuando las cosas comienzan a ir un tanto mejor. ¿Final feliz o sólo un respiro? Eso habrá que responderlo después del show de Duncan esta noche. No tengo tiempo para filosofía narrativa.

Hoy es sábado de piano. No de reflexión.

Pero este es un sábado distinto. Quizá, esta noche, domar las teclas será tan difícil e intimidante como aquel debut accidental hace poco más de 100 días. No sé si el piano sea capaz esta vez de alejarme del "aquí y ahora".

Un golpe de suerte***

La noche en que me fueron entregadas las llaves, no pensaba que pasaría los próximos seis meses aquí, en el mismo apartamento, precisamente en el edificio anexo del gran salón.

Se suponía que el caso no se extendería tres meses más. Era una demanda sencilla, según dijo el abogado. Llevábamos demasiado tiempo y dinero gastado en ello, y la pelea estaba llegando a su fin. Creí que la perdería.

Para cuando la balanza se inclinó a mi favor el día del juicio, ya estaba demasiado entregado a mi vida nueva, era muy tarde para irme lejos. Me enamoré de la idea de vivir de este lado de la ciudad.

Citizen Piano Bar, y en especial las rutinas musicales de cada sábado en su gran salón, ahora sí me dan lo suficiente para cambiar de domicilio a un lugar más acojedor. Pero yo hice de aquella habitación casi vacía un refugio al alma, más que una solución de paso. Además es el único lugar fuera del gran salón del Citizen donde puedo compartir mi vida diaria con un piano (que no es tan bueno como el del gran salón, pero está allí siempre).

Cuentos que La Naranja no leyó Where stories live. Discover now