La larga marcha

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La voz narradora

Esta historia no trata de mi. Pero tengo la necesidad de contarla por cuanto me vi reflejada en ella. Consiste en mi propia versión sobre el milagro que Elton decidió llamar "el día más raro". Yo, para cumplir el desafío literario que hoy se me impone, lo traduje a mi modo. Para mí se llama La larga marcha, porque ese es el título de mi libro favorito. Mi nombre es Wendy y soy pasante de farmacia aquí en Borges.

Pista

Siempre he dicho que la madrugada es un lienzo; nunca sabemos lo que nos mostrará, tampoco podremos borrar lo que revela finalmente.

Los sueños representan el fenómeno más magnífico de la madrugada (en eso coincidimos Elton y yo). Incluso los peores sueños. Y digo peores a fines de hacer uso de una palabra concisa, pero la realidad es mucho más abstracta, ya que ningún sueño es mejor o peor que el otro... Todos son sueños, y cada uno en su propio lienzo. Imborrable, irrepetible.

Les voy a contar esta historia de memoria, como si hubiese estado en cada trozo de la experiencia que voy a narrar. No porque pueda leer la mente del protagonista (eso es imposible), sino porque puedo sentir en carne propia todo lo que me ha contado. Sólo estuve presente en esta historia en tres momentos, todo lo demás está en la mente de Elton, y lo único que puedo hacer es llenar con mi narrativa los espacios faltantes.

Primer Momento: Lo que Elton me contó

El protagonista de esta historia, cuyo nombre ya conocen, es un fotógrafo. Uno que, como la mayoría de artistas en esta ciudad, no ha logrado que su arte le permita llevar comida a la casa; sin embargo afirma que cuando no ejerce aquel don, puede llegar a sentirse tan mal, como si no hubiese comido en horas. Para muestra, un botón...

Elton siempre anda con su cámara, cual si fuera el arma de un guerrero; nunca sabe cuándo la va a necesitar. Y si tiene que blandir un flash, eso hará sin que le tiemble la mano, aunque aquella mágica costumbre no le dé para comer.

A las 6:07 de la mañana del 6 de julio, según él mismo me contó, se levantó de la cama sin pensar en nada especial para contar. Se miró en el espejo y se habló en latín... "Paucae ideae, sed multae facultates" (Pocas ideas, pero muchas posibilidades).
Normalmente, los días en que Elton no sabe qué monólogo fotográfico va a fabricar, son días en que las mejores historias pueden llegar de sorpresa, en los lugares y situaciones más inesperados.

Aquel jueves 6 era su primera vez en el Comedor Popular de algún rincón de Borges, aquella pequeña urbe con aeropuerto que lo vio nacer. Una fundación médica de Borges que sostiene el comedor, le ha ofrecido 500 Zelós por faena. Tendrá 1500 Zelós para el lunes; un pasaje de ida y vuelta a la capital del país. Nada mal. (Aunque no piensa ir a la capital, claro, pero esas comparaciones financieras le consuelan).

Dentro de pocos minutos serán las 7 de la mañana. (Visto desde la perspectiva del 6 de julio). Elton camina por su vereda, rogando al cielo que esta vez el trabajo en el comedor dure más tiempo. "Lo primero que haré cuando me den mi primer pago, será ir por un Mocca" -pensó mientras caminaba por su vereda para salir a la carretera-.

Súbito, se distingue a lo lejos un caballo salvaje. Algo que en los campos de esta región, no tiene nada de raro.

¿Debía fotografiarlo? ¿Por qué? Hay muchos caballos salvajes rodeando la aldea. No hay tiempo para darse "un gusto a la velocidad de la luz" (otra forma de referirse a su pasión por la fotografía). Es hora de salir de la aldea. Aquel sería un día rudo de cocina, por mucha urgencia que tuviera de usar su cámara.

"Me merezco ese Mocca"; insistió mientras se preparaba mentalmente para desprender sus emociones de la voluntad de sus piernas. Si nadie echaba de ver a Elton en el camino hacia el centro histórico de Borges, le esperaba la misma larga marcha de casi todos los días.

Cuentos que La Naranja no leyó Where stories live. Discover now