Con afecto, un cuento para Alí Ramírez.Era una noche oscura y tormentosa, pero ninguno de ellos se dio cuenta; mucho menos yo. Y hasta cierto punto de la madrugada, tampoco mi madre llegó a estar al tanto.
Todo está a media luz en aquella habitación; así que desde los ojos de Julio César, una noche corriente de adulterios no aporta demasiados recursos a la narrativa novedosa que desde hace meses está buscando. Pero sus cuatro sentidos restantes no piensan lo mismo, permanecen esta vez más alerta que nunca. (Años más tarde, eso será lo único que él evocará de aquel Primero de mayo, como si de pronto hubiese despertado allí, y cualquier otro recuerdo de la noche haya sido borrado).
Para Fátima, esa pudo haber pasado por otra noche igual a las anteriores, de no ser por el detalle que aquel jueves era su día de descanso. ¡Cómo cambian las cosas en cuestión de minutos!
Si lo vemos desde los ojos de Dayanit, la encargada de atender el teléfono de disco aquella noche, por supuesto que hay que iniciar el cuento una hora antes de la escena erótica en aquel hotel de lujo, a orillas de la autopista.
¡Ring, ring! El teléfono de disco suena en la central.
- Buenas noches, gracias por preferir “Taxis La Cascada” ¿En qué puedo…?
- … Al grano ¡Soy Fátima! ¿Quién está de guardia hoy?
- Reyes está de guardia –respondió intimidada por el tono de urgencia- ¿Estás bien, tía?
Fátima sabía que no tenía mucho tiempo. El mensaje a Reyes era concreto, “Sobrina, por favor, dile que lo espero en la 9 con 19 de La Playa. Que no me moveré de donde él sabe, hasta que él llegue”. Y añadió, “…es una emergencia”.
- No me gusta ese tono. –Susurró Dayanit, como para sí misma, al colgar-
- ¿Qué pasa, querida? –Preguntó Reyes-
La situación quedó sobre la mesa en segundos; no tenía más que un mensaje breve y una dirección. Por su parte, la tía Fátima sonaba tan fría como urgente, con un tono marcadamente distinto al que usaba en otras llamadas de rutina. ¿Algo grave esta vez?
Al respecto, Reyes sabía que Fátima no trabajaba los jueves. Y que de generar horas extra nunca le pediría ayuda a él, pues su traslado en aquellos “casos especiales” estaba garantizado de otras formas. Cualquier cosa, menos llegar en un taxi modelo 58, al lugar donde el solicitante esperaba su premio de la noche.
Ahora bien; durante una faena normal, ahí no era extraño que de cuando en cuando, Reyes y Fátima entraran en modo ganar-ganar. ¡Ustedes entienden! Negocios cruzados… Eran tal para cual. Él conocía la madrugada como la palma de su mano, y ella conocía Ciudad Árenz mucho antes de comenzar a amar a Reyes como a un hermano.
Hay que aclarar…
Reyes no era demasiado ignorante acerca de aquel polémico oficio, pero jamás había planteado el tema en ninguna tertulia con Fátima; aunque él también habría recurrido alguna vez al calor sufragado de una bella señora, era su código de caballero, que ninguna mujer que lo apreciara de veras tenía por qué enterarse de sus cacerías.
Tanto ella como él eran de mente abierta, dedicados a sus negocios con mucha ética y responsabilidad (en lo que cabe), se cuidaban el uno al otro con un celo casi militar, y según ambos lo admiten, no dudaban en cruzar oficios cada vez que fuera necesario. Cada uno respetaba su espacio y su forma, aunque por obra de la noche, el cliente resultara ser uno en común. Él a sus carreras, al volante; ella a sus faenas, a las sábanas. Y del tema no se habla.
La inusual carga de agua sobre las aceras, daba la impresión de un río crecido, más que una noche de lluvia fuerte. Eran las 2 de la mañana de aquel 1 de mayo. Reyes rogaba a los dioses no encontrarse con nadie calle abajo, mientras manejaba a una velocidad por demás ilegal, potencialmente mortal.
1969 era un año en el que había que conformarse en estos casos con la mínima información en tiempo real, en intervalos demasiado anchos. Había recibido un único recado hacía 9 minutos, la única que podía explicar lo que en verdad sucedía detrás de aquel llamado urgente, era Fátima. Maldita incertidumbre… Y bendito el tiempo que se hizo “segundos” tras unos cuantos relámpagos, cuando al fin llegaba al último rincón de La Playa, el barrio prohibido para cualquiera en La Cascada, menos para Reyes, hombre manso a quien los malhechores y sanguinarios habían declarado intocable.
Y ahí estaba en la 9 con 19, serena y bella, como faro resplandeciente, leal, confiando en la lealtad del hermano menor que nunca tuvo. ¡Qué gran mujer! ¡Oh, Fátima!
“Carajo, hermana. Dime que estás bien”. Pensó en voz alta.
- ¡Estoy bien; sólo tengo frío! –Respondió Fátima, mientras Reyes la cubría con su chaqueta marrón-
La dama llevaba el vestido negro. Era el más lujoso de sus trajes de labor, pero también el más corto. El más cruel para una noche así.
- Vamos por una hamburguesa, ¿sí?
- No tengo tiempo, Reyes. Necesito trabajar.
- Hermana...
El clima era el peor, hacía 14 cierres de feria, una noche del Día del Trabajador no resultaba un desastre en Ciudad Árenz.
Pero la lluvia no detuvo a Reyes, quien tras cumplir su primer aniversario luego del accidente (no precisamente ese día) era la primera vez que volvía a conducir bajo una tempestad. Los rayos y los truenos tampoco alteraron la compostura de Fátima, quien permaneció firme en su ruta en todo momento; pues al igual que Reyes, para ella, su misión estaba por encima de todo.
- ¡Llegaste en tiempo récord! –Exclamó ella, la única mujer fuera de casa aquella madrugada en la 9 con 19
- A tus servicios, siempre –Respondió él, su único auxilio entonces
- ¡Todavía ni sabes a dónde vamos! –Dijo la dama al subirse al coche-
- Apuesto que tú tampoco, hermana. –Le sonrió Reyes, al cerrar la puerta con fuerza-
¡Había tanto por aclarar! Por supuesto que ambos se extrañaban, ambos sabían que tenían múltiples conversaciones a medio terminar. Visto en primer plano: Reyes no sabe que el negocio no está fluyendo como antes, y Fátima no sabe que es la primera noche de Reyes de vuelta en Taxis La Cascada… No hay tiempo que perder; hay una madre en Emergencias Pediátricas del Hospital Universitario San Francisco de Árenz. La conversación puede esperar.
- ¿A dónde vamos? Pregunta él mientras se aferra al volante.
Esta es la tarea: Fátima necesita un pez gordo, un servicio especial expedito dispuesto a pagar sin reproches lo que seis clientes, de un tajo. El niño no esperará toda la noche por el antibiótico.
Sólo Reyes sabía dónde estaba aquel contrato dorado, esa noche de feria bajo una caravana de nubes.
Él no sabe de qué niño se trata; ella no sabe que él la llevará directo al punto sin buscar demasiado. Él no pregunta, ella tampoco. Ambos saben lo que hacen.
Era una noche oscura y tormentosa. Julio César confiaba en su taxista más puntual… Mi madre confiaba en su mejor amiga; Reyes nunca dice que no, y Fátima nunca se da por vencida.
Desde dentro, en Emergencias Pediátricas, la lluvia no se nota en todo su esplendor. No sabíamos, mi madre y yo, qué tan feo se había puesto todo allá afuera.
- Todo va a estar bien, Fátima viene en camino. –Se oye una voz desconocida, ¿un ángel?-
Mi madre levanta la cara, luce estoica y leal.
Esa noche, conocimos a Reyes.
Fin.
Juan Marco Lasierra
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Cuentos que La Naranja no leyó
RandomQuerida La Naranja, añoro aquellos tiempos de la vida real, cuando no teníamos instagram y te encantaba leerme cuentos. Quisiera volver a tu casa a hacer nada, volver a ser el nadie más feliz junto a tu silla favorita mientras hablábamos de cuentos...