Para Megan. Donde esté.
En sus ojos.
-Dicho esto, simplemente se largó. Dejándome nada más que un misterio para pensar. ¿Su verdadero nombre? Ese era otro enigma para resolver. Fin. -Recitó Ángela-
- Pues me parece perfecto para un buen final -le dije, rogando que no le diera por preguntarme acerca de las escenas anteriores-
Tenía que hacer sólo lecturas frías, algo que compaginara con una buena actuación en cualquier caso. Todo el tiempo estuve perdido en sus ojos, lo menos que me interesaba era el ensayo.
- ¿Usted cree que soy buena, Profesor? -Me dijo mirando a la nada, sobre mi cabeza. Y pude ver cómo jugaba con un cuchillo en su mano-
- ¡Realmente buena! -Dije, refiriéndome a su poder de convencimiento-
- Pues acaba de caer en la trampa, Profesor. -pronunció en voz baja, mordiendo las palabras con un erotismo muy mal actuado, que antecedió un chillido innecesario- ¡Porque soy muy mala!
Acto seguido: el cuchillo directo a mi pecho; o eso me hizo creer
Javier y Julián aplaudían en una mezcla de euforia y risa nerviosa. Para ellos resultaba tan atrevido como ilarante la capacidad de Ángela de mantener vivo su personaje una vez terminado el monólogo. Pero el objeto punzante no estaba en el guión. ¿O sí?
"El viejo truco del cuchillo otra vez", pensé. Al tiempo que comprobaba que, en efecto, no había ninguna herida.
Mientras ella me ponía al tanto del arma blanca en su mano, y volvía a ser nuevamente Ángela (con aquella sonrisita, tan picante como sutil), fui despertando a 3000 cuadros por segundo... Estaba en mi cama otra vez.
A partir de entonces era yo quien estaba condenado a desvelarme entre dos obsesiones: mi mala maña de andar traduciendo los sueños, y ella (mi más grande enigma).
¿Está poseída por su personaje?
¿Extraña su otra vida en el circo?
¿Acaso todo esto es un presagio?
"Tonterías", me dije. Miré su retrato en el salvapantallas...
- Mañana te veré, amor mío. Mi favorita. ¡Mañana es el día! -Susurré, mientras besaba el Smartphone-
Llamada urgente.
- ¡Aló! ¡Ángela...! ¿Pasa algo, amor?
- Casi pasa... -identifiqué la inesperada voz de mi suegra- ¡Para el otro lado! -Completó la frase-
Sentí escalofríos. ¡No otra vez, mi amor!
- ¿A qué se refiere, doña Zulay? -Pregunté incrédulo- ¿Y por qué la hora de la llamada?
- ¡¿A qué me refiero?! -Gruñó la madre de Ángela al otro lado de teléfono- Bien, seré explícita... ¡Se pasó un cúter por la vena de la mano izquierda! -Puntualizó, casi silabando- ¡Y tú eres el culpable, Jonás Cabrujas! ¡Nos estás enfermando a las dos! -agregó con dientes apretados-
- Sólo dígame si está bien, por favor. -Le rogué-
Un silencio de blanca y un resoplido de ira, y Zulay respondió...
- ¡Por supuesto que está bien, tonto! ¡Fue solo un truco de ilusionismo! -Añadió sarcástica-
Calle a oscuras.
Doce campanadas, mi corazón a mil.
Salgo corriendo de mi casa, por poco olvido cerrar la puerta.
¿Demasiado pronto para correr hasta su casa? ¿Demasiado cerca para ir en motocicleta?
¿Cuanto tiempo se tarda en llegar al otro lado de la manzana?
Y como un misterio repentino que nadie ha invocado, vi a lo lejos, envuelta en la pesada noche, la imagen de una mujer hermosa que doblaba la esquina. Salí corriendo a su encuentro.
Antes que la luz del farol confirmara mis sospechas di por sentado que era ella.
No me equivoqué... Ahí estaba mi novia. Eso era lo único real, dormido o despierto.
- Son pasadas las doce, Ángela. ¡Amor, el escape era mañana después del ensayo! ¿Qué diantres sucede contigo?
- Cambio de planes -Dijo mirando a la nada. Sobre mi cabeza-
- ¡Ey, Ey! -No me gusta esa forma de ver- mírame a los ojos. ¿Está todo bien?
Súbito, un beso frío, casi un estertor; un beso que parecía pedir a gritos un silencio. Sentí que me paralizaba, y era más una convulsión de labios que un "te amo".
La sostuve mientras se desvanecía en mis brazos. Sabía que algo andaba mal.
Indagué en su mano izquierda, suplicando que el sarcasmo de mi suegra fuese acertado. Me miró, con sus ojos llorosos, alumbrados con una luz residual que venía de quién sabe dónde en esa calle oscura.
- ¿Verdad que soy buena, Profesor? Dígame que soy buena...
Era otra vez Ángela, susurrando en las sombras, opacando en mi cerebro los gritos de su madre que desde el otro lado de la avenida ya tenía claro dónde terminaría su frágil escape.
- No sólo buena; la mejor actriz con la que he compartido escenario... mi favorita. -Respondí mientras la acunaba en mi pecho, listo para salir corriendo en busca de ayuda-
Fin
Juan Marco Lasierra.
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Cuentos que La Naranja no leyó
RandomQuerida La Naranja, añoro aquellos tiempos de la vida real, cuando no teníamos instagram y te encantaba leerme cuentos. Quisiera volver a tu casa a hacer nada, volver a ser el nadie más feliz junto a tu silla favorita mientras hablábamos de cuentos...