Capitulo XIX

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El tiempo pasa más rápido de lo que piensan. Ya Missa empezaba a atravesar el sexto mes de embarazo. Los vomitos habían desaparecido, ahora empezaban los antojos. A altas horas de la noche, le podías ver escabullendose a la cocina a por algo de comer, aunque Philza siempre le decía que no tenía que hacerlo, que llamara a Roier o a él mismo, que se lo traerían con gusto. Ya su barriga se notaba, Lucia como si ya tuviera 8 meses, porque al ser gemelos parecía mayor el tiempo.
Sus padres y hermano habían cumplido con lo que habían dicho y seguían allí, decían que se quedarían hasta que los bebés nacieron.
Y Spreen ¿Que podían decir de él? Bueno, creo que es importante destacar que él y Roier han estado saliendo las últimas semanas. No han oficializado nada por el momento, pero sin duda esos dos van a algo más.

Philza, se encontraba en una encrucijada mental. Cada día que pasaba amaba más y más a Missa, un amor que crecía hasta casi desbordarse. Durante estos meses, él y Missa habían compartido muchos momentos juntos que los había hecho acercarse. Cómo aquella vez en que bailaron juntos

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Fue hace un mes, había un baile en el castillo, Pero Missa no podía bailar, nadie se acercaba a él a pedirle bailar. Estaba solo, sentado en una esquina mientras veía a Roier y a Spreen bailando, y también estaban sus padres bailando alegremente. No veía a Philza, la única persona con la que quería bailar.

Fue un poco después que unos brazos rodearon su cintura y alguien besó su mejilla. No necesitaba girarse para saber quién era. Podía reconocer ese olor en cualquier parte. El olor del alfa que amaba, el padre de sus cachorros: Su Philza. Bueno, Philza

— ¿Quieres bailar? — le preguntó el rubio separándose y tendiendole la mano

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Esa noche, estuvieron bajo la mirada de toda la gente del pueblo. Algunos observando con ternura a la pareja (no oficial) bailar. Otros estaban asqueados. Pero ni a Philza ni a Missa les importó en lo más mínimo que los observaran, simplemente bailaron y se envolvieron en su propia atmósfera.

Recordó Philza mientras en sus manos observaba una pequeña cajita aterciopelada en morado con un bonito anillo adentro. Estaba pensando en si debía hacerlo o no, Missa era lo más importante para él en este momento, quería mantenerlo a su lado todo el tiempo que pudiera. Quería ser su alfa y quería que Missa fuera su Omega. ¿Era una buena decisión? ¿Estaba siendo descuidado? No lo sabía

—¡Philza! — Missa entró en el despacho con una gran sonrisa y corrió frente a él — ¡Ven ven ven! Tienes que ver esto

¿Podían culparle por enamorarse de esa linda sonrisa?
No, ¿Verdad?

Siguió a Missa hasta la habitación que se encontraba junto a la del Omega y entraron a esta. La habitación estaba decorada con colores alegres como amarillos, verdes y morados, habían dos cunas en medio del cuarto y habían varios peluches y juguetes en el suelo

—¡Roier y Spreen me ayudaron con la decoración y papá y mamá pintaron las paredes! — le contaba Missa con entusiasmo

— Es hermosa. Nuestros cachorros van a adorarla

Missa siguió hablando de lo que habían hecho y de lo que faltaba por hacer. Philza le oyó con calma

En un momento, Philza se inclinó hacia el Omega y tomó su mentón. Acercó su rostro al del más bajo y lo besó en los labios. Missa no podía estar más sorprendido, Pero correspondió casi de inmediato; ambos habían extrañado muchísimo el dulce sabor de los labios del otro. No duró demasiado más, pero fue suficiente para ambos.

— Hace mucho no hacías eso — habló Missa en voz baja, cómo un susurro que solo Philza pudo oír

— Creo que empezaré a hacerlo más seguido ahora

No eran pareja. Bueno- ni ellos sabían lo que eran. Pero se amaban a pesar de que no se lo habían dicho el uno al otro. Y los bebés dentro de Missa eran la prueba de que, para ellos, fue amor a primera vista.

—Philza. Quizas arruine el momento preguntando esto pero ¿Que somos?

— Dime qué quieres que seamos — tomó sus manos y besó el dorso de ellas con amor

— Yo quiero ...

Debía decirle. Si no le decía ahora lo que quería, quizás nunca podría hacerlo. Tendría que pasar el resto de su embarazo quedándose despierto hasta tarde preguntandose si los bebés y él significaban algo para el rubio o no. Tendría que seguir sin saber cómo explicarle a la gente una vez le preguntaban sobre su relación con el rey

— Quiero ser tu omega. Philza, yo te q- — no siguió hablando pues fue interrumpido de nuevo por un par de labios que chocaron con los suyos.

Ese beso fue más tierno, pues Philza tomaba sus mejillas entre sus manos como si sujetara el objeto más valioso del mundo. Pues para él lo era.

— Entonces, a partir de ahora eres el Omega del rey — ambos sonrieron y se abrazaron con fuerza

—¡Que tiernos! — gritó alguien desde la puerta

—¡Roier! — le regañó Vegetta — ¡No interrumpas el momento!

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⏰ Última actualización: Apr 16 ⏰

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The King's Omega {Deathduo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora