Capitulo tres

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He llegado a sospechar que mi afán de no acordarme, es lo que me tiene enfermo de recuerdos

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He llegado a sospechar que mi afán de no acordarme, es lo que me tiene enfermo de recuerdos.

Vacaciones, verano, calor, veraneantes, noches acampando afuera, libertad, alcohol y desenfreno... Es una verdadera pena que yo jamás he disfrutado de tales actividades. No es que no quisiera, o las evitara o algo similar. Papá era un ser que postulaba que su inocente, pura y casta hija no podía realizar ninguna de los panoramas propuestos anteriormente. Su pequeña de dieciséis años estaba para quedarse en casa; tejer, bordar y aprender a cocinar. Si exagero es cierto... jamás aprendí a cocinar.

Bueno por esa razón seguía en mi cama dando vueltas. Las vacaciones pasaban a un ritmo muy lento para mí y yo estaba ansiosa por salir de este encierro. Además que el calor que hacía no me permitía dormir las miles de horas que mi cuerpo demandaba.

—¡Calor, verano, sudor! —vociferé furiosa mientras arrojaba las mantas al suelo, cubriendo solo mi cara con la sabana. Esperaba quedarme dormida de un momento a otro...

En mi peor momento de "odioeluniverso" mi puerta se abrió muy despacio y un pequeño bulto se arrojó a los pies de la cama, trepando hasta llegar a mi cara. Era mi hermana de cuatro años, Andrea. Pequeña, menuda y de cabellos oscuros lisos, apareció acurrucada a mi lado como un pequeño bulto.

—¡Angélica! —chilló en mi oído—¡juguemos!

—Olvídalo. —Me di la vuelta observando la pared. Pero ella no satisfecha con mi respuesta comenzó a gritar aún más fuerte.

—¡Quiero jugar contigo a las espadas!

Seguí en mi postura aun cuando mi pequeño desastre se arrojó sobre mí, saltando sobre mi pobre estómago.

—¡Hermana!

—¡Ya! ¡de acuerdo! Iré pero déjame vestirme en paz —le respondí tomándola de la cintura y dejándola en el suelo. Su respuesta fue salir corriendo en busca de las espadas de juguetes.

Me senté sobre la cama pasándome las manos por mis ojos llenos de sueño. Busqué mi ropa en medio de mi eterno desorden, descubriendo que todos mis calcetines estaban como yo, sin pareja. Y eso estúpidamente me hizo sentir mejor. Agité la cabeza tratando de no pensar en Armando. Era una tarea inútil, porque a pesar de haber estado 28 días sin verlo, su recuerdo siempre aparecía en mi mente de alguna manera... de alguna forma, confesar que llevo la cuenta, me hace sentir más patética de lo que ya soy.

Terminé de vestirme mientras me hundía en una esquina de mi colchón, y golpeé fuertemente mi cara con mis manos. ¡Basta de idioteces y estar deprimida! Primero, ordenaré este chiquero de pieza, segundo, jugaré con mi hermana, tercero y final, saldré con Katte y me comeré un helado enorme de chocolate, nueces y crema. Así se terminarán todas mis penas.

***

Durante el día fue bastante complicado seguir el orden de mi plan. Principalmente porque mi pieza estaba mucho más desordenada de lo que pensaba, llegando hasta el punto de sacar dos bolsas llenas de basura. Y después de esa experiencia horrible, la cual no se la doy ni a mi peor enemigo, luego tuve que cumplir la promesa hecha a mi hermana. Y para rematarla terminé derrotada por la espada de juguete de una mocosa de cuatro años.

Formas Idiotas Para AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora