Capítulo once

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"Creí escucharte cantar.

Creo que creí verte intentar

Pero eso fue sólo un sueño,"

Losing my religión – REM

El teléfono volvió a resonar en mi bolsillo. Lo saqué de allí para observar quien me llamaba. Por supuesto, era la séptima vez que Katte intentaba comunicarse conmigo sin éxito alguno. Suspiré y guardé el celular en su lugar. Sabía que no era sano, pasar exactamente todos los días de vacaciones de invierno encerrada en mi pieza. Pero no anhelaba moverme, ni siquiera si llegase a terremotear.

Los pasos de mi mamá inundaron el pasillo. Golpeó la puerta, cosa tonta porque igual entró sin pedirme permiso, con el teléfono de la casa en mano.

—¿Puedes por favor hablar con Katte? —señaló enfadada con el objeto en sus dedos —O anda a su casa... lo que sea para que deje de llamar.

Aún estaba con el pijama puesto, la ropa sudada y sin ganas de abrir los ojos. Quise rodar sobre mi costado para ignorarla, pero el tono de mamá no admitía replicas. Me incorporé quedando sentada sobre la cama y alargué el brazo para recibir la llamada.

—Mucho mejor —me lo entregó y salió de mi pieza.

—¿Aló? —comenté resignada.

—¡Ange! ¡Donde has estado! —tuve que alejar el auricular de mi pobre oído — necesito saber que pasa... ¡Ahora!

—Te veo en una hora en el parque— le comenté secamente, para cortarle con violencia y hacerme el ánimo de arreglarme para salir.

Aunque yo llegué con diez minutos de retraso, mi mejor amiga me recibió animada. Le devolví el gesto con desanimo y una sombra cruzó por su rostro al verme. Entonces, para distraerme supongo, me comenzó a relatar sus actividades de invierno, lecturas realizadas y lugares visitados. Trataba, con amplios gestos, de traspasarme su energía, pero sus intentos terminaron en nada. Ella se detuvo en seco de lo que estaba contándome. Me observó de pies a cabeza y explotó sus verdaderas intenciones.

—Por favor Ange —la voz de Katte se quebró en ese momento —tú sabes que detesto verte actuar de esa manera.

—¿De qué cosa hablas? —solté indiferente y sin mirarla.

—¡De esa manera! —se colocó enfrente de mí —¡quiero saber que te hizo Antonio! —gritó con todas sus fuerzas.

Abrí los ojos, apreté las manos y desvié la mirada. Hace unas cuantas semanas no había sido capaz de mencionar su nombre, ni mencionar sus aproximaciones, ni nada que invocase su presencia. Hace unos días atrás todo se terminó abruptamente sin dejarme tiempo para reaccionar ante su rechazo.

Pero mi mejor amiga, la pequeña Katte sabía de antemano lo que me sucedía.

—Pareces un autómata —continuó un poco más despacio — lo haces todo por inercia, ya no sonríes como antes... —se detuvo solo un poco —Ya no sé dónde está mi mejor amiga.

¿Por qué me dolió tanto? ¿Acaso era tan importante lo pasado que no sabía cómo sentirme? ¿Cómo demonios terminé sintiéndome tan miserable después de lo ocurrido? No sabía las respuestas a estas preguntas. Mi esencia escapó hace unas cuantas semanas atrás y no ha dado señales de volver nuevamente.

—Está bien me rindo —solté algo molesta —¿Dónde te perdiste?

—Recuerdo que al parecer se quedaron un día junto después de clase.

Formas Idiotas Para AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora