Capítulo trece

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Donde no puedas amar, pasa de largo.

(Nietzsche)

Por alguna extraña razón, el desconocido no me simpatizaba tanto como el principio. Era demasiado engreído para mí gusto. Apenas lo saludamos entre las tres, y Katte le preguntó si acaso él había ganado el concurso de historia, sin humildad alguna el extraño dijo que sí. Eso me molestó de sobremanera.

Nos dirigimos a la biblioteca. Extrañamente no solo Victoria parecía encantada con el desconocido, sino también Katte. ¿Adivinan? Eso también me causó fastidio.

—¿Sabes? Has dicho mucho de historia, pero nada sobre tu nombre —susurró una tímida Victoria.

—Me llamo Francisco —le sonrió a mi amiga quién estaba encantada por su gesto.

Así que ese era su nombre. Me senté en una silla cercana, mis amigas se acercaron a él con unas preguntas sobre la materia. Estaba verdaderamente fastidiada, pero no sabía el porqué del asunto. Francamente debía estar alegre ya que el objetivo se cumplió.

Fue allí cuando escuché a Francisco darles una gran cátedra, sobre el Chile colonial. Fruncí las cejas, hastiada de tanto parloteo inútil. El ego del tipo podía sentirse a kilómetros de distancia. Pero disimulé mi enfado lo mejor que pude. Al fin y al cabo, saludé a Francisco para que Victoria lo conociera mejor. Lo más probable era que me sintiera así, porque me estaba excluyendo de toda su conversación. Suspiré y decidí unirme.

—Por eso los humanistas son los mejores —dijo finalizando su chachará.

Ante esas palabras Katte se molestó, aunque decidió callar. Mi otra amiga estaba fascinada, y aunque yo también estuviese de acuerdo con sus palabras, no podía tolerar que tuviese razón en todo lo que proclamaba.

—Eso es una tontería —recriminé sin avergonzarme —el mundo de hoy no es nada sin las ciencias.

—Pues esas ciencias —proclamó Francisco —no son más que las consecuencias de nosotros, seres que se dedicaron a pensar y descubrir.

—¿Perdón niñito? Que yo sepa, ninguno de ustedes podría contra un ejercicio complicado de matemática —"la verdad tú tampoco" me recriminó mi conciencia —¿Y acaso sabes las proporciones del cuerpo humano? ¿Hay algo más preciso que las matemáticas? ¿Cómo osas burlarte de la física que te mantiene parado? ¿O de la biología que te permite hablar tanta idiotez junta?

De acuerdo esa no era una buena manera de integrarme al grupo. Pero Francisco en vez de enojarse conmigo... se puso a reír de una manera, recordándome al alguien que deseaba olvidar. Por alguna razón el calor subió a mis pobres mejillas, pero sacudí la cabeza y sencillamente crucé los brazos.

Las chicas le hicieron otra pregunta, y el tema pasó sin pena ni gloria. Luego de eso él dijo que tenía que marcharse a casa. Mis amigas quisieron ir de inmediato con él. Yo tan solo suspiré deseando que todo se acabara pronto. Decidí dejarlos en una esquina, para tener el resto de la calle para pensar tranquila.

—Cuídalas bien —le recomendé a Francisco.

—Como ordene la señora —me respondió haciendo una ridícula pose de servidumbre.

Me despedí de ellos. Pude acompañarlos, a decir verdad no tenía nada interesante que hacer después de clases. Pero seguir al lado del ego ambulante me producía nauseas.

Otra razón también pesaba en mi alma. La evidente alegría de mis amigas también me estaba desagradando en demasía. La tristeza oculta durante todo el día tenía ganas de salir de mi pecho y yo no quería provocar la lástima de nadie. Entonces me la tragué respirando hondamente para que nadie se diese cuenta de mi pesar.

Formas Idiotas Para AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora