Capítulo 9

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Melizsa se quedó quieta, sintiendo que algo en el aire cambiaba. Crish, por alguna razón, se veía vulnerable. Sin pensarlo mucho, ella también levantó su mano y acarició suavemente su cabello. El silencio que los envolvía no era incómodo, sino lleno de algo indescriptible.

Después de unos segundos, ella retiró la mano, sin decir nada. Pero, ninguno de los dos parecía querer romper ese momento.

—Mell... ya es casi la una de la mañana. Deberías entrar a tu casa —dijo Crish, levantándose de nuevo y sacudiéndose el pantalón—. Es hora de que me vaya.

—Sí... debería hacer eso. Es tarde —repitió ella, levantándose también.

Melizsa se quedó de pie junto a Crish, observándolo mientras se preparaba para irse. La brisa nocturna acariciaba su rostro, y por un instante, ambos se miraron sin saber qué más decir. El silencio se sentía pesado, pero no incómodo; era como si algo hubiera quedado sin resolver, una tensión en el aire que ninguno se atrevía a mencionar.

—Bueno... —empezó Crish, sin mirarla directamente, mientras daba un paso hacia atrás—. Cuídate, ¿sí?

Melizsa asintió lentamente, pero antes de que él pudiera alejarse por completo, algo dentro de ella la impulsó a hablar.

—Crish, espera —dijo, su voz temblando un poco más de lo que esperaba.

Él se detuvo, girando lentamente para mirarla, sus ojos buscando los de ella.

—¿Pasa algo? —preguntó, preocupado.

—No... o sí, no lo sé. Es solo que... Tú también cuídate—Las palabras no salían fácilmente, y por un momento sintió que su corazón latía tan fuerte que Crish podría escucharlo

Un destello de sorpresa cruzó por el rostro de Crish, pero luego, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa, una que no llegaba del todo a sus ojos.

—Buenas noches —susurró Crish, dándole una última mirada antes de dirigirse hacia su auto.

Melizsa lo observó marcharse, y aunque quería llamarlo de nuevo, algo la detuvo. Se quedó allí, de pie en la oscuridad, con el sonido del motor del auto alejándose hasta que todo lo que quedó fue el silencio

Al día siguiente, Melizsa se encontraba sentada en el aula, rodeada de sus amigos que charlaban animadamente. Martha estaba en medio de una conversación sobre las tareas de la semana cuando de pronto se interrumpió y le lanzó una mirada curiosa.

—¿Y tú? ¿Por qué tan callada hoy? —preguntó, inclinándose hacia ella con una sonrisa maliciosa—. ¿Tuviste una noche interesante?

Melizsa sintió que un leve rubor le subía por las mejillas, pero negó rápidamente.

—No es nada —dijo, evitando la mirada de Martha mientras fingía buscar algo en su mochila.

—Hmm... no te creo, pero está bien —dijo Martha, dándole un ligero codazo antes de volver su atención a Fernanda.

Mientras el murmullo de la conversación continuaba a su alrededor, Melizsa no podía evitar pensar en lo que había ocurrido la noche anterior.... ¿Por qué seguía pensando en eso?

De repente, el timbre del receso sonó, interrumpiendo sus pensamientos.

—¡Vamos a la casa de Luis! —exclamó Martha emocionada—. A ver películas y relajarnos. ¿Vienes, Mell?

Melizsa asintió, levantándose de su asiento mientras sus amigos empezaban a salir del aula.

Ya en la casa de Luis, todos se acomodaron de la manera habitual: Martha a su lado, Fernanda acurrucada con Luis, y Mario, como siempre, haciendo algún comentario sarcástico para entretener al grupo. Pero esta vez, Melizsa no podía sacudirse la sensación de incomodidad, especialmente cuando notó cómo Crish se mantenía a distancia, sentado solo en una silla en el rincón de la habitación, apartado de todos.

La película avanzaba, pero Melizsa no prestaba atención.

De repente, Mario le dio una palmada en el muslo derecho a Melizsa, dejando su mano allí como si fuera lo más natural del mundo. El cuerpo de ella se tensó de inmediato, un escalofrío desagradable recorriéndola desde la cabeza hasta los pies. Sintió cómo un nudo de incomodidad se formaba en su estómago, pero trató de reírse, de actuar como si no fuera gran cosa. Sin embargo, su cuerpo la traicionaba; el rubor en sus mejillas y la tensión en sus músculos hablaban por ella.

—¿Qué te pasa, Mell? —preguntó Mario, su sonrisa amplia y despreocupada, como si no notara el impacto de su gesto.

Melizsa abrió la boca, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Era como si el aire se hubiera vuelto denso, imposible de inhalar. Insegura de qué hacer, solo deseaba que el momento terminara.

Crish, que había estado observando en silencio desde su rincón, se incorporó de repente, su mirada fija en la mano de Mario. La sala entera pareció detenerse en el tiempo cuando su voz, normalmente calmada, cortó el aire como un cuchillo.

—Quita la mano. Ahora —dijo con una frialdad que sorprendió a todos.

El tono no dejaba lugar a dudas; no era una simple sugerencia, era una orden. Mario frunció el ceño, confundido por la súbita seriedad de Crish.

—¿Qué? —preguntó, como si no entendiera.

Crish no repitió la frase. En un movimiento rápido y decidido, agarró la muñeca de Mario y apartó su mano del muslo de Melizsa con brusquedad. El ambiente se volvió insoportablemente tenso. Nadie se movía ni hablaba. El cambio en Crish era palpable; su mirada era dura, sus labios apretados en una línea de desagrado que no se molestaba en ocultar.

—No vuelvas a tocarla sin su permiso —advirtió Crish, su voz baja pero cargada de furia contenida. Cada palabra resonaba con una amenaza latente, y el ambiente en la habitación se volvió pesado.

Mario, sorprendido por la reacción, retrocedió, levantando las manos en señal de rendición, tratando de reírse para aliviar la tensión.

—Tranquilo, solo era una broma... —murmuró, pero su risa sonaba forzada.

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¡Hola a todos! 😊

¿Cómo les pareció la reacción de Crish en este capítulo? ¿Esperaban que interviniera de esa manera? 🙊 Ese cambio de actitud más protector que, hasta ahora, no había salido a la luz.

La verdad es que esa parte de aquí en realidad me pasó una vez con un muchacho que me gustaba mucho. 🙊🙊 Espero haber transmitido la misma emoción y desconcierto que yo sentí en ese momento. 

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