Capítulo 3

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Después de intercambiar algunas bromas más y compartir risas, se despidieron y cada quien se fue a su salón. Cuando Melizsa llegó, encontró a sus amigos hablando animadamente sobre salir a ver películas, como siempre.

—¡Chicos! —gritó uno de ellos, probablemente el más entusiasta—. ¡La casa de Fernanda tiene el mejor sofá del mundo para ver películas!

Melizsa, sin embargo, no tenía mucho ánimo como para unirse a la fiesta de palomitas y risas. Solo quería caer en la cama y soñar con caballeros y momentos mágicos que la hacían sentir mariposas en el estómago. Así que, cuando terminaron las clases, se despidió con un vago "quizá otro día" y se fue directo a su casa, donde se dejó caer en la cama sin siquiera quitarse el uniforme.

La mañana había sido un torbellino de emociones, y Melizsa estaba lista para un merecido descanso. Su mente estaba llena de pensamientos sobre Elvis y la promesa de nuevas conversaciones que hacían que su corazón se acelerara. Cuando finalmente cerró los ojos, se quedó dormida casi al instante, una sonrisa tonta asomándose en su rostro, como si estuviera soñando con príncipes y castillos.

Al día siguiente, un grito estruendoso de su alarma la sacó de su sueño profundo, y se dio cuenta de que había llegado tarde a la primera hora, convirtiéndose en un volcán de pánico. Salió corriendo, sin tiempo para siquiera pensar en sus zapatos, y se lanzó hacia la escuela, como si la vida le fuera en ello. Con el cabello despeinado y la blusa medio metida, llegó justo a tiempo para el descanso de cinco minutos entre clases, antes de que el próximo maestro llegara y la atrapara en su red de tareas y deberes.

—¡Llegó la bella durmiente! —exclamó Martha, con una sonrisa burlona que no podía ocultar. —Te perdiste algo muy interesante, tenemos compañero nuevo.

—¿Ah, y quién es? —preguntó Melizsa, intrigada. No era común que hubiera transferencias de alumnos a mitad del año escolar, y eso siempre traía un aire de misterio y dramas adolescentes.

—Este galán de aquí es Crish —dijo Mario, señalando a un chico de lentes que se encontraba a su lado, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, como si fuera la cosa más normal del mundo.

Él tenía una ligera capa de barba recién afeitada que acentuaba su rostro inexpresivo, mientras llevaba el uniforme de la escuela como si estuviera posando para una revista de moda juvenil. ¡Era solo un pantalón gris y una camisa blanca con botones! Sin embargo, lo llevaba desabrochada, dejando entrever una camiseta negra que hacía que Mario se preguntara si era un superhéroe disfrazado.

Melizsa apenas pudo evitar reírse ante la seriedad de su amiga, pero un escalofrío le recorrió el cuerpo. El chico nuevo, Crish, la observaba de la misma manera en que ella lo había hecho antes, aunque él lo hacía con una mirada más descarada, casi desinhibida.

—Hola —dijo él, dejando escapar una ligera sonrisa que parecía apenas esbozada, como si estuviera guardando un secreto.

—Crish, ¿hace mucho que conoces a Mario? —preguntó Martha, con una sonrisa amplia.

—Sí, bueno, algo así —respondió Crish, con un tono que indicaba que no era de las personas que hablaban mucho. Después de esa breve interacción, se quedó en silencio, observando mientras el resto de sus compañeros charlaban animadamente.

***

Cuando las clases terminaron, todos comenzaron a salir poco a poco, despidiéndose entre risas. Caminaba tan concentrada que no se dio cuenta de alguien que se acercaba por su lado hasta que una mano se agitó frente a su cara.

—¡Hola, Mell! —saludó Elvis, siempre tan amigable, con una sonrisa que iluminaba su rostro. —No te molesta que te llame así, ¿verdad?

—¡Hola, Elvis! Claro que no, no hay problema —respondió Melizsa, sintiendo que el calor subía a sus mejillas. Era un alivio poder hablar con él, una oportunidad que había anhelado.

—Nunca te había visto por aquí. ¿Vives cerca de aquí? —preguntó él, su curiosidad genuina reflejada en sus ojos.

Era obvio que nunca se habían encontrado en ese camino, a pesar de que ella lo había visto a él y a sus amigos muchas veces desde la distancia. Había algo reconfortante en su cercanía, pero también un aire de misterio que la envolvía.

—No, no vivo tan cerca de aquí... —respondió, dudando un momento. —Solo me gusta No terminó de decir nada más porque fueron interrumpidos por Erick, su amigo, quien llegó de repente colgándose de Elvis, riéndose mientras se metía en medio de los dos.

—Así que ahora se van juntos —comentó Erick con un tono burlón, observando la reacción de Melizsa. La risa que escapó de sus labios fue involuntaria, pero al instante se congeló al ver cómo el rostro de su amiga se tornaba en un intenso rojo. Era una mezcla de sorpresa y algo más, un destello de vulnerabilidad que no pasó desapercibido.

—Ya basta, Erick, no molestes —respondió Elvis, intentando liberarse del abrazo incómodo de su amigo. Melizsa y Erick se detuvieron, sorprendidos por el brillo en los ojos de Elvis, que denotaba tanto interés como inseguridad.

—Nos vemos, linda —finalizó Elvis, dejando un beso fugaz en la mejilla de Melizsa, con una sonrisa que parecía tener un secreto escondido. Cuando se alejó, Melizsa sintió que el tiempo se detenía.

—Wow —murmuró Erick, asombrado por el repentino interés de su amigo. Hasta ese día, Elvis nunca había mostrado interés en Melizsa. ¿Por qué ahora? Una inquietud se instaló en el estómago de Erick mientras miraba a su amiga.

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