Una mezcla de miedo y rabia le subió a la garganta, y cada latido era como un golpe que dolía más de lo que podía soportar. La sorpresa y el desconcierto se entrelazaban en su mente, trabajando frenéticamente para encontrar una explicación. ¿Cómo es que Crish estaba ahí? ¿Y por qué Julian lo había invitado?
El aire se volvía pesado, apretándola desde dentro como si fuera a asfixiarla. Su visión se volvía borrosa, y, luchando por no colapsar, tomó una decisión apresurada.
—Voy al baño, ahora regreso —murmuró, su voz apenas audible mientras se levantaba rápidamente, buscando salir de allí antes de que la presión la destruyera.
Julian la miró con una mezcla de sorpresa y ternura, y alzó la mano, rozando su mejilla con suavidad.
—¿Te sientes bien, corazón?
El consuelo en su voz era a la vez un alivio y una punzada. No podía contarle lo que sentía; no quería que él supiera de su historia con Crish, una herida que apenas había comenzado a cicatrizar.
—Estoy bien, solo... solo necesito un momento —logró decir, forzando una sonrisa.
Melizsa se giró y se dirigió a la recámara de Julian, sintiendo cómo esa sonrisa se desmoronaba apenas daba la espalda. Cerró la puerta detrás de ella, dejando escapar un suspiro entrecortado, como si en ese pequeño espacio cerrado pudiera finalmente liberar el aire que había contenido.
Sentada en la cama, con las manos temblorosas, su mente giraba como una tormenta. ¿Cómo era posible que Julian y Crish se conocieran? ¿Desde cuándo? La furia y el pánico se entrelazaban en su pecho. No podía culpar a Julian, pero tener a Crish aquí, en el único lugar donde se sentía segura, era como una burla cruel. Las heridas que él le había dejado volvían a abrirse, cada una tan vívida como el primer día.
De repente, un ruido detrás de ella la hizo congelarse.
La puerta se abrió, y Melizsa contuvo la respiración. Su corazón latía con fuerza, y, aunque intentaba convencerse de que sería Julian o cualquier otra persona de la fiesta, una parte de ella sabía quién era. Cuando levantó la mirada, ahí estaba Crish, parado en el umbral. Su expresión era una mezcla de arrepentimiento y algo oscuro, casi desafiante, y el silencio entre ellos se volvió ensordecedor.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, su voz apenas un susurro, temblando con incredulidad y rabia contenida.
Crish no respondió de inmediato; se detuvo a medio camino, observándola como si midiera cada palabra que iba a decir. Crish no había cambiado en lo absoluto. Seguía siendo el mismo manipulador que jugaba con sus emociones, como lo había hecho en el pasado. Ese mismo hombre que, después de usarla, le había dicho que no volviera a hablarle.
Se levantó de la cama, retrocediendo hasta que su espalda chocó contra la pared. La habitación parecía encogerse, y cada metro de distancia se sentía insuficiente para escapar del peso de sus recuerdos. El dolor y la ira, el miedo y las memorias, todo se arremolinaba dentro de ella, desgarrándola.
—Vaya, qué mal me recibes... corazón —dijo Crish, imitando el tono que Julian solía usar, pero en su boca sonaba cruel y burlón. Dio un paso hacia ella, cruzando los brazos con una mirada cargada de desprecio—. Fue toda una sorpresa encontrarte aquí.
La rabia surgió con fuerza, impidiéndole pensar con claridad.
—¿Qué es lo que quieres?
Una lenta sonrisa apareció en su rostro, y se acercó aún más, tan cerca que el aire entre ellos pareció electrificarse.
—No eres la misma de antes —respondió, recorriéndola con la mirada, sus ojos deslizándose por ella con una familiaridad que la hacía sentirse expuesta. Su sonrisa se ensanchó, y en un gesto provocador, se humedeció los labios.
El impulso de huir, de dejarse llevar por esos viejos instintos, se agitaba en su interior. Pero no caería de nuevo; no esta vez. No volvería a ser la chica que él había manipulado.
—No me toques —murmuró con una voz firme, enfrentándolo sin apartar la mirada.
Él sonrió, esa sonrisa oscura que alguna vez la había seducido y que ahora solo le producía temor.
—¿Por qué no? Antes te encantaba...
Sin pensar, Melizsa lo empujó y caminó hacia la salida, luchando por mantener la compostura. Su único pensamiento era escapar; la cercanía de Crish y el peso de los recuerdos eran como una prisión. Pero cuando extendió la mano para abrir la puerta, él la sujetó del brazo, y su tono, gélido, la paralizó.
—¿Vives con él aquí?
Ella tironeó su brazo, intentando soltarse.
—Eso a ti no te importa —respondió con frialdad, pero la voz le temblaba mientras sus dedos rozaban el pomo de la puerta.
Justo cuando estaba a punto de abrirla, él la empujó contra la puerta, bloqueando su salida. La proximidad de Crish la asfixiaba, y el calor que emanaba su cuerpo hacía que cada fibra de su ser se tensara, atrapándola en una red de emociones que apenas podía controlar.
—Recuerdas cuando te tocaba, Melizsa... —susurró él con un tono venenoso, una sonrisa arrogante en sus labios—. No creo que ese imbécil lo haga mejor que yo.
Sus palabras eran un veneno que le quemaba la piel, un recordatorio doloroso de las veces que él la había usado para luego dejarla sola. Su respiración se volvió errática, y la realidad la golpeó con brutalidad: Crish no había cambiado. Seguía siendo el mismo manipulador, el mismo hombre que jugaba con sus emociones sin remordimiento alguno.
—¿Melizsa? —la voz de Julian resonó desde el otro lado de la puerta, acompañado de unos suaves golpes. Melizsa sintió cómo su corazón se aceleraba aún más. Intentó abrir la puerta, pero Crish seguía manteniéndola atrapada.
—Sí... aquí estoy. En un momento voy —respondió, tratando de sonar tranquila aunque el pánico le quemaba por dentro.
—De acuerdo, corazón. No tardes.
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¡Hola a todos! 🌟
¿Qué opinan sobre la actitud de Melizsa?
¡Yo creo que debería hacer sufrir al méndigo! 😂💔
¡Espero leer sus comentarios!
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Todo lo que aprendi
Romance¿Qué pasa cuando la primera impresión es..."siento que no puedo alejarme de él"?, ¿qué pasa cuando te pierdes a ti misma por alguien más?, sentimientos nuevos, experiencias nuevas... ¿Qué pasa cuando experimentas todo lo que jamás imaginaste, solo c...