Capítulo 25

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Ella sintió un escalofrío recorrer su espalda, un cosquilleo que solo él podía provocar. Sus ojos se encontraron, y sin pensarlo, se movió hacia él, atrapándolo en un beso apasionado. Sus labios se encontraron con intensidad, desatando una oleada de deseo. El aire se volvió denso, cargado de electricidad.

—Muévete, —le susurró él, su voz ronca como un comando, mientras sus manos se deslizaban por su cintura.

Con un ligero movimiento, Melizsa se acomodó sobre él, el calor de su cuerpo parecía envolverla, y la fricción entre ellos aumentaba, cada roce un desafío, una promesa no dicha. El sonido de sus respiraciones se volvió más errático, como si el mundo girara solo alrededor de ellos.

—Esto es... —ella comenzó a decir, pero las palabras se perdieron en un gemido, un suspiro profundo cuando Crish presionó su cuerpo contra el de ella.

—Solo déjate llevar —le respondió él, su voz profunda y casi demandante, como si no hubiera opción.

Sin pensarlo, Melizsa se dejó llevar por la sensación, disfrutando cada caricia, cada roce que parecía incendiarlos por dentro.

—No quiero que esto se detenga —dijo ella, su voz temblorosa mientras él deslizaba sus manos bajo su ropa, explorando su piel con cada toque, haciendo que su corazón latiera más rápido.

—No tengo intención de parar —le aseguró Crish, sonriendo con un aire de desafío mientras se acercaba aún más, su mirada llena de promesas peligrosas.

Los gemidos de placer llenaban la habitación, una mezcla de deseo y adrenalina que los envolvía. El espacio entre ellos desaparecía con cada beso, cada roce, cada contacto que les dejaba sin aliento.

Ella no podía dejar de jadear con cada movimiento que él hacía sobre ella, su cuerpo ardiendo con el fuego que él había encendido. Cada beso, cada toque que le daba en los pechos la dejaba sin palabras, y él disfrutaba de los sonidos que salían de ella. Una guerra silenciosa de deseo que se peleaba a cada segundo. Ella lo besaba con tanto deseo, al igual que él, como si fuera el último beso, el único.

Después de ese intenso momento en el que ambos estaban tan agitados por la excitación, Crish recostó a Melizsa en la cama, dejándola boca arriba. Él se apoyó en sus rodillas, su mirada fija en ella con una intensidad que la hacía sentir expuesta y viva, como si pudiera leer cada pensamiento suyo.

La imagen que Melizsa proyectaba lo tenía completamente perdido, y no pudo evitar relamerse los labios con deseo. El poder en sus ojos lo decía todo.

Desde esa distancia, Crish podía ver claramente la humedad que provenía de aquel lugar oculto bajo su ropa interior. La tela se adhería a su piel, casi como si invitara a explorarlo, y su respiración se volvió más pesada. La vulnerabilidad de Melizsa solo avivaba su deseo, creando un juego de poder en el que él se sentía completamente en control. La tensión entre ellos crecía, cada gesto un movimiento hacia lo inevitable.

La presión en su pecho crecía, y su cuerpo parecía responder a cada uno de los gestos de Crish. La conexión entre ellos se hacía cada vez más intensa, como una corriente eléctrica que parecía unirlos.

—¡Oh, Dios! —exclamó Crish, dejando escapar un gemido profundo y lleno de deseo. Su cuerpo se arqueó, se tensó, y con un último impulso, alcanzó su punto máximo. Melizsa sintió cómo el calor lo envolvía y, por un instante, el mundo se detuvo, dejándolos atrapados en ese momento de éxtasis compartido.

Con un suspiro profundo, Crish se dejó caer hacia atrás, agotado pero satisfecho, mientras su mirada se encontraba con la de Melizsa, una mirada cargada de complicidad y un destello de sorpresa. Ella también sentía una oleada de satisfacción recorriendo su cuerpo, una mezcla de emoción y placer que nunca antes había experimentado.

—No puedo creer lo increíble que fue eso —dijo Crish, sonriendo mientras acariciaba suavemente su mejilla. El roce de sus dedos sobre su piel provocaba un temblor suave, una nueva tensión bajo la superficie.

Melizsa no pudo evitar sonreír de vuelta, sintiéndose empoderada por lo que acababan de compartir. Sin embargo, a medida que la euforia del momento se desvanecía, una sensación de inquietud empezó a asomarse en su pecho. Una pequeña voz en su interior susurraba que este instante podía ser efímero, que Crish podría dejarla tan rápido como había llegado.

Cuando Melizsa abrió los ojos, se sorprendió al darse cuenta de cómo estaban dormidos. Ella se encontraba muy cerca de él, con una pierna sobre su cuerpo, mientras Crish la abrazaba con un brazo, su rostro sereno reflejando la calma del sueño. El contraste entre la intensidad del momento anterior y esa calma le golpeó el pecho, dejándola vulnerable.

Se sintió un poco abrumada al recordar lo que había sucedido un par de minutos antes, una mezcla de emociones que la invadió, como si un peso inquebrantable se asentara en su corazón.

Con mucho cuidado, comenzó a alejarse, procurando no despertarlo. La incertidumbre la invadía; ¿cómo debería actuar una vez que Crish estuviera despierto? Se sentó en la orilla de la cama, el silencio de la habitación la envolvía, y su mente no dejaba de darle vueltas a lo sucedido. No podía evitar pensar en cómo se sentiría si él la abandonara.

Al revisar su celular, se dio cuenta de que solo habían pasado treinta minutos. La noche aún era joven, pero el deseo de irse la instaba a moverse. No quería abandonar ese lugar que la hacía sentir tan segura, pero también sabía que lo mejor era que se fuera a su casa antes de que Crish despertara. La idea de que él pudiera decidir no volver a verla le causaba un escalofrío.

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