Los besos de esa noche estaban llenos de amor y pasión, un contraste notable con la urgencia que había dominado su encuentro en el salón. Esta vez, era un juego lento y delicioso, donde sus labios se exploraban mutuamente. Melizsa, con la cabeza apoyada en el pecho de Crish, escuchaba el latido acelerado de su corazón, un sonido rítmico y reconfortante que la envolvía, haciéndola desear cerrar los ojos y perderse en el momento.
Ni siquiera se percató de las palabras que él pronunciaba hasta que su voz suave y casi inaudible la alcanzó, como un eco lejano entre su calma y la oscuridad.
—Mell, yo... no te convengo —dijo Crish, sus ojos entrecerrados reflejando una mezcla de deseo y preocupación. Su voz sonaba rota, cargada de una tensión que empezó a apretarle el pecho a Melizsa—. Deberías alejarte.
Ella levantó la vista, tratando de leer algo más en su mirada. La incertidumbre crecía en su pecho.
—¿Por qué dices eso? —preguntó, su voz temblando levemente, buscando el trasfondo de sus palabras.
Crish bajó la mirada por un instante, y sus labios temblaron, como si la confesión le costara más de lo que esperaba.
—Porque... —dudó, su expresión tornándose seria—. No soy el tipo de chico que mereces. Mi vida... tiene cosas que no están bien.
La respuesta de Melizsa no se hizo esperar. Sintió una punzada de miedo y dolor en el pecho, pero eso no hizo más que darle la determinación que necesitaba.
—Eso no cambia lo que siento por ti —dijo ella con firmeza, enfrentando su incertidumbre con valentía.
Crish permaneció en silencio, observándola, con su corazón dividido entre la necesidad de protegerla y el deseo que lo consumía. La ansiedad lo invadió; había demasiados secretos, demasiados errores. Pero, por alguna razón, no quería alejarse de ella.
—Mell, deberías pensarlo bien. Este tipo de cosas no son simples —murmuró, apartándose ligeramente, como si el espacio entre ellos pudiera protegerla de él.
El ambiente se tornó denso, cargado de emociones sin resolver. Crish quería decirle que no podía seguir así, pero la verdad era que no podía alejarse de ella.
***
Poco después, las sombras de la noche se disolvieron en el sueño, y el sol se abrió paso en la mañana, justo cuando un sobresalto y la voz de Erick irrumpieron en la paz de Melizsa. De repente, él la estaba sacudiendo, tirando de las cobijas sin piedad.
—¡ENANA! ¡Despierta, tienes que despertar! —gritó Erick con una voz melodiosa, que contenía una mezcla entre diversión y urgencia.
Ella abrió los ojos, parpadeando varias veces y tratando de comprender la escena. Medio dormida, se frotó los ojos mientras se estiraba.
—¿Qué pasó? —preguntó con un gran bostezo—. ¿Qué hora es?
—Son las ocho, así que tienes media hora para alistarte. ¡Te espero abajo! —dijo Erick, empujándola hacia el baño antes de salir de la habitación, dejando a Melizsa aturdida.
Aún desorientada, intentó recordar lo que había pasado la noche anterior. Las imágenes de Crish la invadieron; los recuerdos eran como una niebla espesa que le nublaba la mente. ¿Cuándo se había ido? ¿Se había tapado sola? ¿O acaso había sido él quien la había arropado? Las preguntas se agolpaban en su cabeza mientras se lavaba la cara, intentando despejarse.
No tuvo mucho tiempo para pensar, porque Erick la esperaba impaciente y, cuando salió del cuarto, la tomó del brazo y ambos salieron apresurados.
—Espero que sea urgente, Erick, o si no... —comenzó a decir Melizsa, sin terminar la frase, ya que él la interrumpió al jalarla hacia la salida.
—Te prometo que es de vida o muerte, Mell. Cuando lleguemos al café, solo sígueme la corriente —dijo Erick, con una chispa de misterio en los ojos.
—Está bien —respondió ella, con una risa nerviosa que escondía su curiosidad.
Frente a un acogedor café, Melizsa sonrió al ver las luces cálidas y las plantas decorando el lugar, que le daban un aire de tranquilidad. La fachada era agradable, perfecta para escapar de las preguntas que rondaban en su mente.
Cuando entraron, se dirigieron a la barra para hacer su pedido. Entonces, un chico atractivo se acercó para atenderlos. Era alto, con piel clara y una chispa traviesa en sus pequeños ojos. Su cabello semirubio caía de forma desordenada, dándole un aire despreocupado y una sonrisa encantadora.
—¡Hola! ¿Qué les gustaría pedir? —preguntó el chico, mientras sus ojos se detenían en Erick un segundo más de lo necesario.
—¡Un café con extra de atractivo, por favor! —bromeó Erick con un guiño exagerado.
El chico soltó una carcajada, y Melizsa sintió sus mejillas calentarse al instante.
—Buena elección, pero el atractivo es un complemento que viene solo, ¿no? —respondió el chico con una sonrisa divertida.
—¡Erick! —murmuró Melizsa, dándole un ligero codazo en el costado, aunque la diversión brillaba en sus ojos.
—¿Qué? —respondió él, con una sonrisa amplia—. Solo intento hacer su trabajo más interesante.
Melizsa no pudo evitar sentir que el mundo se movía a su alrededor en ese instante. La distracción de Erick, el atractivo del chico del café, y los recuerdos de la noche anterior con Crish se entrelazaban en su mente. Decidida a no dejar que la confusión la abrumara, sonrió y pidió su café, tratando de dejar de lado las preguntas.
—Hola, Erick, buen día. ¿Qué vas a pedir hoy? —preguntó el barista, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
—Mi novia y yo queremos dos cafés del día con crema y un desayuno: tostadas con tomate y jamón serrano —dijo Erick, rodeando a Melizsa con el brazo y mirándola de manera cómplice. Al darse cuenta de lo que había dicho, Erick se puso rojo al instante.
El barista levantó una ceja, visiblemente sorprendido. La declaración lo había tomado desprevenido, y Melizsa no sabía si reír o esconderse.
—De acuerdo, en un momento estará lista la orden —dijo el chico, todavía con una expresión confusa mientras tomaba nota.
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Todo lo que aprendi
Romansa¿Qué pasa cuando la primera impresión es..."siento que no puedo alejarme de él"?, ¿qué pasa cuando te pierdes a ti misma por alguien más?, sentimientos nuevos, experiencias nuevas... ¿Qué pasa cuando experimentas todo lo que jamás imaginaste, solo c...