Capítulo 7

6 3 1
                                    

Al salir de su cuarto, el eco de los pasos de Crish resonaba en su mente. No era solo la situación incómoda que había provocado su madre; había algo más profundo, una tensión palpable que flotaba entre ellos, un deseo que aún no se atrevían a explorar. Mientras bajaba las escaleras, su corazón seguía latiendo con fuerza, como si le advirtiera que este era un punto de inflexión en su relación.

Con el pedido en mano, regresó a su habitación, sintiendo que el aire se había vuelto más denso. La laptop permanecía abierta, y el rastro de su risa aún flotaba en el aire, un eco de lo que había sido un momento perfecto. Pero ahora, una sensación de anhelo la invadía.

—¿Qué estás haciendo, Melizsa? —se preguntó a sí misma, sintiendo que el miedo a perder lo que había empezado a construir se apoderaba de ella.

Se sentó en la cama, sintiendo la ausencia de Crish como un vacío. No podía dejar que este momento se desvaneciera así. Era el instante perfecto para dar un paso adelante, pero la duda la mantenía cautiva. Sin embargo, una nueva resolución comenzó a formarse en su interior; tal vez era hora de que ambos enfrentaran lo que realmente sentían, de dejar atrás la confusión y el miedo.

El domingo, Crish no se reportó en todo el día ni respondió sus mensajes, y al final, Melizsa terminó haciendo su trabajo en equipo sola. El día de la exposición llegó, y ella presentó el tema sin señales de él. Cuando terminaron las clases el lunes, su mal humor era evidente. La falta de noticias de Crish la tenía frustrada, y la preocupación empezó a anidar en su pecho.

Mientras caminaba por el pasillo, escuchó a Elvis llamándola. A pesar de su distracción, él se acercó con una sonrisa, preguntando por qué parecía siempre tan distraída. Melizsa se disculpó, explicando que estaba inmersa en sus pensamientos.

Elvis, con un poco de pena, le pidió que le enseñara algo del módulo 3 de la especialidad. Aunque dudaba de sus propias capacidades, terminó aceptando, sabiendo que lo haría.

—Está bien, pero no esperes mucho —respondió, sintiendo que su mente aún divagaba hacia Crish.

Elvis se mostró emocionado y le propuso ir a un café, ya que necesitaba repasar para el examen del día siguiente. Al llegar, se sentaron cerca uno del otro, y la cercanía comenzó a incomodarla. Melizsa retrocedió un poco, buscando espacio, intentando despejar su mente de la angustia que la consumía.

Mientras repasaban los diagramas de flujo, su concentración se interrumpía cada vez que Elvis la miraba fijamente. La tensión aumentaba. En un momento, él se inclinó un poco, apoyando su codo en la mesa, dejando su rostro a un paso de distancia.

—Mell, ¿alguna vez te han dicho que tienes unos ojos muy bonitos? —su comentario provocó que Melizsa se sintiera aún más incómoda.

—No, pero gracias. Ahora, no nos distraigamos —respondió ella, intentando cambiar de tema, pero las palabras se sentían vacías.

Tras un par de horas repasando, la noche llegó. Ambos se levantaron y comenzaron a guardar sus cosas. Elvis, algo apenado, le pidió su número de teléfono, como si fuera un gran atrevimiento. Melizsa se lo dio, asegurándole que podía preguntarle cualquier duda.

—Te llevaré hasta tu casa —dijo él mientras salían del café.

El camino fue tranquilo, pero Melizsa se sentía atrapada en sus propios pensamientos. Al llegar, se sentaron en un escalón de la entrada. Conversaron de cosas triviales, disfrutando de esos momentos, pero la risa no llegaba a sus labios como solía hacerlo. La inquietud crecía en su interior, una sombra que no podía ignorar.

—Ya tengo que entrar, gracias por traerme —dijo Melizsa, levantándose y sacudiéndose la falda, sintiendo que algo se rompía dentro de ella.

—Yo te agradezco a ti por ayudarme. Mañana te cuento cómo me fue en el examen. Nos vemos, Mell —respondió Elvis, despidiéndose con una sonrisa, pero la suya no llegó a los ojos de Melizsa.

Al día siguiente, al despertar, Melizsa sintió que había pasado por demasiado en tan solo dos días. Se sintió cansada, como si la semana hubiera comenzado con un torbellino de emociones.

Al llegar al salón de clases, Melizsa se detuvo en la entrada al ver a Crish en una esquina, como siempre. Llevaba un saco negro y tenía los ojos cerrados, con los audífonos puestos y los brazos cruzados. Parecía estar sumido en su mundo, ajeno a todo. Sin embargo, la molestia que había acumulado en su interior se intensificó al verlo. Se sentía furiosa por su desaparición y por haberla dejado sola con el proyecto que debían presentar juntos.

Con un suspiro de frustración, Melizsa avanzó hacia uno de los pupitres, dejando caer su mochila con un golpe seco. Se quedó de pie al lado de él, contemplándolo en silencio, sintiendo que la tensión entre ellos era palpable. La decepción y la ira luchaban en su interior, y cada segundo que pasaba sin que Crish se diera cuenta de su presencia aumentaba su enojo. ¿Cómo podía estar tan desconectado de lo que pasaba a su alrededor?

Todo lo que aprendiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora