Capítulo 3

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JAEKYUNG

Puedes cruzarte con miles de personas a lo largo de tu vida, pero sólo a unas pocas las dejas entrar en ella. A veces ni siquiera eres consciente de ese momento. El instante en el qué, sin una razón, das un paso que te acerca y surgen más preguntas ¿Por qué él? ¿Por qué yo? ¿Por qué nosotros?

Una idea que se clavó en mi mente desde la noche en la que lo volví a ver. Me bastó ver su rostro y esa suave expresión que le caracterizaba para darme cuenta que se trataba de él. Nuestras manos se entrelazaron en un saludo cordial más impuesto que espontáneo. Su mano me encendió la piel y me trasladó en un viaje por el tiempo, justo tres años atrás cuando estuve con él.

Debía dejar de mirarlo, tenía que apartar la mirada y fingir que su sola presencia no me afectaba ni un poco. Me acomodé en el sofá junto a mis padres, él se acomodó al lado de su hermana y su abuela. Volví a mirarlo sin creer que algo así me estuviera pasando a mí. Recordé que después de él hubo otros dos chicos con lo que me acosté y no sentí lo mismo, ni siquiera un poco.

Noté que era el único nervioso, pensé que sólo yo pensaba en esa noche y la conversación se encargó de darme la razón. Kim Dan... no me recordaba.

—Un doctor. Pero qué maravilla— dijo la abuela. Me sirvió ensalada y me dio un apretón en el hombro, Kim Dan volvió del baño y se sentó en la única silla disponible, esa que estaba junto a mí.

Seorim y Kim Dan eran parecidos. Tanto que podían pasar por mellizos o algo por el estilo, tenían esos ojos bonitos y el mismo grosor de las pestañas. El cabello castaño y la forma de su mentón se asemejaba.

—¿Pasa algo? — mierda. Lo miré durante demasiado tiempo.

La incomodidad me hizo carraspear como mecanismo de defensa y negué con la cabeza.

—Seorim me contó que eres enfermero.

—Algo así— se encogió de hombros y encajó el tenedor en el trozo de carne. A esas alturas de la noche, mis papás parecían más interesados en mi prometida que en mí, así que me relajé un poco. Dejé que las cosas fluyeran como lo hacían y lo ayudé a cortar la carne cuando noté que se le complicaban las cosas.

—Se más específico con ese algo sí.

—Bueno, la verdad es que estudié enfermería en un impulso. La abuela decía que un día sería tan vieja que no podría salir de la cama y alguien debía cuidarla.

—¿Y ese alguien eres tú?

—Eso— parecía tener prisa por terminar, masticaba con tanta rapidez y bebía agua para engullirse la comida—. Gracias a la abuela conseguí un empleo. Doy clases de literatura en una preparatoria.

—¿Un profesor?

—Algo así.

—Parece que adoras esas palabras.

—Esas palabras me definen— no podía ser en serio.

Estaba empeñado en hacerlo perder la concentración, deseaba inquietarlo. Quería hacerlo reaccionar y que notara mi rostro, ese rostro que se había empeñado en acariciar y besar tres años atrás. Pero no, él no mentía. Nada de lo que yo hacía podría desarmarlo porque no me reconocía.

La abuela interrumpió nuestra charla sonando una cuchara en su copa, ella dio inicio a un brindis y me animaron a dejar mi lugar para acercarme a Seorim.

Ahí me arrodillé frente a ella, le puse el anillo y nos fundimos en un abrazo. Fue extraño, estaba dedicando demasiados pensamientos a su hermano y la realidad me golpeó con brutalidad cuando ella se abalanzó a mis labios.

Un par de extraños (Jinx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora