XIII confesión: Rogaré a Dios por piedad, y a ti por calor.

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Sujetó con mayor fuerza aquellas sábanas, suspirando entre jadeos lastimeros que eran apenas audibles para ella misma, sus extremidades se estremecían ante la fuerza de su propio agarre, sintiéndose extrañamente incómoda, y a la vez todo lo contrario.

- La doctora dice que es solo un resfriado - Escuchó la voz de Wednesday en la habitación, girandose torpemente en la cama para mirarla, la azabache dejaba una bandeja sobre la mesita de noche, acercándose a ella, y no se negó a la suave caricia que alcanzó la piel de su mejilla por parte de la morena, mirándola con cierto rencor.

- Jamás me había enfermado en mi vida - Afirmó con voz irritada, entrecerrando sus ojos un poco - ¿Cómo no eres tu la culpable de ello?.

- No recuerdo haber hecho algo para que te enfermes - Contestó con completa inocencia, alejándose de la cama y de Enid para dirigirse a la puerta de la habitación nuevamente - Estaré en el living, si necesitas algo puedes llamarme y vendré enseguida.

El silencio se hizo presente tras la ausencia de la morena en la habitación, envolviéndose en las sábanas grises mientras murmuraba maldiciones, se sentía débil, creía que aquel medicamento que le dieron no era útil pues no estaba mejorando, jamás se había sentido tan vulnerable e indefensa en toda su vida, y sin embargo, estar en aquella cama le daba tranquilidad, dejando que el frío de la habitación debido al aire acondicionado y la suave iluminación con bombillas frías la arrullaran a un dulce sueño para descansar, no esperó que esto sucediera justo después de avanzar un poco con Wednesday, pero admitía que descansar era agradable.

Wednesday no había mencionado nada, ella se había decidido a darle su tiempo, no tenía prisa, en primer lugar, si hablar de aquello cambiaba para mal la relación que tenía actualmente con Wednesday, entonces no quería saber nada.

- Hace frío aquí sola... - Dijo en un suave murmullo mientras se escondía entre las sábanas, su piel se sentía caliente, de seguro por la fiebre que apenas estaba comenzando a bajar un poco, su cuerpo en un estado de debilidad exigía por algo de consuelo, algo a lo que aferrarse, abrazando la almohada de Wednesday mientras intentaba forzarse a dormir.

Si...era diferente, ahora ella correspondía sus abrazos al dormir, no se quejaba de preparar el desayuno para ambas cuando la azabache comenzó a despertar un poco más tarde debido a lo cómodas que dormían, ni se negaba a pasar un tiempo con ella, incluso si sus conversaciones no tenían un objetivo como tal, y era solo conversar.

Sentía un muro de hielo rodear a la morena mientras más la conocía, se preguntó a si misma si aquella barrera siempre había estado ahí, y porqué tardó tanto en notarla.

- Wends... - Llamó débilmente, como un bebé malcriado, repitiendo una y otra vez la abreviación de aquel nombre con algo de cariño, levantando la voz solo un poco, hasta que escuchó los pasos acercarse, mirando desde una posición segura debajo de las sábanas a la morena volver a entrar.

- ¿Que ocurre? ¿Aún no te sientes mejor? - Preguntó con verdadera preocupación, acercándose a la cama e inclinandose sobre ese montículo oculto que se notaba en la sábana - ¿Necesitas que te prepare algo?.

Miró su rostro, con el propio ligeramente tibio, sus manos salieron de las sábanas hasta el rostro ajeno, la piel de Wednesday siempre se sentía fría a comparación con la suya, y eso de alguna manera era demasiado agradable para su gusto, deslizando su mano hasta la nuca de la pelinegra para acercarla hacia abajo, permitiéndose dejar un beso en la mejilla de Wednesday, para luego morder la misma, y permanecer con la piel entre sus dientes por un momento, hasta que la azabache habló.

- ¿Que estás haciendo? - Preguntó tras una breve risa, apoyando sus manos a ambos lados del cuerpo de Enid, subiendo lentamente a la cama, dejando sus pantuflas atrás.

Padre, He pecado ∆ Wenclair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora