IV confesión: Y el lugar más alto al que te haré llegar, será a mis pies.

1.7K 184 47
                                    


Algo andaba mal.

Las hermanas de la iglesia estaban confundidas, y todo se debía a que Wednesday Addams, la sacerdotisa de Nevermore, conocida como una mujer fría y poco efusiva, estaba demostrando rastros de una sonrisa en su rostro.

La pelinegra atendió sus deberes en la iglesia como el resto de los días, claro que algunas de las jóvenes mujeres del pueblo se llevaron una sorpresa ante el humor de la azabache, pero era algo digno de admirar por horas.

Una vez estuvo de regreso en su hogar en los pisos superiores, una de las hermanas fué solicitada al lugar, estaba nerviosa, su mente, de forma pecaminosa imaginaba escenarios y posibles desarrollos de lo que sería este extraño llamado al lugar que tiene acceso prohibido para todo aquel que no sea la sacerdotisa, y el hecho de que pueda pensar en cosas que no debe, es simple.

La esposa de la sacerdotisa no estaba en casa.

Para nadie era un secreto el deseo mundano que guardaban los seguidores de la sacerdotisa por su espectro superior, no tenía rival en encanto, y era simplemente admirable.

La azabache recibió a la hermana con una vestimenta casual, dejando sin palabras a una mujer que solo la había visto vestir trajes ceremoniales como si fueran parte de su piel, pero ahora había una nueva imagen en su mente, aunque era poca la piel que exponía Wednesday con sus pantalones anchos y sudaderas, seguía siendo interesante.

- ¿Me solicitó mi señora? - Pretendía hablar con normalidad, pero su mirada estaba fija en ese pequeño espacio entre el cuello y la capucha de Wednesday que dejaba ver parte de su hombro, intrigada e interesada, sacudió su cabeza y volvió su vista a una pelinegra que la miraba con profundidad, causando que esta dé un paso hacia atrás y baje la cabeza en señal de sumisión.

- Así es, pasa - Le ordenó, o eso fingió escuchar, pues pensar que la estaba obligando a entrar a su hogar, sin que su esposa esté, vistiendo tan casual y con esa mirada divertida en sus ojos, definitivamente estaba causando un desastre debajo de su falda.

La hermana la siguió despacio, aunque era la sierva más cercana a Wednesday, nunca había entrado en el espacio sagrado de su sacerdotisa, todo era una experiencia nueva, cada detalle del lugar era fascinante a sus ojos, algo detallado y deleitable.

- De todas las hermanas - Volvió su vista hacia Wednesday cuando la escuchó hablar, dejando de lado su curiosidad - Eres quien tiene una altura y contextura física similar a Enid.

El nombre de la rubia la llevó a fruncir el ceño, deteniéndose cuando Wednesday lo hizo y mirándola fijamente.

- Justo eres quien mejor sabe la clase de persona que es, conoce su círculo social, y también - Caminó acercándose más. Cuando la hermana sintió el cuerpo contrario a solo centímetros del suyo, y tuvo que levantar la mirada para verla, no controló el perder algo de fuerza en sus piernas, presionando ambas entre sí y evitando que sus gestos y expresiones delataran sus pensamientos - Eres quien más la odia.

La hermana no respondió a ello, sus ojos estaban cerrados y cuando percibió la lejanía de Wednesday volvió a abrirlos.

Era extraño, pues solo estaban platicando, pero... Cada mínimo acercamiento era similar a una fantasía, de esas que están prohibidas, de las que calentaban el cuerpo y corrompían el alma, la espera por algo similar a un roce era desesperante, pero deliciosa, y ella estaba acostumbrada a ser tentada cada vez que estaba cerca de Wednesday.

- ¿Que necesita de mi? - Formuló como pregunta, incapaz de mirarla a los ojos, y deseosa de más estímulos, incluso si solo ella los consideraba eso.

- Enid está en el pueblo, le he permitido salir con una...pequeña condición, y me interesa saber más de su vida ajena a nuestro matrimonio, debido a que no sé mucho sobre ello - La azabache la guío hasta uno de los muebles, sentándose en el sofá, mientras con timidez, la hermana se sentaba frente a ella en uno de los sillones individuales - Y esperaba que pudiera aportar un granito de arena en mi búsqueda del saber sobre mi esposa.

Padre, He pecado ∆ Wenclair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora