Parte sin título 4

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- ¡vaya, mira lo que ha traído el murciélago!

Nada más entrar Hermione y Draco, una chica delgada, vestida de blanco y negro, de unos 20 años, se acercó. Era pelirroja y tenía los ojos castaños.

- ¿es para mí? - pregunto la chica al tiempo que alargaba una mano hacia Hermione.

Lleva en el dedo índice un anillo de plástico, con la forma de una paleta de pintor y vivos colores por el borde. Hermione dio un paso atrás.

- ¡eh, tu!, ¿Qué haces?

Draco se interpuso entre los dos.

- Ginebra, lárgate. ¡Theo!

El hombre al que acaba de llamar se presentó de inmediato en el vestíbulo. Era de mediana estatura, y debería tener también alrededor de veinte años. Tanto su pelo como sus ojos eran de un color pardo, y vestía con distintos tonos de marrón. Su aspecto era cerio, parecía un intelectual, y los pómulos prominentes al estilo alemán. Sus ojos se fijaron en seguida en los pies sanguinolentos de Hermione.

- ¡no te acerques a ella! - exclamo Draco, molesto.

Reacio, Theo desvió la vista de las heridas de Hermione para mirar a la chica,

Ginebra, cuyos labios carnosos se curvaron en una sonrisa burlona. La pelirroja se abalanzo sobre él, se agarró a su brazo y lo beso en la mejilla, restregando todo su cuerpo contra del como si fuera un gato.

- Era solo una broma - dijo Ginebra con un gemido seductor-. eres tan serio... - añadió, guiñándole un ojo a Theo, que sonrió.

Algo le decía que aquellos dos no le ayudaría. Aun así, estaba a punto de exigirles, o al menos rogarles que la dejaran marchar cuando una mujer mayor entro por otra puerta.

Sus largos cabellos blancos enmarcaban un rostro oval y destacaban el atuendo: una larga túnica azul pálido. Sus ojos, de color del lapislázuli, eran almendrados y de expresión inquisitiva. Draco y ella hablaron en francés. Había entre ellos cierto parecido; la forma de la frente, de la barbilla, los ojos grandes y de expresión inteligente.

Hermione observo el vestíbulo. Era una casa antigua. La parte superior de las paredes estaba empapelada con un papel de discretas flores en tonos azules: nomeolvides. La parte inferior llevaba un revestimiento de madera barnizada. Una moqueta gris clara cubría el suelo, y las escaleras quedaban a la punta de arriba y la barandilla era de madera de roble bien pulida. Sobre sus cabezas colgaba un pequeño candelabro, y había tres apliques de bronce con globos de cristal en las paredes. Del vestíbulo partían cuatro puertas, todas cerradas. Hermione se preguntó cuál de ellas daría la parte posterior de la casa y a la otra salida.

La mujer mayor se aproximó, y Hermione intuyo algo extraño en ella. En realidad, los cuatro tenían algo extraño. Su piel era quizá demasiado brillante, casi reflejante, y todos ellos tenían ese atractivo aire hipnotizan te, apenas humano, que había advertido en Draco: eran cuatro perfectos maniquís vivientes. Todos ellos rebosaban seguridad en sí mismos, casi arrogancia, pero Draco se llevaba la palma.

La mujer mayor contemplo a Hermione de arriba bajo, de la cabeza a los pies, sonrió, y le dio a Draco:

- Elle est bell. Ne perds pas de temps à la baiser.

Todos, incluyendo Draco, se echaron a reír.

- ¿Qué has dicho? - exigió saber Hermione.

No estaba dispuesta a que le tomaran el pelo. La mujer se volvió hacia ella y le dirigió una mirada larga e intensa a los ojos. Hermione se sintió arrastrada hacia aquel azul. Ella volvió a sonreír, y el gesto animo a su rostro y rompió el hechizo instantáneamente.

EL NIÑO DE LA NOCHE ( DRAMIONE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora