CAPITULO 11

1K 69 0
                                    


Durante la segunda noche, tras la vuelta de Hermione al château, André fue a buscarla justo después de la puesta de sol, cuando aún quedaba algo de rosa en el cielo y se reflejaba sobre la superficie de un océano Atlántico en calma. Hermione estaba terminando la cena: otra vez hígado, espinacas y nabos.

- ¡Date prisa!

Draco tenía un aspecto increíblemente pálido y delgado, parecía una figura de cera. Tenía las mejillas hundidas, los ojos cansados, y parecía preocupado. Hermione sospechaba que necesitaba sangre. Cinco minutos después, cuando Hermione terminó de cenar, él repitió:

- ¡Vamos!

Cuando terminó y se puso en pie, él la contempló de pies a cabeza con una ligera expresión de disgusto. Ambos esperaron fuera al coche; Hermione en las escaleras, Draco de un lado a otro por el camino de grava. Hacía mucho calor y ella estaba sudando. La puerta de entrada se abrió; era Ginebra, que salió fuera también. Llevaba un vestido recto y suelto de color lima limón, abierto por un lado, enseñando un hombro.

- Hola, niña —saludó con una sonrisa maliciosa.

- Hola. Ginebra también tenía ese aspecto demacrado, anoréxico y pálido. Observó a Draco caminar de un lado a otro, y comentó:

- Es genial antes de la primera copa.

- El chofer y la doncella... ¿cómo es que no saben que vosotros sois... diferentes?

- Tenemos nuestras tácticas. Para decirlo de un modo agradable, digamos que se trata de hipnosis. Hacen su trabajo, pero no consiguen llegar a la conclusión de que solo nos ven por las noches.

- ¿Y vais a hacer eso con el médico también? —siguió preguntando Hermione. Y con la Policía, naturalmente, pensó.

- Hermione —contestó Ginebra algo tensa.

- Escucha, quiero darte las gracias por ser tan amable conmigo —dijo Hermione, poniendo una mano sobre su brazo—. No sé qué habría hecho de no haber estado tú.

La pelirroja esbozó una expresión extraña. De pronto sus ojos parecieron echar chispas, y Hermione se sintió hechizada. Aquellos ojos le recordaron a una pieza de fruta que se había dejado en el patio un verano. Dos días después la fruta comenzó a moverse. Había tardado un buen rato en darse cuenta de que estaba cubierta de larvas.

Ginebra apartó la mano de Hermione suavemente.

- Eh, que yo tampoco soy nadie antes de la primera copa. Mantén las distancias, preciosa. Para mí, hueles a un delicioso cóctel.

Por fin llegó un coche deportivo verde con la capota levantada. Theo conducía. Él también estaba pálido y alicaído. Ginebra se subió al coche, se despidió con la mano y ambos se marcharon. En cuestión de segundos llegó la limusina plateada.

Draco le sujetó la puerta y subió después de ella. El coche arrancó inmediatamente.

Durante los cuarenta minutos que duró el trayecto hasta Burdeos, Draco no la miró ni una sola vez. Parecía nervioso, y Hermione era lo suficientemente inteligente como para permanecer callada. Pero mientras recorrían el muelle por la orilla izquierda ella preguntó:

- ¿Puedo salir y dar una vuelta por ahí hasta que vuelvas?

Él la observó brevemente, se dio la vuelta y contestó, de mal humor:

- ¡No seas ridícula!

Nada más parar el coche, él salió a toda prisa en dirección al muelle. Hermione oyó la puerta de delante abrirse y cerrarse. Trató de abrir las dos puertas traseras, pero estaban cerradas. Sin duda tenían un sofisticado sistema de apertura y cierre que ella no entendía. Suspiró y encendió la luz interior. Esperaba encontrar algo que leer. No había nada. Suspiró otra vez. Al menos tenía aire acondicionado.

EL NIÑO DE LA NOCHE ( DRAMIONE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora