Cielo Oscuro

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La noche se cernía sobre la ciudad como un manto oscuro, engullendo poco a poco los últimos destellos del crepúsculo. En el apartamento, las sombras danzaban a la tenue luz de las lámparas, creando un ambiente íntimo y acogedor. Sin embargo, el reloj no perdonaba, y las manecillas se arrastraban inexorablemente hacia las diez de la noche.

Me removí inquieta en el sofá, luchando contra el cansancio que amenazaba con apoderarse de mí. De repente, el peso del mueble se hundió a mi lado cuando Niccolo se dejó caer con un suspiro cansado.

Nos miramos en silencio, como compartiendo un secreto tácito. Fue Thoma quien finalmente rompió la tensión con su voz cantarina:

—Creo que noto el efecto...

El ceño fruncido de Niccolo se arrugó aún más mientras fulminaba a Thoma con la mirada.

—¿Por qué no cierras el pico? —espetó, pero su compañero solo se rio despreocupado.

—¿No decías que podía darnos el colocón?

La voz severa de Subaru nos sorprendió a todos.

—No te comportes como un idiota.

Se levantó con movimientos fluidos y tomó un libro de la estantería, enseñándoselo a Niccolo.

—¿Te importa si tomo prestado esto?

Niccolo negó con la cabeza, su expresión suavizándose.

—Adelante. Todos necesitamos algo que nos mantenga despiertos.

Thoma dejó escapar un lamento teatral.

—Ojalá tuviéramos café.

—Pero no hay —rechisto Niccolo, rodando los ojos.

La mente de Thoma ya había saltado a otro tema.

—¿Y si tenemos pesadillas mientras estamos despiertos?

Ladeé la cabeza, confundida.

—¿Es eso posible?

Niccolo me dedicó una mirada tranquilizadora.

—Eso sería más bien una alucinación.

De repente, Thoma juntó las palmas de las manos y comenzó a aplaudir con entusiasmo. No pude evitar sonreír irónicamente ante su payasada.

—¿Quieres dejar de hacer eso? —gruñó Niccolo, pero Thoma lo ignoró olímpicamente.

—¡Hay que alabar tu inteligencia! —canturreó entre aplausos.

Decidimos ignorar su espectáculo y continuar con nuestras actividades.

Aproveché para pedir permiso e ir al baño, necesitaba refrescarme un poco. Me recogí el cabello en una coleta mientras observaba mi reflejo en el espejo, asegurándome de que estuviera perfecta. Luego, me sequé la cara con un pañuelo y me apliqué un toque de rubor con una brocha, para no tener un aspecto tan pálido. Guardé todas mis cosas en mi bolsa de maquillaje y respiré hondo, lista para enfrentar la larga noche por venir....

La brisa nocturna acariciaba mi piel con su frescor mientras regresaba del baño. Una corriente de aire frío me envolvió, haciéndome estremecer. Sin poder evitarlo, me apoyé contra el marco de la ventana abierta.

—Que gustito —murmuré, dejando que el aire revitalizante llenara mis pulmones.

Al girar la cabeza, divisé a Niccolo de pie en el balcón, su silueta recortada contra el cielo estrellado. Contemplaba el firmamento con expresión pensativa.

Me pregunté qué estaría pasando por su mente en ese momento. Antes de darme cuenta, mis pies me guiaron hasta el balcón. Sin pensarlo, aferré el dobladillo de su camisa entre mis dedos.

Pesadillas NocturnasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora