Recuerdos perdidos.

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—No — Niccolò responde sin titubear

Estoy bastante segura de que él es de esos... engreídos que dicen no tener miedo

—Comprobemos el primer piso —empieza a bajar mientras le cubro las espaldas

Él siempre está seguro de lo que hay que hacer

Doy un paso al frente, pero de repente se me apaga la linterna y no veo donde pongo el pie y me tropiezo soltando un grito.

—¡Aaah! —cierro los ojos, preparándome para el impacto.

¿Eh?

Mi cara aterriza sobre algo suave calentito y reconfortante.

—¡¿Estas bien?! —oigo la voz de Niccolò en mi cabeza.

Abro los ojos lentamente y siento una mano sobre la parte baja de mi espalda. Inmediatamente miro hacia arriba y con la leve luz de su linterna a un lado en el suelo, lo veo mirándome a unos centímetros de mi rostro. Presiono mis labios juntos, y siento como mi corazón se acelera.

—Eres muy torpe, ¿lo sabias?

—¿Qué? —sus palabras me devuelven a la realidad, desenvolviéndome del ambiente de hace unos segundos

—Vas a acabar mal si sigues así.

¡Que borde!

—Iba a darte las gracias, pero paso —le doy un empujón amistoso cuando me levanto. Él se mofa y una sonrisa juguetona se dibuja en sus labios, marcando sus comisuras.

¿Actúa así a propósito para rebajar la tensión?

—Vamos —me extiende su mano— Mientras estemos juntos, no dejare que te pase nada malo

—Tal vez no eres tan borde después de todo —sonrió y le doy la mano. No pillo cuando nuestros dedos se entrelazan involuntariamente ante su tacto cálido.

Parece un poco frio, pero es un cacho de pan.

...

Llegamos a la entrada de la primera planta. Hay flores marchitas y muebles de jardín oxidados. Miro hacia adelante y veo una puerta imponente de hierro con ramas entrelazadas en los barrotes.

—Tengo la extraña sensación de que este lugar me resulta familiar... —hablo en un susurro

Pero no recuerdo haber visto este sitio antes

—Siento lo mismo

¿El también?

Justo cuando estoy a punto de preguntarle el por qué, el cronometro del reloj empieza a sonar.

—Volvamos con los demás —me incito a seguirle

...

—Bien, estamos todos —nos miramos los unos a los otros a la afirmación del pelirrojo— De acuerdo, ¿que encontraron?

—Niccolò y yo hemos ido al primer piso y hemos encontrado la entrada. Hay un patio abandonado y una puerta enorme de hierro. Pero de alguna manera siento una rara sensación de que me resulta familiar el lugar.

—Yo siento lo mismo —veo que Niccolò estrecha los ojos ante la afirmación de Thoma— He encontrado una sala de estudio en el ala este —Thoma se gira bruscamente hacia el pelirrojo— También me ha resultado muy familiar.

—¿En serio? —trato de recordar otras pistas— ¡Ah! En los barrotes de la entrada hay un nombre. Estaba al revés, así que no lo he podido leer bien —digo desanimada— De alguna manera, parece un lugar por el que han pasado niños.

Pesadillas NocturnasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora