Lazos de Incertidumbre

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Me encontraba de pie en la acera, observando el constante fluir de vehículos que transitaban por la calle. Respiré hondo, llenando mis pulmones con el aire fresco de la mañana. A pesar de la aparente calma que me rodeaba, mi mente era un torbellino de pensamientos y emociones encontradas.

Alcé la mirada hacia el semáforo peatonal, esperando pacientemente a que la luz verde me diera el permiso para cruzar. Mientras aguardaba, no pude evitar sumergirme en mis propias reflexiones.

Eché un vistazo a mi reloj de muñeca, comprobando la hora.

—Apenas son las nueve. He llegado temprano —me dije, sintiendo una punzada de incertidumbre en mi pecho— ¿Acaso he actuado con un impulso irracional, ansiosa por verlos por primera vez en la vida real? ¿O realmente estoy loca y todo esto es producto de mi imaginación?

Sacudí la cabeza, tratando de disipar esos pensamientos negativos. En ese momento, el semáforo cambió a verde, y me apresuré a cruzar la calle, dirigiéndome hacia la plaza Stadbelle.

Nada más llegar, mis ojos fueron atraídos por la fuente central, cuyas gotas de agua fresca salpicaban a su alrededor. Caminé lentamente hacia el otro lado de la plaza, deteniéndome en seco al percibir una figura familiar sentada en uno de los bancos.

Era un joven de cabello claro, con los ojos cerrados y auriculares puestos, claramente inmerso en su propia burbuja musical. Sus labios se movían casi imperceptiblemente, indicando que tarareaba alguna melodía conocida sólo para él.

Me lamí los labios, reuniendo valor, y comencé a acercarme lentamente. A medida que me aproximaba, el joven abrió los ojos de repente. En un instante, la imagen de Subaru cruzó por mi mente: sus ojos de colores diferentes brillando en la oscuridad. Noto que me mira, confuso. Yo solo me quedo quieta, desconcertada, y el inclina la cabeza, arrugando la frente.

—¿Subaru? —pregunté en un susurro casi inaudible, sintiendo una extraña conexión con aquel joven de mirada inusual.

—¿Quién más podría ser? —el frunció ligeramente el ceño, respondiendo con un tono ligeramente a la defensiva

—Tus ojos... —incapaz de apartar mi mirada, murmuré casi sin pensar

Una mueca de incomodidad cruzó fugazmente por su rostro, pero de inmediato recuperó una expresión seria e impasible.

Mierda, no le gusta hablar de ello...

—Siéntate —señala el espacio vacío del banco y me acomodo a su lado

Me pregunto cuánto tiempo lleva sentado aquí, ¿acaso estaba tan nervioso como yo y ha venido aquí temprano?

—Llevo nerviosa toda la mañana... —decidí romper el hielo y compartir mi propia inquietud— No podía quedarme quieta, así que he llegado pronto. ¿Y tú?

—Me he inventado una excusa para salir. Estoy algo incómodo en mi casa.

—¿Tienes problemas con tus padres? indagué con genuina curiosidad, esperando comprender mejor su situación.

—Nada de eso —negó con un gesto de la cabeza.

Supongo que no le gusta estar en casa. Tendrá algo que ver con que no le gusten sus ojos.

En ese momento, noté que su ojo izquierdo había sido reemplazado por un lente de contacto azul, similar al de su ojo derecho. Subaru me miró con evidente molestia, captando mi escrutinio.

—¿Qué? —espetó con cierta brusquedad.

Tragué saliva, reuniendo valor para expresar lo que realmente sentía.

Pesadillas NocturnasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora