01 | Su risa
Emma:
Meses después de aquella noche de agosto
A menudo me cuestiono las pequeñas cosas de la vida.
¿Qué hay detrás de un beso? ¿Cuál es el procedimiento químico que se produce antes de un abrazo? Si el corazón es el órgano más fuerte de nuestro cuerpo, ¿por qué es posible morir debido a un corazón roto?
Quizás, la simpleza de la vida era más compleja de lo que imaginaba. Eso, o a lo mejor debía centrarme en cosas más generales en lugar de buscar mecanismos químicos en nuestro cerebro que nos llevasen a actuar de una manera determinada.
A lo mejor debería preguntarme en qué piensa alguien cuando ve al amor de su vida bailar frente a sus ojos o a qué se debe el nerviosismo que alguien siente cuando lo cogen de la mano.
Pero yo siempre escojo lo complicado. Por eso, en lugar de plantearme cosas más productivas, estaba pensando en Archer y en la manera en la que lo había dejado tirado en mitad de la carretera después de haberle dicho que lo quería fuera de mi vida y que no quería saber nada sobre su estúpida música jamás.
—Estás hecha una mierda —exclamó Lena para que la escuchase por encima de la música.
La había encontrado hacía veinte minutos, cuando conseguí llegar al local, con la cabeza sumergida en un barril de cerveza. Antes de saludarla había tenido que esperar pacientemente a que eructase el primer artículo de la constitución australiana.
—Perdona, es que andar durante cinco kilómetros con estos tacones a través del arcén es misión imposible.
Aquello pareció sorprenderla.
—¿Lo has hecho?
—Por un mes de mierda no voy a soportar que me trate como un objeto. Puede irse a componer sus cancioncitas a Bondi Beach, pero a mí que me deje en paz.
—Que le jodan. Ya le perdonaste lo del coche una vez y demasiado santa fuiste.
Cerré los ojos y los apreté con fuerza, no quería tener que recordar aquello. Solo hacía que me sintiera más estúpida.
—Podías haberme llamado, no tenías por qué haber venido andando.
Quería decirle que la había llamado y que apenas había señal en la zona en la que me había bajado del coche, pero en su lugar, mantuve la boca cerrada porque no quería preocuparla. Además, la alternativa habría sido que viniera a recogerme y no me apetecía subirme a su coche con ella en este estado. La única opción habría sido que yo condujese y eso estaba completamente descartado.
—¿Dónde está la cerveza? Me vendría bien una y tú acabas de fulminarte el barril.
—¿Ves ese reservado? —me preguntó señalando en la planta de arriba, justo encima de nosotras—. Es el cumpleaños de uno de los chicos que están en él, así que nos han invitado toda la noche.
—¿Toda la noche? —pregunté incrédula—. Tienen que estar cieguísimos como para gastarse semejante pastizal invitando a toda la discoteca.
Ya me gustaría a mí tener tantísima cantidad de dinero, no tendría que preocuparme por la mitad de problemas de los que tengo ahora.
—Nah-ah, no es toda la discoteca. Somos nosotras —respondió señalando al grupo de gente que conocíamos.
Puse los ojos en blanco. Debería haberlo imaginado, no era más que una nueva y patética manera de ligar y tratar de llevarse a una de nuestras amigas a casa. Aunque no iba a mentir, ya había pasado por demasiada mierda esta noche, necesitaba un buen trago y bailar hasta que no sintiera los pies. Me dolían horrores de las heridas que me había provocado la caminata hasta aquí, así que sería un punto extra dejar de soltar quejidos a cada paso que daba.
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El Caos de tu Mirada
Romance"Cuando era pequeño me obsesionaban los agujeros negros. No entendía su funcionamiento, aquel era el motivo por el que me gustaban. Cuando crecí me di cuenta de que mi interés por ellos venía determinado por las similitudes que compartíamos. Por la...