15 | La relación con Pandora Johns

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15 | La relación con Pandora Johns

Emma: 

Cuando la vida comenzaba a resultar una auténtica piedra en tu zapato y pensabas que nada podría ir a peor, siempre era capaz de sorprenderte demostrando que te equivocabas.

Acababa de revisar mi cuenta bancaria para asegurarme de tener el dinero suficiente con los ingresos del mes para poder invertirlos en reponer mi bata de laboratorio y en adquirir un par de libros de segunda mano para las prácticas de algunas asignaturas.

Febrero había pasado volando. Entre la vuelta a la universidad y mis ratos libres con los chicos y con Koen cuando volvía del viaje que le correspondía cada semana no me había dado cuenta de que el tiempo se había escapado de entre mis manos y de que me correspondía pagar la factura del coche de nuevo.

Griffin había venido a informarme de ello el mes pasado, sin darse cuenta de que Koen nos estaba escuchando tras la línea. En aquellos momentos me preocupé pensando que iba a terminar diciendo algo que no quería que el pelinegro llegase a escuchar, pero , finalmente, me alegré porque mi hermano supiera controlar su lengua.

Permití que se llevase la mitad del sueldo que había conseguido trabajando en la juguetería y tuve que sobrevivir al resto del mes con lo que gané paseando a los perros de nuestros vecinos. No quería gastar el dinero de mis becas porque lo necesitaba para pagar la matrícula universitaria para el curso siguiente y era demasiado dinero como para no controlarlo.

Mis salidas se redujeron a noches de películas en casa de Lena con los chicos cuando sus padres estaban fuera de casa y a citas improvisadas con el pelinegro, que terminó encontrando el gusto por los pequeños detalles y sugiriendo picnics y más visitas nocturnas a la discográfica.

No habíamos vuelto a tocarnos desde lo que sucedió la primera vez, pero su cercanía y la manera en la que su cuerpo aprisionaba el mío para enseñarme a tocar eran imposibles de evitar cuando entrábamos a aquella habitación en la que perdimos el control unas semanas atrás.

Agradecía que hubiera descrito lo sucedido como una necesidad que había que satisfacer y que le hubiese restado importancia, pero aquella noche mi corazón dio un vuelco cuando pronunció aquellas palabras, porque yo completé su frase sin quererlo.

«—No pasa nada. Esto no cambia nada. Necesitábamos una distracción, nos la hemos dado. No hay problema».

Porque no te quiero.

Aquella noche, mientras compartíamos cama y sus brazos me rodeaban, me di cuenta de que sus palabras habían tenido un efecto superior en mí y, analizando el problema entre sus sábanas, me di cuenta del motivo.

Su declaración me había hecho mucho daño porque para mí lo que habíamos hecho había significado algo.

Porque mi corazón se estaba colgando del suyo.

Y eso no podía suceder.

Me había acostumbrado a la presencia del pelinegro, a la manera en la que me hacía reír y a poder recurrir a él siempre que tenía un problema, como si de un ancla se tratase. No estaba preparada para despedirme de la sensación que me invadía cuando estaba con él, porque era el indicio de los primeros sentimientos bonitos que había experimentado en años y una parte de mí sentía que se lo merecía.

Quería poder ser egoísta porque nunca lo había sido por y para mí.

Pero era consciente de que aquello no había posibilidad para eso y el hecho de que se marchase de Sídney durante dos semanas seguidas fue como recibir una puñalada en el corazón, porque lo echaba de menos. Sin embargo, también fue un alivio, porque me permití trabajar en el distanciamiento que necesitaba para intentar curarme de él y de su efecto sobre mí.

El Caos de tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora