17 | El futuro perdido
Emma:
Era la quinta vez que reportaban una infidelidad de Koen en los medios de comunicación y la quinta vez que sabía que lo habían hecho de manera errónea.
El pelinegro había pasado un mes fuera de casa. Teóricamente solo sería durante los fines de semana, pero las cosas se complicaron entre nosotros y el jetlag estaba jugando con su insomnio sin piedad, por lo que optó por hacer la pequeña gira que habían planeado en la discográfica junto con Nicola y Enzo. Después de llorar hasta quedarse dormido, Nicola me confirmó un cambio en sus actividades postconciertos. Había visto fotos de ellos dos durante las noches que supuestamente habían tenido lugar las infidelidades, por lo que ver los artículos periodísticos solo me hacían sonreír al comprobar que, una vez más, no hacían más que equivocarse.
Después de la forma en la que habíamos terminado nuestra conversación en mi universidad, Koen y yo desaparecimos del ojo público universitario y permití que me llevase a su casa porque mis padres estaban en la mía y era demasiado pronto como para despedirnos el uno del otro. Había sido un mes muy largo e intenso para ambos. El batería no había descansado y tenía compromisos con la discográfica que tenía que resolver en breve: 305 disponía de solo dos meses para terminar el disco y presentarlo al estudio y les faltaban la mitad de las canciones que tenían que componer. Yo, por mi parte, entre trabajos y facturas había dejado de descansar.
Nos merecíamos un respiro y nos lo merecíamos juntos.
El camino hasta su casa fue una tortura para mí, algo que no nos sorprendió a ninguno de los dos. Koen me había preguntado si estaba segura de querer ir a su casa, pero yo no quería compartirlo con las cámaras o con los ojos curiosos del resto de ciudadanos de Sídney, así que, me tragué mi miedo como pude y asentí.
—¿Quieres llevarlo tú? —me preguntó tendiéndome las llaves del coche—. Quizás así...
Sabía que lo decía porque sospechaba que no me fiaba de él después de su arrebato de ebriedad, pero no había conducido un coche en tres años y no pensaba hacerlo ahora. No tenía ni punto de comparación con ir de copiloto, conducir era muchísimo peor.
Koen no sabía que había sido yo quien condujo la noche del accidente, de lo contrario, no habría sugerido aquella idea, y tampoco insistió cuando recibió mi negativa sin explicación.
—No.
El batería condujo despacio por las calles de la ciudad y su mano buscó la mía cada vez que no era necesario usar la palanca de cambios, como si intentara reafirmar su presencia y su control de la situación cuando mi mente divagaba y mi respiración se aceleraba.
Me había acostumbrado al olor de su casa, acorde con el perfume que llevaba, pero todavía no me había hecho a sus dimensiones. Koen tiró de mi mano hacia el interior entre risas al ver mi cara de incredulidad en el umbral y me preguntó cuándo pensaba dejar de sorprenderme, pero, la verdad es que no sabía si alguna vez llegaría hacerlo.
Me apoyó contra la puerta de la entrada cuando la cerró, resguardándonos de miradas curiosas, y volvió a besarme como si hubiese pretendido con ello espantar el resto de los demonios de mi cabeza. Una de sus manos subió hasta mi pecho y, al sentir el ritmo frenético al que latía mi corazón, se apartó de mí y me dijo que iba a prepararme algo en la cocina.
Koen pensó que se debía a la ansiedad que sentía con los coches. Yo diría que había sido una mezcla entre aquello y aquel beso injustificado que me había dejado con ganas de más y con las intenciones de aprisionar su cintura contra la mía.
Era odioso desear a quien no podías tener.
Al contrario que la primera vez que me trajo, me permití caminar en silencio hasta el salón y tomar asiento en el sofá antes de deshacerme de mis zapatos y subir mis rodillas hasta mi pecho. Él apareció minutos después con una tila en una taza y un vaso de agua que intuí que era para él. Los dejó en la mesilla del salón y tomó asiento a mi lado antes de apoyar su cabeza en mi hombro.
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El Caos de tu Mirada
Romance"Cuando era pequeño me obsesionaban los agujeros negros. No entendía su funcionamiento, aquel era el motivo por el que me gustaban. Cuando crecí me di cuenta de que mi interés por ellos venía determinado por las similitudes que compartíamos. Por la...